LA CORUÑA / Comienza la sexta edición del Festival RESIS

La Coruña. Arbore da Veira. 13-IV-2023. Arxis Ensemble. Obras de Rebecca Saunders, Sara Glojnarić y Yoko Ono.
Como esta misma semana hemos destacado en Scherzo, abril viene cargado en Galicia de buena música actual, por medio del Ciclo de Música Contemporánea de Lugo MIHLSons-XXI y del Festival RESIS de Música Contemporánea y Artes Vivas, que desde el 13 de abril y hasta el 6 de mayo se celebra en La Coruña por sexto año consecutivo (tras haber salvado los estragos coronavíricos con unos estratégicos cambios de fechas que le han dado al festival herculino cuestiones tan necesarias para una cita de este tipo como la estabilidad y la continuidad).
Este efervescente panorama de modernidad se extenderá, a lo largo de la presente primavera, a las Xornadas de Música Contemporánea de Santiago de Compostela y, si ampliamos el marco hasta el de la eurorregión Galicia-Norte de Portugal, al festival Música y Revolución, que en abril se celebra en la Casa da Música de Oporto, redondeando unos meses en los que el noroeste peninsular se puebla de música contemporánea en propuestas que abarcan los más diversos estilos, orgánicos instrumentales y puestas en escena.
Nos quedamos hoy con la inauguración del Festival RESIS, cita marcada, precisamente, por las cuidadísimas presentaciones de sus eventos, que aúnan música y arte de un modo completamente orgánico. El concierto del pasado 13 de abril fue un estupendo ejemplo de ello, ya desde su propia ubicación en el mirador de San Pedro, uno de los lugares con mejores vistas no sólo de A Coruña, sino de la costa gallega, buena parte de cuyo litoral es visible desde Árbore da Veira, restaurante con Estrella Michelin en el que RESIS ha fusionado música, arquitectura, paisaje y exquisita gastronomía.
Por lo que a la música propiamente dicha se refiere, el menú estuvo formado por un programa completamente femenino, condimentado por tres compositoras de generaciones muy diferentes que han servido al director artístico del festival, el compositor gallego Hugo Gómez-Chao, para abrir esa vibrante ventana que es RESIS cada primavera, tal y como nos muestra esta sexta edición, en la que disfrutaremos de partituras que van de clásicos del siglo XX, como las de Arnold Schönberg y Edgard Varèse, a estrenos mundiales de compositores actuales entre los que están Juan Vara, Pedro González, Claudia Cañamero o el propio Hugo Gómez-Chao.
El primer plato de este concierto inaugural lo conformó Latitudes, partitura para piano y vídeo de la compositora croata Sara Glojnarić (2020-21) que requirió de una buena dosis de carbohidratos: los necesarios en una obra que nos remite al esfuerzo físico en los entrenamientos de larga distancia. Por medio de un incesante y vertiginoso ataque al piano, repleto de efectos que la propia Glojnarić define como de un «virtuosismo casi grotesco», Magdalena Cerezo —miembro de Arxis desde su fundación y pianista que estrenó Latitudes en Stuttgart—, nos ofreció una auténtica coreografía en la que la precisión métrica se convierte en un reto casi imposible, cual si esta carrera de fondo sobre el teclado fuese descartando a quien no estuviese a la altura de sus requerimientos.
Lo está, sin duda, la pianista madrileña, tanto en lo que a secuencias, arpegios, patrones y glissandi se refiere, como a la hora de reaccionar a las instrucciones que el vídeo lanza a la intérprete, exigiéndole activar el teclado en distintas octavas, a diferentes velocidades o realizar acciones de carácter performativo. Es, el de Latitudes, un piano profusamente preparado, con un cordal post-cageano que despliega una sonoridad percusiva, de gran atractivo tímbrico, que Magdalena Cerezo convierte en una danza de texturas, rubricando una interpretación primorosa con el Atlántico como telón de fondo.
Esos ecos de John Cage que veladamente se asomaban a Latitudes, lo han hecho de forma más explícita al segundo plato de este proteico menú musical, convertido en un entremés frutal, de pomelo, para ser más exactos, aunque el Grapefruit (1964) de la artista y compositora japonesa Yoko Ono hay que plantarlo, cultivarlo y comérselo uno mismo; al menos, cada intérprete que a esta página se acerque, pues Grapefruit es un libro de artista que invita a los músicos a tomar sus textos y a crear con ellos situaciones musicales y performativas. Estamos, por tanto, en pleno periodo Fluxus de la compositora tokiota, así como ante una estética arquetípica de la vibrante Nueva York de la segunda posguerra, con su profusión de nuevas formas experimentales.
En la quinta edición del Festival RESIS, LAB51 ―dúo del que Magdalena Cerezo forma parte― nos había regalado una lectura extremadamente personal de Grapefruit, convirtiendo uno de sus textos en una impresionante exploración del piano, como hace un año les contamos en Scherzo. En esta ocasión, acompañaban a Magdalena Cerezo los percusionistas Sabela Castro y Noè Rodrigo, miembros del Arxis Ensemble que con Cerezo han deambulado por Árbore da Veira con sus móviles en la mano, desplegando sonoridades que nos remitieron a las campanas del Lejano Oriente filtradas por las nuevas tecnologías: preludio de una inmersión a seis manos en el piano que, un año más, ha reformulado su ontología instrumental por completo en Grapefruit.
