LA CORUÑA / Desiertos y rizomas de la música contemporánea
La Coruña. Teatro Colón. 20-IV-2023. Noè Rodrigo Gisbert, percusión. Banda Municipal de Música de La Coruña. Director: José Trigueros. Obras de Carme Rodríguez, Brett William Dietz y Edgard Varèse.
Quisiera dedicar esta crítica, in memoriam, a nuestro redactor jefe y amigo Eduardo Torrico, con un sincero agradecimiento por su incansable labor de buen periodismo, sus sabios consejos y sus muchas lecciones en un repertorio barroco y antiguo (que él siempre hizo moderno y presente) que tanto amó.
Un año más, el Festival RESIS de Música Contemporánea y Artes Escénicas vuelve a dar cabida en su programación a la Banda Municipal de La Coruña, y lo hace, como en su quinta edición, demostrando que ―como titulamos en Scherzo en junio de 2022― es éste un instrumento repleto de posibilidades, entre las que se encuentran el interpretar de forma solvente partituras, por desgracia, poco frecuentes en sus temporadas.
La primera obra programada en el Teatro Colón el pasado 20 de abril es un trabajo que sí había sonado en diversos puntos de la geografía gallega; especialmente, a lo largo de un 2019 en el que la Banda Sinfónica de Galicia llevó en gira A cova sumerxida: xuízo a unha serea (2017, rev. 2023), partitura que entonces se pudo escuchar en Ribadeo, localidad natal de su autora, la joven compositora Carme Rodríguez.
A cova sumerxida, obra finalista del “X Concurso Galego de Composición”, nos remite al acervo de las leyendas de una Galicia en cuya costa (muy cerca de Ribadeo, en San Ciprián) se celebra cada mes de agosto una fiesta, A Maruxaina, en la que se une a la exaltación de las bondades del mar el juicio a una sirena mitológica, en base a sus supuestas virtudes o ruindades. En función del veredicto, la sirena es incinerada o salvada, lo que da lugar a una gran queimada y a toda una romería popular.
Con estas mismas referencias, se presentó en RESIS la versión revisada de A cova sumerxida, una obra pensada para la banda y diría que para sus claves estéticas más al uso, con lo cual, aunque Rodríguez disemina algunos efectos tímbricos más contemporáneos, como el aire sin tono en los vientos o el palmeo de sus llaves, en conjunto no acaba de resultar una propuesta a la altura de lo que RESIS viene siendo en los últimos años, encontrándose más próxima al costumbrismo y al lenguaje del audiovisual (en el que Carme Rodríguez aquilata una notable experiencia).
Así, de entre las últimas partituras de Carme Rodríguez que he escuchado, me seguiría quedando con Órbita I (2022), pieza para fagot que estrenó el pasado mes de noviembre Steve Harriswangler, volviendo a mostrar los ecos tradicionales que hay en la música de la compositora ribadense, pero, también (y como en A cova sumerxida), algunos juegos de flatterzunge y percusión de teclas que incorporan procedimientos texturalmente más interesantes que nos hacen esperar de Carme Rodríguez una evolución que la convierta, en el futuro, en una de las principales compositoras gallegas de música actual, aunque A cova sumerxida esté todavía lejos de tal nivel de excelencia.
Con Brett William Dietz, compositor nacido en Pittsburgh, ultrapasamos la costa gallega y comenzamos el viaje a los Estados Unidos que este tercer concierto de RESIS nos propuso en sus dos últimas obras. La primera de ellas, Concerto for Percussion and Symphonic Band (2002), tuvo a Noè Rodrigo como espléndido solista, rubricando por qué el alicantino es, actualmente, uno de los mejores músicos de Europa en dichos instrumentos, tal y como escuchamos en sus recitales en solitario o formando parte de ensembles como Arxis o el AskoSchönberg neerlandés.
Cierto es que el solista de este concierto bien lo hubiese podido ser el propio Brett William Dietz, pues él mismo es percusionista y de esta familia instrumental es profesor en la Louisiana State University. En todo caso, en el momento de componer su Concerto for Percussion and Symphonic Band se encontraba Dietz convaleciente, tras sufrir un infarto que lo llevó a convertir la obra no sólo en un retrato de su proceso de recuperación y anhelo de hacer música, sino, desgraciadamente, de otro trágico suceso acontecido durante la composición: el óbito de Ann Monaco, directora de la Merit School de la Duquesne University de Pittsburgh, a cuya banda esta obra fue destinada.
Quizás el segundo movimiento refleje tan luctuoso hecho, con su emotividad y sonoridad suspendida en la marimba, en un proceso de intercalar cadencias y diálogos entre solista y banda que no escatiman lo simplón, rítmicamente, y lo efectista, con ecos estilísticos que van del minimalismo a Leonard Bernstein y a eso que se denomina World Music: pastiche sazonado entre lo kitsch y cierto regusto hortera, como en los compases finales de este movimiento lento, cuyo segundo solo desplegó un nuevo alarde de precisión y virtuosismo en las láminas por parte de Noè Rodrigo.
Mientras, donde el percusionista alicantino nos dejó boquiabiertos fue en los movimientos que abrieron y cerraron este Concerto for Percussion and Symphonic Band; especialmente, en el prolijo set de membranas y metales, en el que parece materializarse la furia de Brett W. Dietz por su inactiva convalecencia, así como un anhelo de tocar música que refuerza en este concierto la visceralidad de la misma, su deseo atávico de percutir y proyectar la fisicidad del gesto tanto contra dicho set como contra el vibráfono que también se incluye en los movimientos primero y tercero.
