SANTIAGO DE COMPOSTELA / El Ensemble Modern y la JONDE destilan la historia, para hacerla florecer en el presente
Santiago de Compostela. Auditorio de Galicia. 9-VI-2024. Ensemble Modern & Joven Orquesta Nacional de España. Director: Pablo Rus Broseta. Obras de Boulez, De Alvear, Gómez-Chao y Widmann.
Concluyó, el pasado 9 de junio, la residencia artística de la Joven Orquesta Nacional de España en las Xornadas de Música Contemporánea de Santiago de Compostela, y lo hizo, como en 2022, dejándonos unas sensaciones inmejorables a todos los niveles (desde lo organizativo a lo propiamente musical), así como una renovada esperanza en el futuro, pues lo que le hemos escuchado a la JONDE durante estos cinco intensos días es de un nivel que justifica sobradamente por qué España se ha convertido en uno de los países que más músicos aporta a la Joven Orquesta de la Unión Europea.
Lo hará, también, al mapa de la música contemporánea, si estos jóvenes músicos siguen trabajando al nivel de excelencia que nos han ofrecido en las Xornadas, tanto en los conciertos de cámara como en los de ensemble, formación con la que la JONDE se despidió de las Xornadas, nuevamente compartiendo escenario con los músicos del Ensemble Modern y bajo la dirección de Pablo Rus Broseta: un concierto de un espectacular nivel artístico que respondió perfectamente a esa visión caleidoscópica sobre la que la musicóloga Rosa Fernández insistió en su conferencia previa al concierto, en la que ha destacado la apertura estilística de este ciclo de la JONDE en el que se han interpretado veintidós obras y ofrecido seis estrenos mundiales de compositores de diversas nacionalidades, edades y estéticas.
Precisamente, con el mayor de todos ellos comenzaba el esplendoroso concierto del Ensemble Modern y la JONDE el domingo 9 de junio, con un Pierre Boulez de quien escuchamos ese gran estudio de las resonancias que es Éclat (1964-65), una partitura en la que Pablo Rus Broseta parece haberse sentido especialmente a gusto, mostrándonos tanto los ecos del Impresionismo en Boulez como la sesuda estructuración serial de sus materiales, que Rus Broseta ha hecho mover por el ensemble descubriendo timbres, ecos y puentes armónicos de una belleza que tanto apela a lo sensual como a lo racional: verdadero perfume del intelecto, que es la música del compositor francés.
Conversando hace unos días en el Festival RESIS con Bas Wiegers, éste me decía que la música de Pierre Boulez volvería con fuerza a los escenarios. Sin duda, Éclat está llamada a figurar entre esas obras a reivindicar, por su carácter de documento histórico, por su intrínseca calidad y por el lujo que es para cualquier oído atento el poder disfrutar de la delicadeza y del refinamiento de esta página, si está tan bien tocada como lo hizo la JONDE, dejando a las claras, ya desde la primera obra del programa, que estábamos ante un concierto para el recuerdo, siendo obligado destacar en esta tan transparente interpretación de Éclat a Ueli Wiget, piano; David Haller, vibráfono; y Manuel Campos (percusionista del Remix Ensemble), en un címbalo que siempre nos recuerda a Péter Eötvös, a quien Rosa Fernández dedicó un sentido recuerdo en su conferencia.
Tras Éclat, llegó la música de María de Alvear, con el estreno de Brana (2023-24). Podríamos decir, por tanto, que nos encontramos en los antípodas de Pierre Boulez, dada la vertiente kageliana de Alvear; una compositora de la que Rosa Fernández destacó su carácter transgresor e irreverente, aunque en muchas de sus partituras haya una fuerte asimilación de corrientes estadounidenses derivadas de un Minimalismo que hoy es ya puramente académico y parte del mainstream al servicio de un poder capitalista que tantos apóstoles reaccionarios tiene en el mundo de la música.
Esa influencia, otrora tan fuerte en María de Alvear, apenas se asoma a Brana, una partitura marcadamente crepuscular y de un pathos sombrío, por más que intente esbozar una sonrisa que no se llega a consolidar en una obra para ensemble en la que el piano de Juan Carlos Garvayo ha tenido un enorme peso a la hora de generar materiales y estructuras rítmicas que expande el conjunto instrumental. En sus 10 minutos de duración, Garvayo, Rus Broseta y los músicos de la JONDE han transitado con criterio este ejercicio de sencillo y amable poliestilismo.
Mucho más logrado, actual e interesante resultó el siguiente estreno ofrecido por la JONDE; aquí, con un mayor refuerzo del Ensemble Modern (dada la más alta dificultad de la obra). Nos referimos a Estudio sobre la carne (2024), partitura de Hugo Gómez-Chao para veinticuatro músicos que supone un importante paso adelante en el catálogo del compositor coruñés, dejando de resultar aquí tan evidente como en piezas anteriores la impronta de su maestro, Beat Furrer: influencia de la que habíamos tenido un buen ejemplo en schattenhaft (2023), página orquestal que en esta misma sala escuchamos el pasado mes de noviembre en versión de la Real Filharmonía y Baldur Brönnimann.