Así, en primer lugar los tres músicos procedieron a retirar las gomas con las que el cordal del piano se había preparado para interpretar Latitudes: desmontaje que es todo un proceso musical en sí mismo, dadas las resonancias y los ecos que se producen en la caja del instrumento al retirar, con mayor o menor violencia, a una u otra velocidad, las tiras adhesivas de las cuerdas. Dichas reverberaciones fueron acompañadas por tañidos en la percusión, así como por una activación masiva del piano con fricciones, golpeos y roces de super ball, mazas, pelotas de ping-pong, etc. El propio proceso de intervención del piano ha tenido, asimismo, algo de coreográfico, de danza chamánica tan propia de la hippie década de los sesenta en la que fue creado/escrito/compuesto Grapefruit.
También en esa década las cámaras Polaroid supusieron toda una revolución en la escena artística neoyorquina de la que John Cage y Yoko Ono formaron parte, emplazándose en numerosas ocasiones la artista nipona frente al objetivo de un Andy Warhol convertido en epítome de tal recurso fotográfico. Quizás de ahí venga la inspiración (además de en lo referido, en Grapefruit, a pintar con la imagen) para haber utilizado los tres músicos de Arxis una máquina Polaroid con la que han ido reflejando el proceso de interpretar esta pieza: fotografías que, en tiempo real, fuimos viendo cómo cobraban vida, pegadas a la caja del piano, en un procedimiento artístico que tantos ecos tiene de los años sesenta como de un siglo, el XXI, intoxicado por la imagen y el egotismo más narcisista. Que sobre todo ello se reflexione en un festival de música contemporánea nunca está de más; máxime, cuando se acompaña dicha reflexión de tan hipnótica propuesta musical, que revela la exquisita capacidad de estos músicos para la improvisación, así como para dar sentido a acciones instrumentales puramente extendidas, en las que el gesto viaja de lo teatral a lo musical, creando un todo compacto.
Siguiendo entre las evocaciones de Nueva York, en esa estupenda película que es Husbands and Wives (1992), Woody Allen, charlando con Juliette Lewis sobre su adorada literatura rusa, afirmaba que, si Tolstói es un «menú completo» y Turguénev un «postre fabuloso», Dostoievski es «un menú completo, con una píldora vitamínica y batido de germen de trigo». Pues bien, en el concierto inaugural de RESIS 2023 ese plato con el más alto contenido en proteínas fue cocinado por la compositora londinense Rebecca Saunders y convertido en el interludio para bombo(s) de Dust (2017-18), partitura que ya se ha convertido en un clásico del Arxis Ensemble, pues hasta en cuatro ocasiones lo han llevado a sus programas. Ahora bien, el pasado 13 de abril este interludio presentó algunas novedades, ya que en anteriores conciertos Arxis lo había interpretado únicamente con un percusionista, Noè Rodrigo, con unos niveles de calidad excelentes, tal y como hemos dejado constancia en Scherzo.
Charlando el pasado mes de diciembre con Rebecca Saunders, la compositora británica me señalaba que una de las características fundamentales de su música es su extrema precisión, lo que no quita el que presente cierto grado de apertura, ya sea a través de la improvisación, ya por la posibilidad de interpretar algunas de sus partituras con diferentes orgánicos. Tal es el caso de Dust, cuyo interludio en RESIS tocaron Noè Rodrigo y Sabela Castro multiplicando las resonancias y jugando con el espacio de un modo irrealizable en manos de un solo percusionista. Es posible que, así, se pierda un sonido más unificado, pero se gana en ecos y diálogos tímbricos, pues los instrumentos y los materiales musicales son muy parejos. En todo caso, cuando se produce la compenetración que los percusionistas de Arxis han mostrado, los resultados musicales vuelven a ser fascinantes, creando un universo de texturas y fricciones apabullante; en esta ocasión, obligado es decirlo, con más ecos de Iannis Xenakis en los pasajes más vehementes sobre membranas o aros, pues al implicar una mayor y más desdoblada polirritmia, la estela del greco-francés es casi presencial, física y telúrica.
Con la oceánica arquitectura de Árbore da Veira aún poblada por las reverberaciones de la atronadora Dust (aunque el silencio creado por Sabela Castro al final de su interpretación ha de ser comprendido no sólo como un momento de magia suspendida, sino como una obra musical en sí misma), fuimos invitados por la maestra de ceremonias de esta velada, la actriz Chus Álvarez, a una degustación gastronómica que, además de unir el disfrute del paladar al auditivo, ha propiciado algo tan importante como el que los conciertos se conviertan en un ágora que abra el diálogo entre compositores, músicos, artistas y el público que, una vez más, completó el aforo dispuesto por RESIS y que hasta bien tarde permaneció gozando de tan delicioso evento, así como teniendo puentes que a futuros proyectos y nuevos conciertos, sin duda, nos conducirán. Ejemplar forma de construir una sociedad civil, ésta que nos propone RESIS a través de la música y el arte.
Paco Yáñez
(Fotos: Xurxo Gómez-Chao / Festival RESIS)