LA CORUÑA / LAB51: el inagotable dúo de voz y piano
A Coruña. Museo de Bellas Artes. 8-V-2022. Festival RESIS. LAB51. Obras de Georges Aperghis, Yoko Ono, Bernhard Lang y György Ligeti.
Tras un primer concierto, a cargo del Quartet Gerhard, que dejó un gratísimo recuerdo del que ya les hemos dado cuenta en Scherzo, el Festival RESIS nos invitó, en la primera semana de mayo, a tres actividades que incluían la instalación lumínico-musical Limen, obra del artista catalán Marc Vilanova; el proyecto A Proxección Sonora, desarrollado por Pulso Ensemble para personas con discapacidad auditiva; y el concierto titulado Cold Trip, en el que se presentaba en Galicia el dúo LAB51, una agrupación formada en Alemania por una de las mejores sopranos de música contemporánea del momento, la colombiana Johanna Vargas, y la pianista madrileña Magdalena Cerezo, que llegaba a RESIS por tercera vez, tras su participación en las dos primeras ediciones del ciclo Gran Torso, impresionándonos en 2020 con un potentísimo recital solista y en 2019 con su aportación dentro de un conjunto de cámara para dar cuenta, entre otras, de partituras de Pierre Boulez y Gérard Grisey.
En 2022, Magdalena Cerezo nos ha vuelto a dar sobradas muestras de su enorme técnica y flexibilidad como pianista, uniéndose a Johanna Vargas para afianzar una de las señas de identidad que, desde su fundación en 2018, definen al Festival RESIS: su voluntad de ofrecer al público coruñés el gran repertorio contemporáneo, por medio de sus compositores de referencia, entre los que en la actualidad se encuentra Georges Aperghis, de quien LAB51 puso en escena Retrouvailles (2013), una obra que, aunque no se encuentre entre lo más atractivo a nivel musical del compositor ateniense, sirvió para articular dramatúrgicamente las distintas secciones que se fueron sucediendo en la primera parte del concierto, que además de la pieza de Aperghis incluyó dos fragmentos de Grapefruit (1964), de la artista y compositora japonesa Yoko Ono, y la segunda parte de The Cold Trip (2014-15), partitura de Bernhard Lang que se integra con el número XXXII en el ciclo de ‘meta-composiciones’ por el compositor austriaco denominado Monadologies, en el que reflexiona sobre la historia de la música desde el año 900 hasta el presente.
En The Cold Trip la scriptio inferior de este verdadero palimpsesto musical es el Winterreise (1827) de Franz Schubert, del que Lang toma en esta segunda parte las canciones de la decimotercera a la vigesimocuarta, añadiendo, además de la voz y del piano (si bien, generosamente amplificados), un set informático de samples que superponen y sintetizan texturas pianísticas schubertianas. El resultado es tan vertiginoso y arrollador como marcado por la más pura fusión de estilos; al punto de que podríamos pensar que The Cold Trip fuese la creación de un Schubert contemporáneo que hubiese pasado unos meses visitando clubes musicales en los Estados Unidos (de hecho, la partitura de Bernhard Lang se canta en inglés, jugando de forma creativa con los poemas originales de Wilhelm Müller). Por otro lado, esta hibridación estilística es uno de los grandes intereses y desafíos de Johanna Vargas, que en The Cold Trip une los mundos del pop y del rock con una actualización del lied de verdadera enjundia y exigencia técnica, con pasajes de un virtuosismo vocal deslumbrante, que nos han dejado muestras de la inagotable cantidad de registros de la soprano colombiana, además de su capacidad para proyectar ya no sólo de forma impecable en cuanto articulación, sino en posturas de lo menos propicio para el canto, ya fuese acostada, ya girando sobre sí misma en el suelo, siempre con una limpieza irreprochable en la emisión sin vibrato, así como alcanzando tesituras inauditas.
Las partes pianísticas no son tan extremas como las cantadas en The Cold Trip, pero es cierto que Magdalena Cerezo tiene la nada sencilla labor de activar y coordinar su teclado acústico con los samples de pianos preparados que lanza desde su portátil; todo ello, con un click track que impone una métrica inflexible: parte de una partitura que, aunque pudiese parecer marcada por la libérrima revisitación del lied desde el rock progresivo, está perfectamente escrita y determinada, convirtiendo la interpretación de LAB51 en un trabajo de orfebrería que ha dejado al público impresionado (de hecho, varias personas habituales del repertorio operístico tradicional se mostraban encandiladas con los descubrimientos, en cuanto a técnicas vocales, que estas piezas les habían posibilitado: algo que demuestra que si la calidad prima en los conciertos de música actual, el público tiene criterio y gusto suficiente para reconocerlo).
Si The Cold Trip sirvió a Johanna Vargas y a Magdalena Cerezo para mostrar toda una fusión musical de impresión, en Retrouvailles su teatralización de carácter más performativo dio forma a sucesivos encuentros y desencuentros en los procesos de comunicación que afrontamos cada día. Estos intercambios comunicativos inciden especialmente en lo gestual (algo que comparten las cuatro piezas del programa), así como en los sonidos que acompañan a dichos gestos, en paralelo a una suerte de lenguaje fonético inventado que procura tender puentes en diversas situaciones de socialización: desde el saludo inicial que nos dio la bienvenida al concierto a un vino que sirve de excusa para movilizar musicalmente diversos objetos sobre una mesa.