En Estudio sobre la carne, Hugo Gómez-Chao ha buscado su inspiración más atrás en el tiempo (aunque sin abandonar la genealogía musical que a Beat Furrer conduce), para vendimiar influencias que diría más directas de Luigi Nono (en las densas resonancias instrumentales que se suspenden en los compases más silentes) y, muy especialmente, de Helmut Lachenmann, cuya concepción de los flujos de energía en el ensemble tiene una esplendorosa consecuencia en un Estudio sobre la carne que en sus partes más intrincadas y poderosas nos deja una impresión realmente arrolladora, mostrando un detalle en la escritura y una capacidad para multiplicar los timbres instrumentales (con una direccionalidad netamente unitaria) dignos de un compositor plenamente maduro.
Parte de esa madurez le ha llegado a Hugo Gómez-Chao de un estudio en profundidad del ámbito cultural que le resulta espiritual y artísticamente más cercano: el germánico (tan caracterizado, precisamente, por esa conciencia de la tradición), del que recibe dos poderosas influencias que se escuchan a modo de citas en Estudio sobre la carne: el trémolo en los contrabajos que emana desde el comienzo de la Cuarta sinfonía (1874, rev. 1878-88) de Anton Bruckner y el motivo de cuatro notas que estructura el Andante comodo de la Novena sinfonía (1908-09) de Gustav Mahler, llevado por Hugo Gómez-Chao al ensemble en una secuencia de contrabajos, harpa, timbal y contrafagot.
Además de dichos vínculos con la tradición, hay en Estudio sobre la carne una pulsión netamente personal que muestra algunas de las señas de identidad ya reconocibles en el lenguaje de Hugo Gómez-Chao, a modo de firma. Si en partituras precedentes habíamos destacado la recurrencia de lo que denominábamos un glissando de ruidos y armónicos construido orquestalmente, éste procedimiento se concentra y tensa en Estudio sobre la carne cual pulsión muscular naciendo desde los reibestöcken en la marimba: inicio de toda una transmisión de gestos al conjunto del ensemble a partir de dicha energía inicial, en los que armonía y técnicas extendidas se hibridan, permean y adquieren funciones cromáticas y estructurales análogas, lo que demuestra una asimilación realmente personal de las técnicas y de las estéticas más potentes de las últimas décadas.
Así pues, la concepción del ensemble como un músculo, de la música como una realidad palpable, son dos coordenadas fundamentales para comprender una obra tan bella como interesante a nivel formal y conceptual, que ha sido soberbiamente interpretada por la JONDE, satisfaciendo notablemente incluso a un compositor tan exigente al respecto como Hugo Gómez-Chao. Ello vuelve a demostrar tanto el enorme potencial de estos jóvenes intérpretes como la importancia de un Hugo Gómez-Chao que se ha convertido en una de las personalidades fundamentales de la joven composición española, siempre sustentado su compromiso (igualmente, en su dirección artística del Festival RESIS) en el rigor, la seriedad y la trascendencia artística.
Jörg Widmann escribió sus Freie Stücke (2002) aproximadamente cuando tenía la misma edad a la que Hugo Gómez-Chao compuso Estudio sobre la carne (menos de 30 años), y quizás por ello se produce una análoga reflexión sobre la historia, buscando un lugar en los rizomas del estilo: cuestión que en el Widmann de principios de siglo se debatía entre Helmut Lachenmann y Wolfgang Rihm.
En el caso de los Freie Stücke, esa dicotomía comenzaba a escorarse hacia el lado rihmniano, algo que aquí cobraba más sentido, pues se trata de una partitura compuesta en homenaje a los 50 años que en 2002 cumplía Wolfgang Rihm, uno de los maestros de Jörg Widmann. Es por ello que, además de la importancia del ruido y del gesto —tan típica de la musique concrète instrumentale— brotan en los Freie Stücke ecos que, por su sentido de la sensualidad, el lirismo y la melodía, nos remiten al Rihm coetáneo de ciclos como Jagden und Formen (1995-2001).
Al igual que Jagden und Formen, los Freie Stücke fueron estrenados por el Ensemble Modern, conjunto del que tenemos la grabación canónica de la obra de Jörg Widman, publicada por el sello Wergo en el año 2003. Dicha experiencia ha deparado una mayor presencia de profesores del conjunto de Fráncfort en los primeros atriles del nutridísimo ensemble que han formado con la JONDE, sumando su prodigiosa técnica a unos músicos españoles que nos han dejado boquiabiertos en una versión digna del disco antes mencionado, por su perfección técnica y expresividad, dando un sentido totalmente coherente a cada uno de esos estudios de las dimensiones musicales (timbre, ruido, armonía, velocidad…) en las que Widmann aquí profundiza, partiendo desde esa suerte de eco wagneriano filtrado a través de un halo espectral: pura magia en los instrumentos del Ensemble Modern y la JONDE; todo ellos, bajo la dirección de un Pablo Rus Broseta cuya motivación en los Freie Stücke era evidente.
Finalizaba, así, un concierto muy aplaudido y que rara vez se puede escuchar por estas tierras con un ensemble de este tamaño y con semejante nivel de perfección: fruto de una semana de ensayos en profundidad y de una programación artística que ha hecho de este caleidoscopio de la JONDE una experiencia (para músicos y público) difícil de olvidar; así que ya contamos los meses para que la JONDE regrese (y en tan buena compañía) a unas Xornadas de Santiago de Compostela a las que vuelven a dar sus mejores conciertos y la grandeza de aquello que se piensa en clave de la mejor música contemporánea europea.
Paco Yáñez
(Fotos: JONDE – Manu Vidal)