Víctor y Luis del Valle

Nacidos en Vélez-Málaga en 1980 y 1983, respectivamente, Víctor y Luis del Valle forman una de las parejas artísticas más asentadas de la actual música española. Ganadores en 2005 del prestigioso ARD International Music Competition de Múnich, los hermanos Del Valle se han impuesto desde entonces en escenarios de medio mundo por la mezcla de rigor, pasión y maestría técnica de sus interpretaciones, tanto en su formación esencial de dúo, como colaborando con orquestas o en compañía de otros solistas. El próximo 20 de octubre debutan en el Ciclo de Grandes Intérpretes de la Fundación Scherzo con un programa exigente, lleno de atractivos y alguna curiosidad. Actualmente, Víctor y Luis del Valle compaginan la actividad concertística con su labor docente en los Conservatorios Superiores de Madrid y Málaga. En todo ello, como se verá, el buen humor resulta también imprescindible.
(…) ¿Cuándo y por qué deciden constituirse en dúo de pianos estable?
V: Yo creo que nunca lo decidimos.
L: ¡Yo todavía lo estoy pensando! [risas]
V: Las cosas han ido saliendo así. Empezamos cuando coincidimos estudiando en la Escuela Superior de Música Reina Sofía, animados por nuestro profesor Dmitri Bashkirov. Pensamos que en un principio lo hizo como diversión, para darle más variedad a los conciertos de clase. No habría tenido antes a dos hermanos al mismo tiempo bajo su tutela y le haría gracia. Sin embargo, de inmediato, al terminar la primera clase juntos nos miró muy seriamente y nos dijo basculando su dedo índice con su particular castellano: “¡Hermanos! ¡No forgot! ¡Este muy importante! ¡¡Bueno dúo!!”.
L: Desde entonces empezó a exigirnos paralelamente repertorio solista y repertorio de dúo.
V: A principios del curso siguiente se presentó con una inscripción para participar en la 54ª edición del Concurso Internacional ARD de Múnich. Imagínese la ilusión que pudo hacernos que alguien como Bashkirov pensara que teníamos la preparación suficiente como para participar en un evento de ese nivel. Inmediatamente nos pusimos a estudiar como locos, pero no para ganar, sino por miedo a no hacer un papel digno. ¡Cuál fue la sorpresa cuando vinimos con el premio! Las cosas de la vida: resulta que aquel experimento, o aquella gracia del maestro, salió bien.
Según lo cuentan parece que fue ayer, sin embargo, cumplen ya quince años de carrera actuando en escenarios de más de medio mundo. ¿Consideran que este debut en el ciclo de Grandes Intérpretes les llega en buen momento?
V: Un gran amigo nos dijo un día: “Lo que viene, conviene”. Y, conforme va pasando el tiempo, esas palabras nos van resonando con más y más fuerza. En estos años hemos actuado en multitud de escenarios, investigando al piano constantemente, hemos viajado mucho, hemos grabado, cosechado fantásticas críticas, hemos conocido y colaborado con grandísimos músicos y hemos compartido con ellos momentos para el recuerdo, auténticas experiencias vitales. En realidad, nos ha dado tiempo a plantearnos muchas cosas, y sentimos que este concierto llega en un momento en el que tenemos algo que aportar.
¿Sienten entonces que se encuentran en algo parecido a la madurez?
L: No creemos mucho en eso. Da la impresión de que una vez conseguida esa ‘madurez’ ya no se puede evolucionar, y nuestra intención es no parar.
V: Quizá sí podríamos decir que hemos asentado nuestra identidad artística.
El programa del 20 de octubre incluye música de dos de sus compositores más frecuentados, Schubert y Ravel, junto a una obra de John Corigliano. ¿Por qué este programa?
L: ¡Intentaremos explicarlo sin hacer spoiler! Partiendo de que son obras con las que comulgamos especialmente, hemos querido elaborar una propuesta que reúna estímulo y cohesión. El estímulo será auditivo y visual, y no únicamente por tocar a cuatro manos en Schubert y a dos pianos en Ravel, pero hasta aquí podemos leer, ya lo verán. Y la cohesión la encontramos en el discurso, ya que, aunque cada compositor tenga su propio dialecto, los tres obedecen a la gramática de una misma lengua. Cada obra se escucha como si de un cuento se tratase. (…)
La música de cámara exige siempre una especial afinidad en los intérpretes. En el caso de la especialidad específica del piano a cuatro manos, eso va aún más allá porque los intérpretes comparten el mismo instrumento, algo que no ocurre en ninguna otra formación musical. ¿Cuáles son las dificultades concretas de la especialidad?
L: ¡La mayor dificultad es precisamente que el resultado no suene a cuatro manos! [risas]. Compartir un piano puede ser muy limitante: físicamente lo es por no poder mover tus brazos libremente (puedes molestar a tu compañero, y mucho), y la búsqueda de una perfecta sincronía puede abocarte a sacrificar ideas musicales realmente valiosas.
V: Nosotros luchamos contra cualquier límite en el discurso, evitamos enjaularnos agógicamente o sacrificar colores sonoros. Perseguimos un ideal en cada momento, y según sea ese ideal trabajamos como locos para no ser un dúo pianístico sino la mejor de las cantantes, un cuarteto de cuerdas top, o un octeto, una orquesta de cámara, un coro de voces blancas, la sección de maderas de la Concertgebouw, el más libre de los pianistas, Meryl Streep en su mejor interpretación o Carlos Kleiber con la Filarmónica de Viena si hiciera falta. [risas]
¿Y cómo preparan el repertorio?
L: Siempre elegimos repertorio que nos apasiona profundamente, hacemos un análisis hermenéutico de las obras, varias sesiones en las que ponemos en común nuestras ideas (hablamos largo y tendido, cantamos mucho más que tocamos) y posteriormente hacemos trabajo individual para luego volver a juntarnos en el piano.
V: Ahí empieza el trabajo más duro, lo llamamos “investigar en laboratorio”, pero es cierto que la mayor parte del tiempo lo sentimos como un juego de experimentos.
¿Y hay muchos desacuerdos en ese laboratorio? ¿Hay que pactar a veces?
L: ¿Desacuerdos? ¡Hay hasta violencia física! [risas] Aunque más por el calor que pasamos en verano y los codazos involuntarios que nos damos al estar sentados tan cerca el uno del otro. La verdad es que en cuanto a la dirección del trabajo musical estamos increíblemente de acuerdo casi siempre. (…)
Pablo J. Vayón
[Foto: Noah Shaye]
(Extracto de la entrevista publicada en el nº 366 de SCHERZO, de octubre de 2020)