MADRID / Estelar y desigual cuarto reparto de ‘Tosca’
Madrid. Teatro Real. 21-VII-2021. Puccini, Tosca. Anna Netrebko, Yusif Eyvazov, Luca Salsi. Director musical: Nicola Luisotti. Director de escena: Paco Azorín.
Sin duda, Anna Netrebko es una de las estrellas del vibrante cielo operático actual. La sostiene un cúmulo de facultades y una carrera que, en poco tiempo, ha transitado por las distintas tesituras sopraniles. Comenzó siendo una soprano lírico ligera, de sólidos y suntuosos medios, para evolucionar hacia lo lírico puro y alcanzar lo dramático. Digamos que fue desde Lucia a Lady Macbeth pasando por Mimí y Traviata. El papel de Floria Tosca demanda un poco de todo y resulta especialmente querido por líricas de solidez y sólidas de lirismo.
Netrebko está provista de todos los instrumentos para tal tarea. Apenas aparece, es fácil ver en ella a la sensual, graciosa, neurasténica y apetitosa heroína. Es desenvuelta y seductora. La voz fluye, carnosa y esmaltada, rica en registros y bien regida. Luego, a partir del segundo acto, hace falta una actriz capaz de desgarro y patetismo y ahí Netrebko se muestra débil. Incluso al intentar un efecto de spinto en el agudo, el órgano tiende a descolocarse. Nada digamos de las extravagancias visuales impuestas por el regista Azorín.
Eyvazov fue un Cavaradossi demasiado desigual. Sus medios son generosos: bello timbre, amplitud de registros, técnica sana que permite exponerlos con comodidad. Como cantante es de estrecha desenvoltura. Canta a todo tren, goza de las notas infinitamente tenidas, frasea pobremente y saca escaso partido a un rol pródigo en agradecimientos. En escena, rinde poco y nada, y no parece preocupado por la faena.
La estrella de la noche fue Salsi como Scarpia. Con un órgano de barítono noble, de bella madera y desenvoltura imperial, compuso un personaje a la vez siniestro y exquisito, astuto y repugnante, todo por un juego refinado de matices, poses desenvueltas y cambios de temperamento de memorable riqueza.
La ópera tiene comprimarios lucidos y así lo consiguieron Valeriano Lanchas (Sacristán), Gerardo Bullón (Angelotti) y Mikeldi Atxalandabaso (Spoletta). En cuanto a Luisotti en el podio, lo memorable y magistral siguió siendo un seguro. La partitura resplandeció de colores, de contrastes expresivos, de climas, de eventos narrativos y de una musculosa noción de conjunto. Al coro, como siempre, le costó poco lucirse y la orquesta permitió al director pintar su colección de escenas y paisajes con lujo de tonos (dicho en plan pictórico) y hasta intervenciones solísticas en el tercer acto. Nada digo de la puesta en escena, ya reseñada en esta columna.
Blas Matamoro
(Foto: Javier del Real)
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Crítica del primer reparto.
Crítica del segundo reparto.