VIENA / La Filarmónica de Viena y Muti rinden homenaje a la Novena de Beethoven
Viena. Musikverein. 4/7-V-2024. Beethoven: Sinfonía nº 9 en re menor, op. 125. Julia Kleiter, Marianne Crebassa, Michael Spyres y Günther Groissböck. Orquesta Filarmónica de Viena. Director: Riccardo Muti. Conciertos conmemorativos del estreno en 1824 en Viena de la Novena sinfonía de Beethoven.
Viena se ha volcado esta semana con las celebraciones de la conmemoración del 200º aniversario de la Novena de Beethoven, que se estrenó en el Theater am Kärntnertor de la capital imperial un 7 de mayo de 1824. Han sido cinco conciertos, cuatro de ellos (del 4 al 7 de mayo), organizados por la Filarmónica de Viena, dirigida por Riccardo Muti, en la sala dorada del Musikverein, y un quinto que fue presentado por la Sinfónica de Viena (7 de mayo) con Petr Popelka, que sustituyó in extremis a Joana Mallwitz, que canceló por enfermedad.
Además, la Filarmónica de Viena ha contextualizado esta celebración con una vasta exposición en colaboración con el Theatermuseum y la Staatsbibliothek de Berlín, con la mayor selección de partituras manuscritas de Beethoven y materiales autógrafos de la creación de la Novena, nunca expuesta anteriormente en Austria (se podrá ver hasta el 1 de julio en Theatermuseum).
Con las entradas agotadas para los cinco conciertos desde hacía meses, sobre todo para el día de la conmemoración (7 de mayo), se concentraron decenas de personas en la puerta del Musikverein con el cartel de Suche Karte (busco entrada). El concierto fue transmitido en directo a través de la radio y la televisión de la ORF y las cadenas musicales de Medici y Mezzo. Todo ello había generado una gran expectación mediática y un gran número de aficionados se desplazó a Viena para asistir a uno de estos cuatro conciertos, con el fin de no perderse el gran acontecimiento musical del año.
El éxito, como no podía ser de otra manera, fue enorme y los aplausos fueron atronadores, sobre todo para el Coro Singverein y los solistas. Está claro que los Wiener conocen esta obra maestra como ninguna otra orquesta del mundo y la han tocado durante décadas en centenares de ocasiones con las más prestigiosas batutas. Para la conmemoración eligieron a Riccardo Muti, director preferido de la casa (el año que viene dirigirá el Concierto de Año Nuevo por séptima vez), junto al alemán Christian Thielemann, que se ha convertido en el Kapellmeister de una orquesta que no tiene, por decisión propia, un director titular desde 1933.
Pues bien, tal era la expectación despertada por estos conciertos que al final, cuando acabó el concierto, muchos tuvimos la sensación de que aquello no había pasado de una lectura de la partitura a primera vista. La orquesta, como es habitual, estuvo sencillamente extraordinaria con unos solistas increíbles (allí estaban todos los titulares) y unas cuerdas (en especial la más grave: violonchelos y contrabajos) afinadísimas, poseedoras de una brillantez insultante y un de sonido hermosísimo. Con estos mimbres, el maestro italiano se limitó a dejar que fluyera aquel torrente sonoro (bellísimo) de forma natural, sin ningún tipo de aderezo, sacando adelante una lectura distante y tan objetiva que en no pocas ocasiones se echaba de menos un poco más de sal y desde luego más pimienta.
Las personas que fueron por primera vez a escuchar esta obra en vivo (que seguro que las hubo), en un lugar tan especial como el Musikverein, seguramente disfrutaron de lo lindo, pero a los que llevamos ya unas cuantas Novenas a nuestras espaladas nos hubiera gustado un mayor compromiso por parte del Maestro con la interpretación y algo más de complicidad por parte de la orquesta con su director de cabecera. Todo estuvo en su sitio. Nadie podría poner una sola pega. Tampoco ningún melómano entendido podría afirmar que allí pudiera faltar algo de lo escrito por Beethoven, ni siquiera las repeticiones que habitualmente se cortan. Pero al final, la sensación era que Muti, con una gran economía de medios gestuales, tuvo la partitura en su cabeza (de la que no se despegó nunca durante la hora y veinte tantos minutos que le duró). Mientras que Thielemann tenía toda la música en su mente (sin partitura en el atril durante tres horas y media), justo un par de días antes en la Staatsoper, donde despachó con sumo placer un increíble Lohengrin (en principio con la otra Filarmónica, ya que ambas citas coincidían en hora), y donde los afortunados asistentes pudimos observar una implicación orquesta-director total, obteniendo un resultado sonoro espectacular, como pocas veces hemos escuchado, y una recreación fascinante de la partitura.
En fin, todos contentos, unos nos quedamos con la experiencia vivida en la vecina Staatsoper. Otros, sin embargo, seguro que prefirieron lo vivido en el Musikverein.
Antonio Moral
(fotos: Wiener Philharmoniker/Dieter Nagl)