MÚNICH / Exitoso debut de la Orquestra Sinfónica do Porto Casa da Música en el ciclo musica viva
Múnich. Prinzregententheater. 28-IX-2024. Arditti Quartet. Orquestra Sinfónica do Porto Casa da Música. Dirección de sonido: António Cardoso. Dirección musical: Stefan Blunier. Obras de Nunes y Lachenmann.
El pasado 28 de septiembre tuvo lugar, en Múnich, el concierto räsonanz que cada año promueve la Ernst von Siemens Musikstiftung dentro del ciclo musica viva de la Bayerischer Rundfunks; un evento que en 2024 ha tenido como agrupación invitada a la Orquestra Sinfónica do Porto Casa da Música (OSPCM), formación que no sólo efectuaba su debut en esta prestigiosa serie bávara de música contemporánea dirigida por Winrich Hopp, sino que se convertía (hasta donde tengo noticia) en la primera orquesta de la península ibérica en tocar en musica viva, pasando a formar parte, así, de la historia de uno de los ciclos que más estrenos y nuevo repertorio ha potenciado desde que en 1945 Karl Amadeus Hartmann fundase esta serie de conciertos con la que la Casa da Música mantiene toda una red de encargos conjuntos que hacen del principal auditorio de Oporto (como nos comentó en entrevista para Scherzo su director artístico, António Jorge Pacheco) una institución muy sólidamente conectada con Europa a través del respeto al trabajo de los compositores como mejor forma de servir a la música.
Dos perfectos ejemplos de esa colaboración basada en el respeto artístico y en los proyectos a largo plazo nos los ofrecen Emmanuel Nunes y Helmut Lachenmann, dos creadores que no sólo fueron compositores residentes en Casa da Música (en los años 2007 y 2015, respectivamente), sino que vieron cómo sus obras eran programadas en repetidas ocasiones tanto dentro como fuera de Oporto, llevando el Remix Ensemble y la OSPCM en sus giras partituras que, como Ruf (1975-77, rev. 1982), de Emmanuel Nunes, sirvieron de carta de presentación para las agrupaciones de Casa da Música y como embajadoras de la cultura portuguesa, de lo cual fue una buena muestra el propio estreno de Ruf en España, a cargo de la OSPCM el 11 de octubre de 2014, con Baldur Brönnimann como director en el Auditorio Nacional de Música.
Diez años después, en musica viva ha sido el actual titular de la OSPCM, el suizo Stefan Blunier, quien se ha puesto al frente de un programa que, asimismo, conmemoró el medio siglo que en 2024 celebramos de la Revolución de los claveles, a través de dos compositores con una dimensión política en lo musical tan evidente (aunque no necesariamente explícita ni, mucho menos, panfletaria) como Emmanuel Nunes y Helmut Lachenmann; enraizando, paralelamente, sus universos estéticos en la música germánica (de lo cual la segunda partitura del programa, la lachenmanniana Tanzsuite mit Deutschlandlied (1979-80), es un ejemplo palmario; mientras que, en el caso de Nunes, tendríamos que realizar tal filiación, por lo que a Ruf se refiere, a través de Gustav Mahler y Karlheinz Stockhausen). A mayores, el hecho de escuchar ambas obras en un espacio como el (tan bayreuthiano) Prinzregententheater de Múnich multiplica esas filiaciones germánicas, redoblando en el oyente la sensación de vivir ese continuo entre espacios, tiempos y estéticas que es la gran música europea, independientemente de la nacionalidad del compositor que la haya escrito (o incorporando sus matices diferenciales, como el proyecto de unidad en la diversidad que deberíamos ser).
Como en Madrid, hace una década, en Baviera la OSPCM se ha vuelto a decantar por la versión de Ruf con cinta magnética, opción que no sólo confiere todo su esplendor a la partitura de Emmanuel Nunes (reforzada en el Prinzregententheater por el gran trabajo de António Cardoso en la proyección sonora), sino que refuerza los vínculos con Stockhausen, a través de la tan sutil e intrincada red que entre electroacústica y orquesta hilvana el compositor lisboeta, haciendo que la estructura de Ruf en ritmo, armonía, timbre y dinámicas se vea condicionada —como tantas veces sucede en Stockhausen— por una concepción postserial que trabaja de forma ya no tanto individualizada, sino totalmente interactiva, dichos parámetros, alcanzado unos niveles de abigarramiento deslumbrantes.
