Una cortedad mortal
A quienes hace años estudiábamos esa cosa que se impartía llamada historia (ignoro si ahora se enseña algo parecido, seguro que algunos lo intentan, aunque casi prefiero no preguntar sobre su grado de éxito) les sonará lo de la edad del hierro, del bronce y de piedra. Muchos siglos después, esta edad en la que vivimos bien podría llamarse la de la contradicción. Una era de fulgurante avance tecnológico en todos los sentidos, en la que todo se desarrolla a velocidades supersónicas. Era, sin embargo, donde toda esa complejidad tecnológica se combina malamente con una simplicidad intelectual aterradora. Tenemos la capacidad de generar y acceder a más y mejor información que nunca, pero desde las empresas a las redes sociales (por no hablar de los medios de comunicación) todo se sacrifica por la obligación de la inmediatez y la prisa.
Malo es todo aquello que implica tiempo: elaboración, concentración, esfuerzo, análisis o reflexión. La era de los límites de velocidad en la circulación se hermana con la de la comida rápida, la lectura rápida, la escritura rápida, la enseñanza (?) rápida. Cualquier texto de cierta extensión es rechazado bajo el mantra de “nadie lo leerá”. Da igual que en la búsqueda obsesiva de la parquedad máxima se pierda la esencia, por no hablar de esa especie rara llamada matiz, que se encaminó hace tiempo hacia el peligro inmediato de extinción en esta marea enloquecida que es la carrera hacia la apoteosis del laconismo. Todo parece encaminarse a la caricatura que encontré hace poco en un chiste. Rezaba así:
“Literatura erótica para eyaculadores precoces
Ella lo miró.
Fin.”
Esta persecución neurótica por lo corto, lo inmediato, lo acelerado, llega, sin embargo, solo a ciertas cosas. Las películas, por ejemplo, no parecen estar siendo afectadas por la fiebre, y algunos largometrajes dejan las duraciones de Ben-Hur o Lawrence de Arabia en mantillas. Pero… ¡ay de las cosas que se adentran en otras complejidades y demandan atenciones más cuidadas y, ojo, educación más elaborada! Esas son carne de tijera, como si todo hubiera de adaptarse a una suerte de ignota intolerancia cerebral. Como si los cerebros hubieran devenido incapaces de absorber más de cierta cantidad de información, so pena de indigestión neuronal de imprevisibles, posiblemente eméticas, consecuencias.
A muchos nos resulta abiertamente irritante esta manía actual de tratar a la humanidad como si toda ella padeciera lo que llamé hace años el Síndrome de la Degeneración Mononeuronal Calcificante, entidad que en cristiano se traduce porque al afectado le queda solo una neurona funcionando… pero la pobre desgraciada se encuentra en proceso de calcificación (o sea, que le va queda más bien poco de seguir funcionando). Pero lo cierto es que lo breve se impone, lo simple arrasa. No es aquello de “lo bueno, si breve, dos veces bueno”. Es más bien que si no es breve y simple, se descarta.
Sobre el mundo de la música clásica, desgraciadamente, se ciernen tenebrosos nubarrones con la amenazante concisión como tormenta. Y entre todos los géneros afectados por el riesgo, la ópera, que ya padece en grado de pandemia de alerta mundial las consecuencias de los muy contagiosos disparates escénicos, es una candidata idónea para que la apoteosis de la tijera, con el pretexto de la brevedad, nos lleve al imperio del laconismo.
Cierto tenor italiano, Gianluca Terranova[1], ha encontrado en la disminución de la afluencia de público a la ópera, el pretexto ideal para una nouvelle versión de una ópera emblemática de Puccini: La Bohème. Con el pretexto de atraer público joven, ha recortado todo aquello que no son las arias más conocidas, sustituyéndolos por una narración de la que se encarga uno de los personajes, Musetta. La ópera pasará de durar 2 horas y media a unos 90 minutos. Se ignora si los precios se verán reducidos en similar magnitud, pero cabe dudarlo.
Por menos que esto los del loggione de la Scala han hecho poner pies en polvorosa a más de uno, así que este proyecto llamado “operacorto” por el citado Terranova… ya veremos lo que dura. Aunque uno no desea el mal a nadie (bueno, o casi), en este caso, lo siento, deseo fervientemente que el batacazo sea de padre y muy señor mío. Porque, la verdad, dice Terranova que a Puccini o al propio Verdi este tipo de cosas les encantarían. Cabe recordar al despistado tenor que el compositor de Busseto, en 1847 escribía el siguiente texto, bastante explícito, al que ya me referí en su momento con ocasión de un artículo anterior: “Allo scopo di impedire le alterazioni che si fanno nei teatri alle opere musicali resta proibito di fare nelle mie opere qualunque intrusione, qualunque mutilazione, insomma qualunque alterazione che riecheggia il più piccolo cambiamento sotto la multa di cento franchi che io esigerò per qualunque Teatro ove sia fatta l’alterazione”. Llamo su atención especialmente sobre las palabras “qualunque mutilazione”, porque eso es justamente lo que amenaza con perpetrar el tal Terranova. Solo falta que luego encontremos los restos (de la ópera, se entiende) en un contenedor.
No puedo sino preguntarme por qué el personal, en lugar de las ocurrencias intrusivas, llámense estas festín de móviles, aplausos cuando no toca o ingestión de alimentos varios, o ideas mutiladoras, como la ahora descrita, no se pone a analizar seriamente por qué los nuevos públicos no van a ciertas cosas o sucumben a la dictadura de la cortedad simplista. Si se pusieran (y no lo harán, porque analizar y reflexionar son verbos de rara conjugación hoy) igual descubrían que el secreto se encuentra en una palabra que empieza por e y termina por n. Sí, esa que usted está pensando: educación. Porque en cambio, a este paso, terminaremos con una ópera como la del chiste enunciado:
“El tenor le cantó un aria a la soprano.
Ella murió.
Fin.”
Y hala, a casa. Una cortedad mortal, diría yo.
Rafael Ortega Basagoiti
[1] https://www.eldebate.com/cultura/musica/20240826/opera-tiktokers-horror-espanta-italia-mutilacion-boheme_222395.html
(arriba: el tenor Gianluca Terranova en una Bohème representada en Melbourne en 2016. Foto: Jeff Busby)