MADRID / No la toques ya más, que así es la ‘Tosca’
Madrid. Teatro Real. 4-VII-2021. Puccini: Tosca. Sondra Radvanovsky (Tosca), Joseph Calleja (Mario Cavaradossi), Carlos Álvarez (Scarpia). Coro y orquesta del Teatro Real. Director musical: Nicola Luisotti. Director de escena. Paco Azorín.
Tosca, forjada por Puccini, Illica y Giacosa, es una de las obras maestras de la teatralidad. No le sobra un minuto ni le falta ninguna tensión, ni falla ninguna oportunidad de relajamiento para que las tensiones se justifiquen. Hay en ella un poco de todo, desde el soliloquio hasta los conjuntos, dúos de amor, torturas, fusilamientos, la soprano y el barítono disputándose al tenor, un amanecer en la Roma romántica, más el melodismo infatigable de don Giacomo y su exquisitez armónica y orquestal. Si la vas a hacer, repite el consejo de Juan Ramón: no la toques ya más, que así es la Tosca.
Azorín no siguió a Juan Ramón y urdió una lectura alegórica de la pieza, con una mujer desnuda representante de la Revolución francesa, lo que rompe la propuesta verista del original: esto pasa en Roma el día de la batalla de Marengo, en la iglesia tal, el palacio cual y el castillo pascual. El primer acto molestó por el espacio con cachivaches, el segundo molestó por su desnudez de patio carcelario y el tercero molestó por un techo metálico de estación ferroviaria, de modo que nada se entendió, a poco que intentáramos seguir el hábil libreto. Todo se puede hacer en el teatro, menos ser ineficaz con el juego escénico. Estos personajes corriendo, empujándose, sentándose en el suelo y tendiéndose sobre solados y techos, ante fondos normalmente oscuros y grises, se llevaron por delante la obra maestra de Puccini.
El reparto resultó desigual. Radvanovsky estuvo cimera en toda la gama: insolencia vocal, esmalte y anchura de registros, fraseo intenso y siempre motivado, densidad expresiva, bella figura, fluidez escénica, tanto y tanto que debió bisar Vissi d´arte ante la interminable ovación. Álvarez, voz imponente y canto nobilísimo, no es, sin embargo, un verista ni en el decir ni en el actuar. Brilló y, a la vez, se lo vio incómodo ante la ausente dirección actoral. Calleja resultó desparejo. Conserva bello timbre y tuvo aciertos en la media voz y el filado, pero se vio en apuros al elevarse al extremo agudo, mientras su accionar pareció displicente y fatigado.
Luisotti dictó cátedra desde el podio, pues narró con toda la maquinaria y sin molestar a las voces, acarició los exquisitos detalles de la partitura, alternó los climas y consiguió una coloración instrumental de preciosista bordado. Las masas del Real, punteras como siempre. Los coros –de adultos y de niños– se impusieron y hubo solistas en el foso, como la trompa y el clarinete, de auténticas sesiones de concierto.
Blas Matamoro
(Foto: Javier del Real – Teatro Real)