SEVILLA / Jordi Savall, como decíamos antes de ayer

Sevilla. Espacio Turina. 15-III-2022. 39º Festival de Música Antigua de Sevilla (FeMÀS). Del tiempo y del instante. Jordi Savall, viola da gamba. Xavier Díaz-Latorre, tiorba y guitarra. Obras de Ortiz, Céspedes, Sanz, Marais, Sainte-Colombe, Bach, Visée y Martín y Coll.
Podríamos reproducir aquí, sin temor a faltar a la verdad con respecto a lo acaecido en este concierto inaugural del 39º Festival de Música Antigua de Sevilla (FeMÀS), el texto escrito por Eduardo Torrico respecto al mismo programa que Jordi Savall y Xavier Díaz-Latorre ofrecieron el pasado 13 de marzo en el Auditorio Nacional de Música de Madrid.
Para ser justos en méritos, conviene puntualizar que el concierto ya había sido incluido previamente en la atractiva programación del Espacio Turina, pero su vecindad en el calendario con el FeMÀS propició que, finalmente, se utilizara el gancho Savall para inaugurar una cita que contó con un previsible lleno absoluto. Anticiparemos también, sin embargo, que el de Igualada nos sedujo más en su última visita hispalense, cuando en mayo de 2021 subió al escenario del Teatro de la Maestranza con Hespèrion XXI (concierto del que hablamos aquí).
Sorprende la necesidad (profundamente personal, casi diríamos espiritual, desde luego no monetaria) del veteranísimo Savall de seguir exponiéndose tanto con conciertos como este Del tiempo y del instante; en el que apreciamos tanto su inmensa musicalidad (que sigue incólume especialmente en los tiempos lentos y en su increíble capacidad para enriquecer toda suerte de variaciones) como algunos obvios apuros en las agilidades y en la afinación.
Pase lo que pase en sus conciertos, no obstante, hay algo en ellos de reencuentro con un titán de estas músicas, confiriendo a sus presentaciones una naturalidad no reñida con una austeridad y respeto casi monacal. Esa frágil dramatización (insuflada además por la iluminación tenue, la parsimoniosa y clásica continuidad entre unas obras y otras y la propia presencia de los músicos enlutados, aquí Savall y Díaz-Latorre) parece convencer al público antes que veleidades más o menos virtuosísticas y técnicas.
En un programa de escasa profundidad, hilado a base de variaciones e improvisaciones, ostinatos y algunos hits del repertorio, Savall y Latorre esquivaron la atonía generando los mejores momentos con los lamentos de Saint-Colombe y Marais y las más animadas piezas del Códice Trujillo. Latorre, inmenso músico, acompañó con desopilante naturalidad al maestro sin quitarle ojo y fue digno merecedor de aplausos redoblados en sus dos aportaciones a solo, con piezas de Visée y Sanz.
Ismael G. Cabral
(Foto: FeMÀS)