Václav Luks (Collegium 1704): más allá del Barroco
Pocas orquestas, de entre las llamadas historicistas, mantienen una actividad tan frenética como Collegium 1074, fundada por Václav Luks en 2005, a su regreso a Praga después de concluir sus estudios de clave en la Schola Cantorum Basiliensis. Tras estos diecisiete años de fecunda actividad tanto en auditorios como en estudios de grabación, Luks es en la actualidad uno de los directores de orquesta más reconocidos dentro de la música barroca. Prueba de ello es la invitación que ha recibido este año por parte de la Handel and Haydn Society de Boston para ser director residente. Además, Collegium 1704 está invitado con regularidad a las salas europeas de mayor renombre, así como a festivales tan importantes como el de Salzburgo, el del Centro de Música Barroca de Versalles, el Chopin de Varsovia o el Bachfest de Leipzig. Collegium 1704, abandonando momentáneamente su hábitat natural, acaba de publicar un cd con la obra de Bedrich Smetana Má vlast (Mi patria), que a buen seguro no dejará a nadie indiferente.
Se ha salido de lo que es su especialidad —el Barroco y el Clasicismo— para meterse de bruces en el siglo XIX. ¿Cómo definiría la experiencia?
Estoy muy satisfecho con el resultado. Se trata de una grabación en directo durante el Festival Primavera de Praga que hicimos el año pasado, aún bajo los efectos de las medidas anti-Covid. Lo que se escucha en el disco es el resultado de los conciertos que hicimos allí y un poco del ensayo general. Creo que hacía falta una grabación de Má vlast de estas características, porque hay muchas que se han hecho en estudio, pero muy pocas en concierto. Y, sobre todo, en esas circunstancias, pues todavía no se permitía el aforo completo en los auditorios. Creo que en nuestra interpretación se palpa una energía producto de volver hacer música y de la de emoción que estábamos viviendo en aquel momento. En mi opinión, la atmósfera que se crea en una actuación en directo no se puede recrear en un estudio de grabación.
He contado los miembros de la orquesta que intervienen en esta grabación y me salen 71. ¿Había trabajado usted con tanta gente antes?
Para una orquesta como la nuestra, es una cantidad enorme. Pero debo decirle que fue más numerosa la plantilla cuando hicimos en directo y grabamos para el sello Château de Versailles Spectacles la Missa Salisburgensis de Biber, una obra ciertamente muy particular. Pero, claro, estoy contando no solo los miembros de la orquesta sino también los del coro, así que, si hablamos solo de instrumentistas, no, no había dirigido nunca a tanta gente.
Es el doble de efectivos de los habituales de Collegium 1704 cuando se trata de hacer un concierto en gran formato.
Desde luego. Cuando hacemos un Mesías de Haendel o una Misa en Si menor de Bach, lo máximo son 45 efectivos. Lo normal es que seamos unos 23. Pero lo verdaderamente complicado fue reunir a tantos instrumentistas en muy poco tiempo, porque los organizadores del festival nos hicieron el encargo apenas seis semanas antes. Fue un gran reto: encontrar a tantos músicos, hacer los dos conciertos en plena pandemia —con los problemas que suponía viajar en esas fechas— y, además, tocar una obra del siglo XIX, algo que no forma parte de nuestro repertorio habitual. Fue algo de locos.
Se da otra circunstancia especial: es, si no me equivoco, la segunda vez que se graba Má vlast con instrumentos originales. Antes lo hizo Roger Norrington con los London Classical Players, hace justo veinticinco años. Tocar con ese tipo de instrumentos supone ofrecer una obra muy conocida bajo un punto de vista muy distinto al que está acostumbrado el público.
En efecto. Pero no solo por los instrumentos, sino por la manera de tocar. Para mí ha sido una fuente de inspiración fundamental escuchar las dos versiones de Má vlast que dirigió Václav Talich. Su primera grabación es de 1929 y la segunda, de 1938. Lo importante de la primera es que es una versión con los seis poemas sinfónicos al completo, ya que las grabaciones que se hacían en los años 10 y 20 del pasado siglo apenas superaban los cinco minutos de duración. Se trata, asimismo, de la primera grabación que realizó la Filarmónica Checa. No es una lectura que esté muy lejos de Smetana, quien falleció en 1884, por lo que es probable que algunos integrantes de la Filarmónica Checa en ese momento hubieran tocado también en el estreno de Má vlast cuarenta años antes. Se puede apreciar perfectamente que se utiliza muy poco el vibrato en la sección de cuerdas, pero hay bastante tempo rubato y portamenti. Es muy significativo porque se aprecia claramente cómo ha cambiado la forma de tocar en los primeros años del siglo XX respecto al XIX. En cuanto a lo que hace especial a la segunda versión de Václav Talich, realizada diez años más tarde, es un hecho histórico: los checos todavía estábamos en estado de schock porque solo unos meses antes la Alemania nazi había ocupado parte de Checoslovaquia. Se trata de una grabación también en directo, que tiene una energía increíble, como si Talich se quisiera rebelar ante aquella circunstancia. Lo que hemos vivido nosotros durante la pandemia no ha sido tan complicado, pero han sido también tiempos muy difíciles, así que, en cierta forma, hay un paralelismo entre la versión de Talich de 1938 y la nuestra de 2021. No quiero, que quede claro, compararme con Talich, pero en lo que a energía se refiere se dan ciertas similitudes en estas dos versiones. (…)
Eduardo Torrico
[Fotos: Petra Hajská]
(Comienzo de la entrevista publicada en el nº 389 de SCHERZO, de noviembre de 2022)