Dispuesta entre las sucesivas partes en las que se han fragmento Retrouvailles y The Cold Trip, pudimos escuchar Grapefruit, propuesta de Yoko Ono enmarcada en el periodo Fluxus de la compositora nipona, aquí concretado en un libro de artista que sirve a los intérpretes para tomar sus textos y crear situaciones musicales que activen su creatividad: algo en lo que LAB51 ha estado realmente brillante, tanto en la inserción de un pasaje de respiraciones en Retrouvailles como, muy especialmente, en el que fue uno de los momentos verdaderamente mágicos de este concierto: su conversión en música del texto “Use any piece of wood. Make different sounds by using different angles of your hand in hitting it”, que encontramos en las páginas de Grapefruit. La sensación de estar asistiendo a una creación tan sorprendente y especial se vivió hasta físicamente en la sala: silenciosamente absorta ante lo realizado por Cerezo y Vargas, de una calidad artístico-musical tan poética y bella como fiel al texto de Yoko Ono.
Dejando activado el pedal de resonancia con una cuña, Magdalena Cerezo desarrolló este pasaje de Grapefruit debajo de su instrumento, arrastrándose bajo la caja del piano y golpeando diversas partes del mismo con su mano para extraer resonancias inauditas. Uno lleva décadas viendo hacer de todo a un piano, pero he de decir que era la primera vez que observaba a una pianista tocar de este modo tan poco ortodoxo como sutil. Mientras, Johanna Vargas creó sonoridades guturales improvisadas que reaccionaban a las del piano, remedando un viento cósmico, de densidades y colores sobrehumanos que nos mostraron la enorme paleta técnica que Vargas ha alquitarado en su trabajo con los Neue Vocalsolisten de Stuttgart, conjunto del que es soprano desde 2020.
Tras una breve pausa para retirar los dispositivos de amplificación utilizados en The Cold Trip, la última partitura del programa vino de la mano de otro compositor que, como Bernhard Lang, fue un excelente conocedor de la tradición europea y un gran amante de la música antigua, que nutrió la génesis de su escritura micropolifónica: György Ligeti, uno de los compositores del siglo XX llamados a perdurar como parte de esa misma tradición. Su apocalíptica y orgiástica Le Grand Macabre (1974-77) sintetiza muchos de sus logros artísticos, antes de reinventarse como compositor en los años ochenta. Derivada de dicha ópera y conocedora de ediciones para diversas plantillas, Mysteries of the Macabre (1988-91) llegó a Coruña en versión para voz y piano, rompiendo las tablas de la ley y con la irreverencia que la caracteriza: aquélla que es propia, únicamente, de quien conoce y domina esas tablas hasta su mismo tuétano.
El look escolar de Johanna Vargas y Magdalena Cerezo encierra no pocas lecturas en dichas claves, pues escenifica el choque entre una libérrima soprano que insufla nuevos aires al apolillado mundo de lo académico y una pianista que, representando la oficialidad del biempensantismo armónico, se atreve a salirse fuera de las normas de lo establecido, en progresivo diálogo con una Vargas nuevamente espléndida, además de en un papel que casa a la perfección con su infalible técnica y coloratura. A ello le sumamos no poco humor, sensualidad, ecos de la música popular y una puesta en escena que es deudora, como lo había sido The Cold Trip, de la mismísima Patti Smith.
Otro aspecto a destacar, ya no sólo en Mysteries of the Macabre, sino en el conjunto del concierto, es la profunda asimilación de estas partituras que LAB51 aquilata, algo nada común en un territorio, el gallego, en el que a menudo los conciertos de música contemporánea son flor de un día (y de pocos ensayos más), sin integrar dichas partituras en eso tan importante que señalamos al comienzo de esta reseña: la creación de un repertorio contemporáneo estable con piezas de verdadera trascendencia, como las del propio Ligeti. ¿Cómo, si no es mediante un trabajo serio y continuado, se podría llegar a la compenetración mostrada por Cerezo y Vargas en sus unísonos en registro agudo, clavados a tempo tras secuencias polirrítmicas endiabladas en un piano que comparte mecanismos con los coetáneos y magistrales Études (1985-2001) ligetianos?
Genialidad en estado puro, la del compositor húngaro, y nueva interpretación para el recuerdo, de un dominio técnico, artístico y teatral espectacular que cautivó al público reunido en este concierto matinal, ambientado todo él con juegos de luces y una puesta en escena de verdadero club musical. Ese mismo público está llamado, el próximo 14 de mayo, a celebrar, entre los muros del Castillo de San Antón y en medio de las aguas del océano Atlántico, el primer centenario de otro compositor tan sabio y genial como el propio Ligeti, Iannis Xenakis, de quien escucharemos Pléïades (1978-79) en versión del Arxis Ensemble mientras, a cielo abierto, intentaremos divisar el cúmulo estelar que da nombre a esta partitura. Con gran interés asistiremos a tan sugerente invitación, para después contárselo.
Paco Yáñez
(Fotos: Xurxo Gómez-Chao)