SANTIAGO DE COMPOSTELA / Xornadas de Música Contemporánea, ¡por fin toca la JONDE!
Santiago de Compostela. Auditorio de Galicia. 5-VI-2024. Thomas Mittler, trompa. Ensemble Modern & Joven Orquesta Nacional de España. Director: Pablo Rus Broseta. Obras de Sotelo, Ligeti, Arias y Benjamin.
Con los ecos del soberbio concierto del Arditti Quartet en el Festival RESIS todavía resonando, comenzaron las Xornadas de Música Contemporánea de Santiago de Compostela, cita de trayectoria errática donde las haya a lo largo de sus varias décadas de discontinua existencia. De ello es un paradigmático eco su actual formato, en el que cada dos años padecemos una edición decepcionante; mientras que, cuando toca proyecto bianual de la Joven Orquesta Nacional de España, el nivel de la programación sube como la espuma y se ajusta a lo que se espera de unas jornadas de este tipo (muy lejos, por tanto, de lo que otras instituciones locales presentan cada año; en algunos casos, rozando el ridículo en un festival de música contemporánea que se precie).
Así pues, felices de que en 2024 toque la JONDE, lo estamos aún más por el hecho de que su proyecto formativo involucre este año en Santiago de Compostela a profesores tan ilustres como los que compartirán sesiones de trabajo y conciertos en el Auditorio de Galicia con los músicos de la JONDE: el Ensemble Modern, el Trío Arbós y Joan Enric Lluna; todos ellos, bajo la dirección de Pablo Rus Broseta.
Juntos intentarán reeditar el éxito del que hace dos años les dimos cuenta en Scherzo, cuando la JONDE llegó a las Xornadas acompañada del PluralEnsemble y Fabián Panisello. El formato en 2024 vuelve a ser muy similar, incluyendo obras de algunos de los más grandes compositores internacionales de las últimas décadas, piezas de autores españoles ya consagrados y estrenos a cargo de jóvenes compositores (este año, además, sin olvidarse de incluir en dicha nómina a un creador gallego, Hugo Gómez-Chao, director artístico de un festival, RESIS, con el que las Xornadas coexistirán durante los próximos días: ¡quién nos lo iba a decir, hace unos años, en Galicia!).
El primero de los cinco conciertos de la JONDE en las Xornadas del 2024 fue un perfecto ejemplo de ello, acompañados sus músicos por algunos de los miembros con mayor peso en el actual Ensemble Modern, como Ueli Wiget, Eva Böcker, Jagdish Mistry, Johannes Schwarz o Sava Stoianov. Con Pablo Rus Broseta al frente, JONDE y EM comenzaron su programa interpretando de imaginum, signorum et idearum compositione. II (2022), partitura de Mauricio Sotelo que nos remite al tratado filosófico homónimo de Giordano Bruno, en el que se relacionan el espacio físico y la dimensión espiritual a través de las vibraciones y la luz del alma. Con dichas bases arma Sotelo una partitura que se convierte en un teatro de la imaginación repleto de partículas rítmicas y armónicas entrelazadas en una tensa microtonalidad en la que resplandecen parciales y armónicos otorgando una miríada de matices al ensemble instrumental.
De ahí provienen las alternancias entre fuertes golpeos y episodios acusadamente rítmicos frente a otros en los que se suspende el tempo y se acera el entramado microinterválico, cual hálito que se va expandiendo desde los pulsos de Ueli Wiget en el piano. Sobre ese espacio-espíritu de resonancias evanescentes, el contrabajo adquiere un gran protagonismo, con motivos gestuales que nos remiten al Sotelo más racial, multiplicando capas y estilos en una partitura en la que el compositor madrileño se puede reivindicar como un digno heredero de Charles Ives (aunque no sean pocos los elementos que vinculan velocidad, armonía y color en un sentido ligetiano, lo que compactó aún más el programa). Este gran acelerador de partículas musicales que es de imaginum, signorum et idearum compositione. II (un buen ejemplo de la depuradísima escritura de Mauricio Sotelo), conduce sus múltiples velocidades rítmicas y secuencias armónicas hacia un final que las homogeniza, rubricando una bella y potente versión.
Como todo el último Ligeti, su Hamburgisches Konzert (1998-99, rev. 2003) es una partitura de extrema dificultad a la hora de ser interpretada, ya no sólo por los endiablados y fluctuantes campos armónicos que el compositor húngaro trama entre la trompa solista y las cuatro trompas naturales integradas en el ensemble, sino por la complejidad de dar exacta cuenta de los ritmos y del poliestilismo que se sintetizan en los siete movimientos de este concierto.
Parte de esa dificultad en la basculación entre sonidos temperados y no temperados (así como la relación entre los mismos) se manifestó desde un Praeludium que puso en apuros a los jóvenes trompas de la JONDE, esforzados en crear esas densidades microtonales que provocan la sensación de que la música fluctuase cual plasma. En el segundo movimiento priman los juegos de llamadas, las redes de pulsos rítmicos y la inventiva tímbrica del genio húngaro, sintiéndose aquí la JONDE más cómoda; mientras que en el tercero brillan los ecos del Trío para violín, trompa y piano (1982) y, por ello, influencias de músicas no europeas, con el Ligeti tan característico de los años 80 y 90: inconformista e iconoclasta hasta sus últimos días, aunque en algunos pasajes la inventiva del gran compositor de décadas atrás haya perdido mucho, cayendo en manierismos un tanto gastados. De ello es un buen ejemplo el solo de trompa que protagoniza el Intermezzo, pues, por más que Thomas Mittler haya destacado, es un solo escaso de imaginación y abundante en lugares comunes mucho más logrados previamente en piezas para trompa como el Appel interstellaire (1971) de Messiaen.
