SANTIAGO DE COMPOSTELA / Hugo Gómez-Chao impresiona con la Real Filharmonía
Santiago de Compostela. Auditorio de Galicia. 23-XI-2023. Real Filharmonía de Galicia. Director: Baldur Brönnimann. Obras de Wagner, Gómez-Chao y Berwald.
El sexto concierto de la temporada de abono 2023-2024 de la Real Filharmonía de Galicia plasmó de forma muy evidente uno de los principales objetivos que su director artístico y musical, Baldur Brönnimann, se marcó cuando asumió dicha titularidad: poner en contacto la gran tradición europea con una dinamización de la música contemporánea que comprenda el encargo de nuevas partituras a través de las cuales ampliar el repertorio gallego para orquesta; haciéndolo, además, con compositores de estética sólida y actual, como el pasado jueves 23 de noviembre fue el caso.
Dentro de dicha lógica, la primera parte del programa explicitó nítidamente esa conexión entre tiempos y espacios, pues es la de Richard Wagner una de las grandes referencias que nutren el aparato estilístico de Hugo Gómez-Chao como compositor, tal y como escucharíamos en la segunda obra del concierto. Antes de llegar a ésta, de Wagner puso la RFG sobre sus atriles Siegfried-Idyll (1870), una partitura que quizás no sea tan próxima a Hugo Gómez-Chao como Tristan und Isolde o Die Walküre; menos aún, por cómo Baldur Brönnimann la ha dirigido. Frente al Wagner que más gusta a Gómez-Chao, de encendido énfasis romántico y gran volumen orquestal (con un abanico que va de Wilhelm Furtwängler a Herbert von Karajan), Brönnimann opta por una dirección más concentrada y camerística, por destacar en este Idilio de Sigfrido su carácter de poema sinfónico, alejándose de maximalismos operísticos o de muscular la épica de lo heroico, para destacar su lirismo, su belleza despojada y su esencialidad.
Seguramente no sea, la de Baldur Brönnimann, una dirección que congratule a los wagnerianos más afines al estilo knappertsbuschiano, pero, en su estela post-bouleziana, este Siegfried-Idyll de Brönnimann se disfruta plenamente desde la disección de la orquesta de un modo tan analítico y transparente, construyendo un cromatismo en el que cada familia orquestal brilla en sus perfiles armónicos cual pieza de orfebrería, concebidos como espacios naturales para una dramaturgia en la que elementos de la vida cotidiana, como el oboe entonando una nana, introducen cierta ternura en una masa orquestal wagneriana cuyo espíritu ha respetado Brönnimann con criterio; como con mimo y dosificación ha ido insuflando carácter y volumen al edificio orquestal; en global, calmo y sereno, pero con apuntes de garra y un excelente fraseo que nos habla de otra intencionalidad en la nueva dirección de la RFG. Desde una cuerda empastada y diáfana, cual cuarteto, hemos disfrutado de una orquesta delicada y con apuntes inconfundiblemente wagnerianos, como los solos de trompa, muy ajustados a ese estilo sobrio y lírico hoy marcado por Brönnimann.
El lunes 20 de noviembre, al finalizar la conferencia que Baldur Brönnimann pronunció en el Ateneo de Santiago de Compostela, uno de los asistentes le preguntó si apostar de forma decidida por la música contemporánea en una programación como la de la RFG no supondría una decisión de «riesgo». La respuesta de Brönnimann fue contundente: las orquestas sinfónicas, como el arte, en general, están para asumir riesgos. En el caso de la Real Filharmonía, es ésta una actitud que apenas se había estilado en temporadas precedentes, siendo mínimas las partituras que apostaban por una probada modernidad estética de verdadera calidad, lo que trasladaba al público la tergiversación de una historia convertida en muestrario de los mayores logros musicales del pasado, mientras que del presente lo que preponderaba eran composiciones de baja estofa.
Para romper tan dañina dinámica, Baldur Brönnimann no sólo ha incluido en la programación de la RFG esta temporada a nombres de gran peso internacional, como György Ligeti, Kaija Saariaho o John Cage, sino que ha comenzado una serie de encargos a algunos de los mejores compositores gallegos de nuestro tiempo, comenzando por Hugo Gómez-Chao y Jacobo Gaspar. Con el primero de ellos nos quedamos hoy, pues del herculino hemos escuchado en el Auditorio de Galicia schattenhaft (2023), impactante partitura orquestal cuyo estreno mundial había ofrecido la propia RFG, un día antes, en el Teatro Afundación de Vigo.
schattenhaft fue compuesta por Hugo Gómez-Chao durante su residencia en la Real Academia de España en Roma, siendo tal experiencia, sin duda, determinante en una partitura que, como sucedía en Sinuoso Tiempo, de Javier Quislant (otro alumno de Beat Furrer que también fue residente en dicha Academia), densifica la historia, haciéndola brillar a través del filtro de un Hugo Gómez-Chao al que aquí escuchamos una obra ya claramente personal, muy madura (pese a los 28 años de su creador) y que, aunque evidencia ecos de Beat Furrer en el comienzo de su Allegro inicial, acaba conquistando sonoridades propias de un compositor que demuestra una gran profesionalidad en el dominio de los materiales, destacando en schattenhaft la potente hibridación que se produce entre técnicas extendidas y armonía, lo que crea una textura unificada en la que ambos universos palpitan por igual, enriqueciéndose recíprocamente y potenciando la musicalidad y la expresividad artística de la partitura: objetivo primordial de un Gómez-Chao que en su presentación de schattenhaft ha incidido en que el ruido, como la armonía, son recursos igualmente válidos que aportan elementos de emoción, color y matices que cualquier compositor actual debe dominar y poner en valor.
