SANTIAGO DE COMPOSTELA / Razones para creer en la juventud
Santiago de Compostela. CMUS Profesional. 21-IV-2023. Daniel Bostan y Xiao Pereiro Souto, pianos. Obras de Beethoven, Otero Moreira, Debussy, Bach, Messiaen e Ibarra Cárdenas.
En 2022, las Xornadas de Música Contemporánea de Santiago de Compostela pusieron el foco en la dimensión formativa de la música actual, incluyendo en su programación conciertos a cargo de la Joven Orquesta Nacional de España y de alumnos de los conservatorios gallegos: intérpretes que nos sorprendieron e hicieron disfrutar con estéticas en absoluto habituales en los planes de estudios de este país, y que vuelven a demostrar la importancia de un buen profesor al frente de la formación de un músico.
En uno de aquellos conciertos, incluido en el programa PIANO ARESTORA, cuyo objetivo era difundir el repertorio actual entre el alumnado del Conservatorio de Santiago, escuchamos al joven pianista compostelano Xiao Pereiro Souto atreverse con Typologies du regard (2009-11), partitura del compositor francés Pierre Jodlowski en la que mostró, además de una gran competencia técnica, las lecciones bien aprendidas que ha recibido de David Durán, miembro fundador de Vertixe Sonora y uno de los mejores pianistas de España en este repertorio.
Un año más tarde, hemos vuelto a disfrutar de un concierto de Xiao Pereiro; en esta ocasión, acompañado por otro joven y prometedor pianista santiagués (de ascendencia moldava), Daniel Bostan. El repertorio, en esta ocasión, ha sido más amplio, tendiendo un arco muy bien hilvanado que ha ido de Johann Sebastian Bach a Ramón Otero Moreira, y en el que ambos pianistas han dado salida a sus gustos, que han justificado al público, explicando su trayectoria a lo largo de diez años hasta este recital.
La primera parte del mismo fue interpretada por Daniel Bostan, que articuló su programa en torno a la luz, uniendo naturaleza, física y música, comenzando con todo un fogonazo: la Sonata para piano nº 14 en Do sostenido menor Op. 27 nº 2 (1801) de Ludwig van Beethoven. Luz, por tanto, lunar; aunque, como explicó Daniel Bostan, lo del Claro de luna fuese un título puesto a posteriori, si bien parece haber iluminado su interpretación de los dos primeros movimientos: tan nocturnal, calma y suspendida, unificando Adagio y Allegretto en un solo trazo muy bien respirado. En un marcado contraste, en el Presto agitato Bostan asumió más riesgos, con unos arpegios lanzados a tumba abierta que anticipan, con más de dos siglos de adelanto, la ideas que Ramón Otero desarrollaría en la segunda partitura del concierto, intermediadas por Helmut Lachenmann. Con un Presto agitato tan fogoso, más reforzado dinámicamente y pleno de convicción, Bostan demostró que posee técnica y carácter, así como algo tan importante como musicalidad y pulso interior.
Es esto algo crucial para atacar una partitura como Memoria da luz (2022), obra del compositor pontevedrés Ramón Otero Moreira a cuyo estrenó asistí el pasado 19 de noviembre en La Coruña; entonces, en una versión a cargo de Alicia Permuy que dejó mucho que desear. Por la contra, lo escuchado a Daniel Bostan resultó muy convincente, señalando, en cuanto a precisión técnica, el punto álgido de su programa. Y no es que se lo ponga fácil Otero Moreira, tanto en los efectos extendidos de raigambre lachenmanniana —con Guero (1969-70) en primerísimo lugar—, como en lo más centelleante y ramificado en el teclado, donde Ramón Otero dialoga con la estela de Pierre Boulez y Salvatore Sciarrino, por sus granularidades y melismas. También ha brillado Daniel Bostan en su manejo del cordal y su espejeo con el teclado, creando un doble plano tímbrico de gran belleza y exigencia en cuanto a ritmo, digitación y estilo.
Cerró la primera parte del recital esa perla intemporal que es el Clair de Lune de la Suite bergamasque (1890) de Claude Debussy, expuesto por Bostan con toda su delicadeza, perfume impresionista y belleza, haciendo evidente que se trata de un autor que le llega al alma, aunque es obligado destacar el rigor con el que ha abordado cada una de las partituras, fiel a los estilos de tres compositores tan diferentes entre sí, combinando periodos históricos dispares y haciendo patente su compromiso con la música actual.
