SEVILLA / Savall convence de antemano, seduce después
Sevilla. Teatro de la Maestranza. 16-V-2021. Le Concert des Nations. Director: Jordi Savall. Obras de Rebel, Telemann, Marais y Rameau.
Sobre el papel, el estreno absoluto de la obra Es lo contrario, de César Camarero, y la presencia solo dos días más tarde de la orquesta Le Concert des Nations, que dirige Jordi Savall, configuraban uno de los momentos más atractivos de la atribulada temporada 20/21 del Teatro de la Maestranza. Y así finalmente ha sucedido al poder experimentar el sugerente viaje que supone pasar de la música de nuestros días a los horizontes del Barroco enmarcados en la nueva comparecencia de Savall bajo el epígrafe Los elementos. Homenaje a la Tierra. Tempestades, Tormentas & Fiestas Marinas. 1700-1764, suerte de presentación del disco Les Éléments que AliaVox publicó en 2016.
Resultó singular comprobar una vez más cómo la sola presencia de Jordi Savall en el escenario predispone al público a la entrega total, pese a que en esta ocasión el repertorio no venía configurado (¡felizmente!) por un puñado de las obras más transitadas del Barroco francés. Con Les Éléments (1737) de Jean-Féry Rebel, la orquesta prendió con un inicio (El caos) más climático y enrarecido que realmente desordenado. Luego, y siempre con el gesto amable que caracteriza al juego de brazos del maestro de Igualada, Le Concert des Nations se entregó a una versión en la que se primó los contrastes entre lo camerístico y lo orquestal.
Al contrario que otras formaciones de idéntica referencia en el campo de la interpretación histórica, los conjuntos de Savall nunca se distinguen por versiones aceleradas ni por contrastes extremados. Muchas veces sus acercamientos a la música orquestal del Barroco nos hacen pensar en las últimas grabaciones que firmara, desde el podio, Frans Brüggen: mesuradas, muy redondeadas, explotando sin censura la belleza más salonesca de estas partituras. Pensamos en ello durante la audición de la Wassermusik (1740) de Telemann. Pura delectación para los sentidos interpretada con tiempos casi ceremoniales. Los enormes solistas que acumula la orquesta tuvieron en unas obras y otras sobrados momentos para el lucimiento, singularmente en la obra del alemán el traverso de Marc Hantaï. Y durante todo el programa apreciamos el bien hacer de las percusiones de Daniel Garay (esmerado con la máquina de viento) y Pedro Estevan, pionero en tantas aventuras musicales (Orquesta de las Nubes, Grupo Círculo…) aunque asentado desde hace décadas en la música antigua.
Uno de los momentos más característicos, más puramente savalianos, llegó con la ejecución de una suite de Alcyone (1706) de Marin Marais. Tan reconocible en su aire marcial, pareciera como si aquellos pentagramas estuvieran configurados para ser leídos al albur del tono parsimonioso de Savall, ayer enriquecido también por el muy ornamentado quehacer del clavecinista Luca Guglielmi. A Le Concert des Nations solo le faltó una cuerda más nutrida (especialmente por la parte de los violines), que evidenció ser algo más endeble de lo deseable en la Entrée de Les Boréades (1763) de Rameau. Por el camino también hubo una mirada hacia más atrás todavía, con una Bourrée d’Avignon, del siglo XVI, que fue todo un goce por el deslumbrante tono repetitivo y casi improvisatorio que desplegó la orquesta familia por familia. Público en pie, palmas a compás; Savall convence de antemano, seduce después.
Ismael G. Cabral