Para describir su composición, Gómez-Chao se refiere a que schattenhaft, en su comienzo, simula un poderoso viento que nos golpea el rostro con calor y fuerza, al modo de un favonio romano, aunque en dicho viento lo que pronto empiezan a crepitar son toda una serie de voces y murmullos, cual conversaciones en distintos niveles de presencia, articulación y timbre: cortejo de sombras que aquí es el de la propia historia. Si para Walter Benjamin desde el paraíso soplaba una tormenta; para Gómez-Chao desde el pasado sopla un hálito que insufla raíces, otredades reconocidas y recursos a una partitura, schattenhaft, que desde un Allegro inicial más ruidista y espasmódico va conquistando una forma personal de concebir la orquesta: una articulación de sonoridad instrumental y relaciones entre secciones orquestales en la que la armonía gana peso como forma de estructuración del caos, alcanzando un torrente de direccionalidades que desemboca en un sorprendente y masivo acorde de Re menor en el que, según el compositor coruñés, se aparecen los fantasmas de Mozart, Beethoven y Mahler con todo su furor, cual emergiendo entre las sombras al modo del Comendador en Don Giovanni: poderosa idea que se suma a todo un imaginario poético que en Gómez-Chao se nutre de escritores por él tan queridos como Rainer Maria Rilke o Pierre Michon.
Mención especial merece, también, el gran Adagio de schattenhaft, conformado por una densidad inicialmente matérica, carne hecha música, y que progresivamente entra en proceso de congelación, desgajándose roces y brillos desde platos y tam-tams que refulgen sobre un continuo en el que instrumentos como el contrabajo de Carlos Méndez, el clarinete de Vicente López o el piano de Haruna Takebe adquieren un peso crucial para activar los pulsos y las señales que palpitan sobre un continuo de EBow en el cordal del piano: mistérica sonoridad que confiere sustancia a un Adagio tan desnudo y expuesto, en el que convergen nuevas sombras y vientos que espolean la quietud en la que la orquesta se había ido adentrando por medio de tan refinadas sonoridades.
Con sus 16 intensísimos minutos de duración, schattenhaft confirma a Hugo Gómez-Chao como uno de los mejores compositores españoles de su generación; un compositor que escribe desde la poesía, el rigor y la exigencia: motivos por los cuales su nueva partitura plantea todo un reto a una orquesta no habituada a este repertorio: reto que podemos decir ha superado con buena nota una RFG que, tras lo escuchado en Saariaho o Ligeti, parece contar con los mimbres necesarios para que Baldur Brönnimann pueda perseverar en su idea de abordar con ella esas grandes obras de la contemporaneidad que durante tantos años hemos echado en falta. La enorme ovación recibida por schattenhaft (la mayor de la noche, con una mención muy especial para el flautista Laurent Blaiteau, cuyas partes eran de una dificultad endiablada), así como los entusiastas comentarios de la audiencia tras el concierto, nos hablan de una orquesta y de un público ya preparados. Sería importante, dentro de esta dinámica, que esa inversión de fondos públicos en los encargos orquestales no se quedase en flor de un programa, y que se repusiesen aquellas partituras de calidad en temporadas venideras, como la propia schattenhaft, así como que encontrasen algún canal de difusión, vía discográfica o a través de internet, para que los melómanos las podamos escuchar en nuevas ocasiones y profundizar en ellas, pues, por tomar a tres compositores tan afines a Hugo Gómez-Chao como Joseph Haydn, Anton Bruckner y Richard Strauss: ¿cuál sería nuestra valoración de sus obras, de haberlas escuchado un sólo día y en una única interpretación? Como afirmaba Stéphane Mallarmé, en las grandes obras de arte siempre quedará una potencia artística latente en su interior mayor que la que podamos aprehender en cada uno de nuestros acercamientos a ellas.
Un buen ejemplo de tal situación es el de Franz Berwald, compositor sueco que escasa fortuna tuvo con sus sinfonías en su país natal en el siglo XIX, por lo que décadas tardó en construirse esa diversidad interpretativa tan necesaria para alquitarar parte del inagotable valor inherente a las grandes obras musicales.
No es que la Sinfonía nº3 en Do mayor “Singulière” (1845) me parezca una pieza de primer nivel en cuanto al sinfonismo decimonónico, pecando de una estructura un tanto reiterativa, pero hay que reconocer que sus valores fueron exprimidos con criterio y energía por un Baldur Brönnimann que vuelve a hacer que la Real Filharmonía no sólo dé las notas, sino que profundice en fraseo, belleza del sonido y contrastes: y de esto último no anda escasa la “Singulière”, con sus poderosos ataques en los violonchelos, fortísimos en la percusión y vigorosos coros de metales. De este modo, y con un mayor punto de arrojo y volumen que no le hubiese venido nada mal a schattenhaft, se cerró un concierto que abre un vínculo entre la Real Filharmonía y Hugo Gómez-Chao que esperamos conozca nuevos estrenos orquestales en el futuro, así como la colaboración de la RFG con el Festival RESIS, que el propio Gómez-Chao dirige y en el que las participaciones orquestales, hasta ahora, han sido bastante timoratas y de plantillas descafeinadas, en lo que a la música contemporánea se refiere.
Paco Yáñez
(Fotos: Real Filharmonía de Galicia)