Más genuinamente ligetiano suena Mixtur, Kanon, con sus encadenamientos de violín, percusión, flauta, viola, violonchelo y, progresivamente, todo un ensemble bien puntuado rítmicamente para dar cuenta de un Ligeti post-nancarrowiano de endiabladas métricas, quizás el aspecto técnico más logrado del húngaro en su última etapa, con sus inestables flujos melódicos y sus capas armónicas entrechocando, antes de adentrarse en el espectralismo del quinteto de trompas, progresivamente ampliado por maderas y cuerdas: muy bien trabajadas las disonancias y modulaciones microtonales en un cuarteto de trompas naturales aquí más entonado dentro de un juego de resonancias en la lejanía que nos ha recordado al Concierto para piano (1985-88) de Ligeti. Con el más lúdico Capriccio (en nuevos ecos del Concierto para piano, aunque aquí de una inventiva más roma y pobre), llegamos a Hymnus, movimiento final que, a pesar de la ascendente interpretación de la JONDE, muestra lo problemático del Hamburgisches Konzert en sí, una obra no del todo lograda dentro del último Ligeti.
Si Ligeti enfatizaba en su música una dimensión netamente plástica y visual, muy presente desde obras como Apparitions (1958-59), qué decir de Traces of the Blast (In Aftermath of Explosion) (2024), partitura para 25 músicos de Helga Arias cuyo estreno mundial, fruto de un encargo de la JONDE, disfrutamos en este concierto, sumando una nueva pieza de gran altura artística y musical al catálogo de la compositora bilbaína.
Resulta imposible no pensar en la escena final de Zabriskie Point (1970) tras escuchar los primeros minutos de Traces of the Blast, en los que la JONDE va activando sucesivas detonaciones cual si viésemos (como en la película de Antonioni) una explosión desde diversos ángulos y distancias, por lo que las dinámicas y la cantidad de materia que percibimos eclosionar en cada deflagración cambia compás a compás, mostrando la sucesiva elongación y calidades en las rugosidades de la onda expansiva, hasta alcanzar las últimas resonancias del estallido en violines, flautín y thunder sheet.
Pero no se queda ahí cada episodio en la vida de estas reverberaciones, pues al proceder a reenfocar la explosión, Arias reconstruye dichas secuencias casi cual si de una retrogradación textural no estricta se tratara, conduciéndonos al embrión del siguiente estallido en la percusión, seguido de técnicas extendidas en el piano y toda una serie de patrones métricos irregulares con un punto de oscura sensualidad que me ha recordado a la Lulu (1929-35) de Alban Berg, con sus coros disonantes y polirritmias en los metales, mostrando el lado más agresivo y virulento de Helga Arias. Esos continuos Big Bangs musicales proceden a expandir el espacio acústico, hasta que finalmente Arias sigue de forma microscópica el recorrido de la última onda emanada de dichas deflagraciones: proceso de disolución de la materia en la que, cual partícula fractal, se concentra y replican los modelos armónicos precedentes, en un tenuto delicadísimo de las cuerdas con las maderas sin tono como trasfondo rugoso (pasajes en los que Traces of the Blast tiene algo del complejo Ligeti micropolifónico). Es por ello que ese eco que parece llamado a extinguirse aún conocerá otras formas de postrera reverberación, ya en la sobrepresión de las cuerdas, en el piano intervenido, en las resonancias ruidistas del viento o en las fricciones en la percusión: densificación en la que Helga Arias muestra no pocos rastros del mejor Grisey, creando una suntuosa sonoridad postespectral.
En sus compases conclusivos, Arias crea un último halo mágico, emplazando dos EBows en un cordal del piano también rozado con sedales: continuo sobre el que se van deslizando hacia el silencio fricciones de arco en la percusión, ponticello en las cuerdas y un progresivo morendo que parece el cortejo fúnebre del último fotón emanado de la explosión germinal, la sinestésica transformación de la luz en silencio. Una belleza.
Cerró el programa George Benjamin, compositor que, en su faceta de director, estrenó en el año 2001 la primera versión del Hamburgisches Konzert de Ligeti. De Benjamin escuchamos Three Inventions (1993-95), obra bien conocida por un Ensemble Modern que no sólo la estrenó, sino que la grabó en enero del 2000 bajo la dirección del compositor londinense. De ahí viene el buen hacer escuchado en Santiago a músicos que, como Jagdish Mistry o Ueli Wiget, eran parte del Ensemble Modern en aquel registro en vivo en Ámsterdam; no dejando Wiget de transmitir impulsos a una JONDE en la que los ritmos y los colores se multiplican con una impronta nuevamente ligetiana.
La versión escuchada en Compostela incidió en esa suerte de ‘Alicia a través de un espejo deformante’ que, cual si de un George Benjamin-Carroll se tratase, insufla al ensemble rarificaciones, melodías delirantes y armonías grotescas entre la ligereza y la pesadilla, antes de adentrarse en una tercera invención en la que los instrumentos de registro grave en maderas y percusión ganan mucho peso, con dos grandes bombos que rubricaron una interpretación muy notable para abrir como es de recibo una Xornadas de Música Contemporánea a las que, tras dos años, por fin vuelve la JONDE.
Paco Yáñez
(Fotos: JONDE – Manu Vidal)