Ese mismo compromiso lo ha vuelto a rubricar, como hace un año, Xiao Pereiro, aunque, al igual que el de Daniel Bostan, su programa comenzó con un guiño al pasado, por medio de otro compositor alemán, Johann Sebastian Bach y su Preludio y Fuga en Si bemol mayor, nº 21 BWV 866. Estamos, por tanto, dentro de esa magistral obra pedagógica que es el primer libro de Das Wohltemperierte Klavier (1722), un conjunto de partituras que, como a nuestro llorado compañero y amigo Eduardo Torrico, a uno le gusta más escuchar al clave, pero que sirve para que un pianista mida su destreza con las endemoniadas digitaciones y arquitecturas bachianas, de las que Xiao Pereiro ha salido victorioso, sentando una base histórica más que pertinente para el segundo compositor de su recital, pues, como el propio Pereiro comentó al público, Bach era profundamente admirado por Olivier Messiaen, cuya obra para teclado(s) no sólo es continuadora de la de Bach, sino una de las cumbres del órgano y del piano en el siglo XX.
Entre dichas cimas se encuentran los Vingt Regards sur l’Enfant-Jésus (1944), ciclo, como dirían Joseph Haydn y George Crumb, compuesto in tempore belli, del que Xiao Pereiro nos ofreció su undécima pieza, Première communion de la Vierge. Realmente convincente, lo expuesto por este joven pianista, tanto en su concepción estructural de la partitura como en los contrastes de armonía y color entre sus dos manos, asentando unos graves muy firmes y serios a los que contrapuso unos cantos aviares en el registro agudo realmente impecables, con sus anillos y melismas: perfecta antesala para la partitura que cerraría el programa. Como si los fotones hubiesen saltado desde la primera parte del concierto, sucesivos rayos de luz han iluminado el teclado de Xiao Pereiro, además de las sombras, pues es de recibo destacar el manejo del pedal por parte de este pianista. Y no es ello una cuestión baladí, pues, así como lo más centelleante y febril casa bien con la juventud de estos músicos, la forma en la que Pereiro suspendió las resonancias en Messiaen es propia de un pianista de mayor edad: algo que me congratula, en este mundo de hiperconectividad, inmediatez y celeridad en el que, tan a menudo, estos chicos viven; de forma que contraponerle ya no sólo el memorizar estas partituras —en absoluto sencillas—, sino el hacerlo con este aplomo, creo que es digno de alabanza.
Se cerró el concierto con los números I y IV de las Cuatro observaciones sobre lo imaginario (2012), partitura para piano de uno de los mejores compositores mexicanos del siglo XXI, Víctor Ibarra Cárdenas, con quien Vertixe lleva trabajando desde su fundación, pues ya en 2011 el conjunto gallego estrenó su partitura para ensemble Estudio sobre el gris y el verde (2011).
No me canso de señalar la importancia que tiene el que los músicos de Vertixe, muchos de ellos profesores de conservatorio, vayan formando a las nuevas generaciones de intérpretes que han de tomar su relevo en el futuro, como este mismo mes hemos dejado constancia en Scherzo, a raíz de una interpretación realmente estupenda de Music for 18 Musicians (1974-76), de Steve Reich, en Lugo, dentro de Cardinais, la Academia Internacional Vertixe Sonora 22/23, de la que el propio David Durán forma parte.
En la tarde del viernes 21 de abril, Durán se unió a Daniel Bostan para conformar la pareja de activadores que manipularon el cordal en el primer número de las Cuatro observaciones sobre lo imaginario, titulado por Ibarra Simetría cromática, y en el que Xiao Pereiro desplegó un gran dominio de los volúmenes armónicos y de las masas de sonido, midiendo con pulcritud el balance entre ataque al teclado y las resonancias, moduladas, estas últimas, por Durán y Bostan para ofrecernos ese mundo textural tan mágico que caracteriza a la música del compositor jalisciense.
En el último número de estas Cuatro observaciones sobre lo imaginario, Pereiro activó el cordal con mazos, de un modo tridimensional y escultórico, además de contraponerle unas figuraciones en el teclado realmente virtuosísticas y que muestran las herencias del espectralismo francés en Víctor Ibarra, así como los ecos del propio Messiaen, lo que ha contribuido a compactar, aún más, los vínculos que se entretejían en este concierto.
Retrocediendo un paso atrás en el tiempo, el encore seleccionado por Xiao Pereiro nos devolvió a Claude Debussy, por medio de la Première arabesque (1890) del compositor galo: otro momento de belleza juguetona, bien conducido en tempo y articulación, dejándonos un gratísimo sabor de boca y las ganas de que estos pianistas prosigan sus respectivas carreras con la misma convicción que en este recital han expresado, así como (muy importante) comprendiendo que la historia es un gran trazo repleto de partituras que merecen ser bien trabajadas y defendidas en público, tanto del pasado como del presente. Mientras esto así sea, seguiremos teniendo buenas razones para creer en la juventud.
Paco Yáñez
(Foto: Paco Yáñez)