Tan condicionado como lo está Stefan Blunier, en cuanto a ritmo, por los marcos puramente cronométricos que impone la cinta magnética, el director suizo puso el énfasis en tres aspectos que diría han preponderado en su lectura de Ruf: la intensidad, la transparencia y las filiaciones históricas. Los dos primeros aspectos dominaron el comienzo de la obra, en el que Blunier imprimió expresividad a la partitura con su tan fogosa búsqueda del impacto sonoro, algo que se refuerza por la soberbia acústica del Prinzregententheater, que hace que el oyente crea estar dentro de la propia orquesta: inmersión que agudiza la banda magnética.
A mayores (o, en buena medida, por esa tan acusada inmersión acústica), la percepción del trabajo de espacialización orquestal gana, así, muchos enteros, y en ello hay que destacar no sólo la labor de Stefan Blunier, sino a la propia OSPCM, una agrupación cuya larga relación con la música de Emmanuel Nunes posibilita el que los complejísimos contrapuntos armónicos y tímbricos, dentro de una orquesta reinventada en la disposición de sus atriles (destacadamente, en la cuerda), hayan sido percibidos con total detalle en Múnich, apuntalando a la orquesta de Casa da Música como la gran especialista actual en la obra del lisboeta (de lo cual hemos tenido en 2024 ejemplos tan fastuosos como su interpretación, con Sylvain Cambreling al frente, de Nachtmusik II (1981, rev. 2000), el pasado 20 de enero). Ruf no llega a tal polimorfismo en la reformulación del espacio orquestal, pero, como tantas veces sucede en Nunes, dichos matices en la alteración de las rutinas espaciales crea una nueva topología musical que, unida a la complejidad de sus estructuras armónicas y a sus planteamientos matemáticos, nos mantiene en constante estado de tensión por lo intrincado de sus desarrollos y por cómo éstos se colorean en la orquesta al pasar de atril en atril, en una idea netamente germánica del desarrollo por variación.
El tercer aspecto que destacaría en la dirección de Stefan Blunier es cómo enfatizó, en el tramo final de Ruf, los ecos históricos procedentes de la mahleriana Das Lied von der Erde (1908-09), mostrando el gran amor de Nunes por el compositor bohemio y cómo el concepto mahleriano de pieza orquestal netamente camerística influyó en su propia creación musical. Blunier confiere una acongojante expresividad a dichos ecos, convertidos en sombrías reverberaciones que recorren la orquesta cual espectros emanados de La canción de la tierra y disueltos entre las brumas de la OSPCM, lo cual crea una continua irrupción de primeras voces esfumadas sobre un trasfondo en el que toda la claridad estructural de las primeras secciones de Ruf parece fundirse en un lienzo textural digno de William Turner: irreversibilidad del tiempo histórico que Ruf pone en cuestión como realidad puramente lineal.
No es baladí que esos ecos históricos hayan sonado (y de este modo) en musica viva, un ciclo de conciertos nacido sobre los rescoldos de una Segunda Guerra Mundial en cuyos bombardeos fue destruida la Münchner Tonhalle, auditorio en el que en 1911 Bruno Walter estrenó Das Lied von der Erde. Que Ruf haya llegado a la capital bávara, cuando se cumplen ochenta años de la desaparición de la Tonhalle, alquitarando así un compositor portugués (de trayectoria y espíritu tan europeos como Nunes) las corrientes seriales directamente emanadas de la reinvención del estilo germánico tras el gran trauma de la guerra, es un auténtico alineamiento de los astros musicales, superponiendo, como en el final de Ruf, capas y ecos históricos que atraviesan continuas metamorfosis en busca del silencio. A mayores, que Stefan Blunier nos haya ofrecido una lectura tan pertinente, en lo conceptual, y tan interesante, a nivel estético (siendo la primera ocasión en que dirigía la música de Nunes), nos hace conscientes de que, pese a su severa complejidad, las partituras del compositor lisboeta son un patrimonio europeo que debería sonar de forma más frecuente en los auditorios de nuestro continente (si queremos avanzar en el camino de una comunidad cultural articulada; cosa que parece hoy más lejana, incluso, que cuando en 1986 Portugal y España ingresaron en la Unión Europea).
