VIENA / Concierto de Año Nuevo: la tercera… a medias
Viena. Musikverein (Sala dorada). 1-I-2023. Concierto de Año Nuevo. Orquesta Filarmónica de Viena. Director: Franz Welser-Möst. Niños cantores de Viena (Wiener Sängerknaben). Niñas cantoras de Viena (Wiener Chormädchen). Ballet de la Ópera Estatal de Viena. Director de vídeo: Michael Beyer.
Tal como comenté en el artículo previo sobre este concierto hace unos días, se subía al podio por tercera vez el austriaco Franz Welser-Möst. Señalé entonces que los antecedentes de los conciertos previos de este director no sugerían el mayor optimismo. ¿Han sido mejores los resultados en esta ocasión que en las dos anteriores? ¿Han sido mejores que los de otros conciertos recientes (o, si se es más ambicioso, que los históricos que están en la mente de muchos)?
Respecto a la primera pregunta, y sin que quiera eludir la respuesta, la sensación es que sí, que este concierto ha sido mejor que los dos anteriores del maestro de Linz, fundamentalmente porque Welser-Möst (en adelante WM para abreviar) se ha esforzado de manera muy notoria por parecer y resultar más sonriente y desenfadado. Lo ha conseguido… a medias.
No puedo dejar de pensar que la abrumadora mayoría de piezas que se interpretaban por primera vez en el Concierto de Año Nuevo obedecía a un propósito que iba más allá de la novedad: evitar comparaciones con interpretaciones anteriores. La información proporcionada por la Filarmónica de Viena hablaba de catorce de las quince piezas (excluyendo propinas) como primicias. En realidad, y consultados los archivos de la propia Filarmónica, no eran catorce sino trece, porque la polca Heiterer Muth (Espíritus alegres) de Josef Strauss figuró en el Concierto de Año Nuevo de 1948 que dirigió Clemens Krauss. No fue este el único error en la información proporcionada por los vieneses, porque la intervención del Coro de Cantores de Viena (niños y, por primera vez, niñas) se anunció inicialmente para la polca mencionada y también en la polca rápida Para siempre del mismo autor, pero en realidad la intervención coral solo se produjo en la primera de ellas.
Esta profusión de novedades tenía también un foco especial en Josef Strauss, autor de ocho de las quince piezas del programa especial. Lo cierto es que, tras escuchar el concierto, uno se queda con la sensación (también apreciada, aunque lógicamente en menor proporción, en las novedades de algunas ediciones anteriores del evento) de que muchas de estas novedades podían haber permanecido en el olvido sin especial pérdida para la audiencia. Ya me entienden.
Curiosamente, buena parte de las mejores novedades no procedían de la pluma de Josef. Sirvan de ejemplo la chispeante polca rápida Frisch heran (Recién llegados) de Johann Strauss hijo, la obertura de la Opereta Isabella de Franz von Suppè, con su encantador sabor español, o la Polca de las Campanas y Galopp del Ballet Excelsior de Joseph Hellmesberger hijo, simpática y muy bien tocada.
Por el contrario, buena parte de las obras de Josef simplemente no terminaban de funcionar. Sirvan de ejemplo los valses Heldengedichte (Poemas heroicos), Perlen der Liebe (Perlas de amor) o Zeisserln (Jilgueros).
WM es, como ya apuntamos en el artículo mencionado, un director técnicamente muy preparado que sabe lo que trae entre manos. Pero no es, por decirlo en román paladino, la alegría de la huerta dirigiendo. Y esta música necesita justamente eso: alegría, chispa, sonrisa, travesura pícara… Sin todo eso, la música de los Strauss parece un jardín sin flores. WM es director sensible, tiene una técnica y un gesto claros, y su entendimiento con los filarmónicos es evidente. Sabe muy bien que en un concierto como este hay que apuntar y sugerir más que otra cosa, porque lo que no puede ni debe es interferir.
Tiene muchas cualidades, pero las del desparpajo, la sonrisa, la efusión vital, no son las que más le caracterizan. Hoy se le vio esforzado en el gesto y en la expresión, por transmitir algo de esa alegría sin la que esta música parece descafeinada. Lo consiguió más que en ocasiones anteriores, pero aún así deja, al menos a quien esto firma, la sensación de que algunas obras (la mencionada obertura de Suppè, la también mencionada Frisch heran! o las polcas Angelica y Heiterer Muth (impecablemente cantada por los chavales) podrían haber tenido bastante más desenfado que el que tuvieron.
Entiéndaseme bien. Cuando se cuenta con una orquesta como la Filarmónica de Viena en un repertorio como este, que la cosa vaya mal roza el filo de lo imposible. Hoy tocaron, presididos por el concertino Volkhard Steude, de manera gloriosa. Pero apreciando tanto esa perfección como el indudable y encomiable esfuerzo de WM en lo que vale, lo cierto es que su contribución, pese a ser la mejor de las tres presenciadas hasta ahora, queda un tanto corta cuando se recuerdan conciertos pasados, tanto los más memorables (Kleiber, Karajan) como algunos extraordinarios (muchos de los de Maazel, y los de Jansons o Harnoncourt, por ejemplo). Las propinas (el Galope de los bandidos y el Danubio azul de Johann Strauss hijo, y la inevitable Marcha Radetzky, de Johann Strauss padre), donde las diferencias con maestros que sí dominan esta música se hacen más patentes, evidenciaron hasta qué punto esa afirmación es cierta.
Los hados, además, no sonrieron a WM, al menos en la transmisión española. Por razones que ignoro, pero supongo que técnicas, la primera parte fue emitida con un molestísimo desfase entre imagen y sonido. Por añadidura, me atrevo a aventurar que algo le ocurría al maestro de Linz. Su rostro se antojaba hinchado (muy notablemente respecto al que presentaba el documental del intermedio) en lo que muy bien podría ser una consecuencia de algún tratamiento médico (¿corticoides?). Al que suscribe le sorprendió lo que pareció una emoción evidente (¿relación con algún mal físico?), hasta inesperada en alguien como él, en su breve parlamento antes de felicitar el año nuevo. WM citó las palabras de Friedrich Nietzsche: “La vida sin música sería un error. Con gran optimismo y esperanza, La Filarmónica de Viena y yo les deseamos feliz año nuevo”.
El refranero nos dice aquello de “a la tercera, fue la vencida”. Podríamos decir, en este caso, que sólo parcialmente. El concierto fue mejor que los dos anteriores de WM, pero, en parte por la selección del repertorio y en parte por las propias características del maestro, quedó muy corto en esos ingredientes que antes comentamos y sin los que esta música pierde buena parte de su sustancia.
Dejo a los expertos en danza su valoración de las tres contribuciones del ballet de la Ópera Estatal (Perlen der Liebe y Auf und davon —Arriba y lejos— ambas de Josef Strauss, además del Danubio azul). En 2024 nos aguarda, por segunda vez, Christian Thielemann que, desde parámetros radicalmente diferentes, también despertó opiniones encontradas en su primera comparecencia, el año 2019. A la tercera, fue la vencida de Welser-Möst… a medias.
Rafael Ortega Basagoiti