En general, estamos ante una estética enraizada en el postminimalismo de Steve Reich y, a través de éste, en John Adams, haciendo patentes esos rizomas de la música contemporánea estadounidense a los que el propio Adams se refería en la estupenda entrevista de Luis Suñén y Juan Lucas al compositor de Worcester que estos días ha rescatado Scherzo, con motivo de la llegada al Teatro Real de Nixon in China. Dentro de esas coordenadas estilísticas, predomina en este concierto un fuerte protagonismo del ritmo, incorporando Noè Rodrigo en su último solo ecos que van de Iannis Xenakis a la música africana, con métricas irregulares y un manejo de las texturas que incluye desde la exploración de las superficies con diferentes baquetas al roce de membranas y metales con las uñas: algunos de los efectos más modernos de una obra, en general, menos delicada que A cova sumerxida, aunque con oficio y conocimiento del medio, contribuyendo a lo que el director artístico de RESIS, Hugo Gómez-Chao, dice es uno de los objetivos del festival: mostrar la pluralidad de la música de nuestro tiempo.
En dicha vibrante pluralidad hemos de incluir las corrientes de tipo performativo, a las que lanzó un guiño Noè Rodrigo en su deslumbrante encore, Ceci n’est pas un balle (2014), pieza de percusión corporal, teatro y mimo creada por Matthieu Benigno, Alexandre Esperet y Antoine Noyer. Jugando con la ilusión de una pelota saltarina que sólo al final de Ceci n’est pas un balle Noè Rodrigo nos muestra, estamos ante un ejercicio de rebote y seguimiento de sus secuencias rítmicas que roza lo circense, así como nos deja innegables destellos de humor y la evidencia de encontrarnos ante un músico con una capacidad técnica y expresiva de primerísimo orden.
Cerró el concierto un clásico de la música electroacústica, Déserts (1950-54), obra de Edgard Varèse cuya gestación (especialmente, la de su banda magnética) se fraguó entre Europa y los Estados Unidos, utilizando algunas de las tecnologías más avanzadas en los años cincuenta para organizar, tratar y dar su forma final a unos materiales originales cuyas grabaciones (de fábricas y sonidos urbanos) fueron registradas, precisamente, en el estado del que Brett William Dietz es oriundo: Pensilvania.
La primera disyuntiva que Déserts plantea a un director es la de interpolar la cinta magnética entre las distintas secciones, como realizaron Robert Craft (CBS, 1962), Bruno Maderna (RCO Live, 1966), Kent Nagano (Erato, 1992) y Riccardo Chailly (Decca, 1997), o no hacerlo, como Pierre Boulez en sus grabaciones con Ensemble InterContemporain (CBS, 1979) y Chicago (DG, 2001). Esta última opción, pese al enorme respeto que me inspira Boulez, me parece desacertada y creo que arruina buena parte del atractivo de la obra, así como su capacidad de sorpresa para quien la escucha por primera vez, que habrían sido muchos en La Coruña, por más que casi siete décadas hayan pasado desde su estreno y de que Déserts ya se hubiese interpretado en Galicia ―al menos, que yo haya escuchado en vivo― en enero de 2012; precisamente, a cargo de la Orquesta Joven de la Sinfónica herculina, con Diego García como director.
Si en el anterior párrafo utilizo el condicional perfecto de indicativo del verbo ser y especifico que «habrían sido», lo es porque, aunque en RESIS José Trigueros anunció que interpolaría la cinta magnética original del año 1954, al final lo escuchado fue una versión sin cinta, debido a una chapuza técnica que dejó al propio Trigueros sorprendido y en suspenso sobre el podio cuando, en el momento en que hubiese tenido que proyectarse la primera interpolación, lo que sonó fue un embarazoso silencio que evidenció que algún fallo técnico había impedido que la electrónica funcionase como hubiese debido (y eso que estamos ante un dispositivo de lo más elemental).
Consciente de tal situación, Trigueros realizó un gesto a los músicos de la banda para que éstos atacasen la segunda sección de Déserts, convirtiéndola en una versión puramente acústica: lo que, ya puestos, ha sido un acierto, pues haber interpolado las sucesivas partes de la cinta hubiese comportado el riesgo de desordenarlas, conduciéndonos al esperpento. Diría, incluso, que este incidente espoleó a los profesores de la Banda Municipal y al propio Trigueros, quienes, después de una primera sección algo apagada y en exceso contenida, aceraron su lectura en las siguientes partes, reforzando las dinámicas y dejando un regusto, dentro de lo amargo de ser conscientes del tremendo fiasco técnico, de haber escuchado una versión correcta de Déserts, con sus disonancias, virulenta percusión, fanfarrias y todas esas novedades que, como hace un año me decía Beat Furrer en La Coruña «lo cuestionan todo desde la base: la relación entre armonía y melodía», reconociendo el compositor suizo que Edgard Varèse había sido una de sus mayores influencias.
Como Varèse lo fue para Furrer, este último es una influencia crucial para Hugo Gómez-Chao, a quien escuchamos en RESIS cinco días antes, posibilitando el consolidar en vivo (como el que une a Reich, Adams y Dietz) los rizomas de la música contemporánea: todo un lujo que podemos disfrutar en La Coruña cada primavera.
Paco Yáñez
(Fotos: Xurxo Gómez-Chao / Festival RESIS)