Tras tan sobrecogedora interpretación, la segunda parte del concierto tuvo como protagonista a un Helmut Lachenmann que, finalmente, no pudo estar presente en Múnich. Sí lo estuvo su música: la imponente y asimismo repleta de ecos históricos Tanzsuite mit Deutschlandlied, una de las partituras lachenmannianas con las que la OSPCM mantiene una relación más continuada, como demuestra el hecho de que en el séptimo y último volumen de la serie Lachenmann Perspektiven (editada por Breitkopf & Härtel) sea precisamente la Sinfónica do Porto la orquesta que protagonice dicho DVD, con los ensayos y el concierto que Lothar Zagrosek dirigió en Casa da Música en marzo de 2015.
Nueve años después, y de nuevo con los miembros del Arditti Quartet como solistas, hemos asistido a una versión incluso más vívida y expresiva, teniendo aquí la posibilidad Stefan Blunier de jugar a gusto con el ritmo: parámetro crucial en una obra en la que Helmut Lachenmann reinventa tímbricamente, con su inconfundible sintaxis (una musique concrète instrumentale que en Tanzsuite tiene una de sus muestras más esplendorosas), algunas de las formas europeas de baile tradicionales, como el vals, la tarantela, la giga, la polca, el galop o la siciliana, entre otras. Todas ellas se construyen de forma entreverada entre cuarteto y orquesta, en un auténtico festín sonoro como pocas veces se puede escuchar en vivo de este modo, tanto por la asimilación tan aquilatada que la OSPCM ha afianzado de la estética lachenmanniana como por la transparencia que el Prinzregententheater nos ofrece: un recinto en el que hasta las técnicas más delicadas de Tanzsuite, como el roce del arco contra las clavijas, se escuchan perfectamente (situación, por la contra, tan frustrante en otros auditorios de mayor tamaño y peor acústica, en los que uno ve cómo se efectúa esta técnica en las cuerdas, pero no llega a escuchar nada).
Así, desde las primeras exposiciones de dicho roce en el violín del incombustible Irvine Arditti, en la Introducción para cuarteto solo, y hasta su final floración en las cuerdas de la OSPCM, en los últimos compases de la Coda, hemos recorrido un auténtico vergel tímbrico en el que la reinvención de la orquesta da varias vueltas de tuerca sobre unas bases rítmicas que rubrican, como Nunes lo hacía en Ruf, esa fe en Europa como el espacio de humanismo y utopía que tanto necesitamos en un momento de profunda crisis de identidad (basta repasar los últimos resultados electorales en Centroeuropa y comprobar cómo el huevo de la serpiente reaparece, camuflado bajo un guante blanco que no encierra más que nuevas formas de exclusión, intolerancia y destrucción de la gran cultura europea, en un movimiento que se acaba volviendo contra los mismos que lo promueven, cual siniestro búmeran suicida —pensemos en lo sucedido en 1944 con la Tonhalle donde La canción de la tierra fue estrenada: parte de la destrucción de esa Múnich en la que el Nationalsozialistische Deutsche Arbeiterpartei daba sus primeros pasos nueve años después del estreno de una partitura cuyo compositor, Gustav Mahler, sería censurado por el propio aparato nazi—).
Todo ello nos recuerda la importancia de comprender la música como una realidad no sólo técnica y estética, sino política y ética, en el sentido de crear una polis europea como verdadero archipiélago cultural de entendimiento y convivencia. Para su consolidación, y para que el público asuma como propia esa cultura musical (no sólo la tradicional, sino la actual), es fundamental que las orquestas creen (y crean en) el nuevo repertorio, trabajándolo desde el respeto y la excelencia con los propios compositores. Desde esa base es como se adquiere un prestigio internacional y por qué determinadas orquestas se presentan en los centros neurálgicos de la nueva música europea, como la OSPCM el pasado 28 de septiembre en Múnich. La larga ovación tributada al Arditti Quartet, a la Orquestra Sinfónica do Porto Casa da Música y a Stefan Blunier al final de Tanzsuite fue el mejor ejemplo. Quizás parte de ese público se había sorprendido previamente al ver en cartel a una orquesta portuguesa en tal repertorio, aunque con la primera entrada de los músicos lusos se le habrá despejado cualquier duda sobre la calidad que hoy ofrece la orquesta de Casa da Música. Quienes quieran disfrutar de ella, el próximo 8 de octubre, a las 20h, la Bayerischer Rundfunks retransmitirá este mismo concierto, con las muchas virtudes que aquí hemos glosado.
Paco Yáñez
[fotos: Bayerischer Rundfunks – Astrid Ackermann]