SAN SEBASTIÁN / SIGMA Project revive los Encuentros de Pamplona
San Sebastián. Auditorio Kursaal. 24-VIII-2022. Manu Gaigne, percusión. SIGMA Project. César Barrio, creación plástica. Francisco Javier Larreina, escenografía. Obras de Cage, Erkoreka, Arias, Xenakis, Giménez Comas y De Pablo.
Celebrados del 26 de junio al 3 de julio de 1972, con dirección conjunta del compositor Luis de Pablo y del artista José Luis Alexanco (miembros entonces del Grupo Alea), los Encuentros de Pamplona supusieron una de las apuestas modernizadoras más trascendentes y abiertas al diálogo interdisciplinario de cuantas renovaron la escena cultural española en el último lustro de la dictadura franquista.
Medio siglo después, y con los Encuentros de Pamplona formando parte del canon español de la contemporaneidad —como demuestra la sala que el Reina Sofía les dedica en Madrid—, el cuarteto de saxofones SIGMA Project ha querido celebrar, como colofón al ciclo contemporáneo de la 83ª Quincena Musical de San Sebastián, dicho cincuentenario, haciéndolo en el más puro estilo de los Encuentros navarros: apostando por la interdisciplinariedad, por la renovación de los lenguajes musicales y por la cohabitación de tradición y modernidad, algo que a este concierto se asomaba por medio de la percusión de Manu Gaigne, que ha trabajado ritmos y texturas tímbricas a modo de preludio e interludios a lo largo de todo el programa, buscando un muy sutil y pertinente diálogo con el estilo y el carácter de cada partitura, de forma que el conjunto del concierto se ha convertido en toda una pieza de creación musical en sí misma.
Para enmarcar esta metacomposición, SIGMA ha contado con las colaboraciones de Francisco Javier Larreina, en el diseño escenográfico (creando un espacio móvil que fue cambiando durante el concierto), y de uno de sus artistas de cabecera: el asturiano César Barrio, cuya pintura creció ante nuestra mirada, ya desde el momento en que entramos a la sala, convocando ecos de la abstracción gestual tan característica del arte español contemporáneo a los Encuentros de Pamplona, al desplegar una austera paleta cromática en blancos, grises y negros que ha evocado a los Canogar, Chillida o Saura. Pintura de acción para un diálogo interdisciplinario que no nos ha dejado ni un segundo de descanso, en su superposición de capas artístico-musicales; especialmente, en la primera partitura del programa: palimpsesto en el que se han reunido la percusión, el cuarteto de saxofones, la pintura, la escenografía y la música en off, por medio de la txalaparta.
Es este un instrumento que en 1972 había fascinado a uno de los más ilustres participantes en aquellos Encuentros, el compositor estadounidense John Cage, que sobre dicha percusión tradicional decía que le resultaba “absolutamente deliciosa”, mostrando su deseo de colaborar con los hermanos Artze, los grandes investigadores y virtuosos de la txalaparta a comienzos de los años setenta. Tomando dicho testigo, medio siglo después SIGMA ha dado forma al proyecto que Cage nunca llegó a cuajar, poniendo sobre sus atriles Four5 (1991), parte de unas Number Pieces (1987-92) que, con sus sonoridades tan estáticas, resultan la antítesis de la centelleante txalaparta, por lo que el contraste musical ha sido de lo más acusado y transcultural. Para estructurar este diálogo, SIGMA ha tomado de Four5 en sus cuatro saxofones tan sólo sus notas más largas, envolviendo al público desde el perímetro exterior y conformando un marco de registros graves que se han ido moviendo a nuestro alrededor. Mientras, la parte aguda y rápida fue reemplazada por un registro efectuado en 1974 por los hermanos Artze: fusión de medios acústicos en vivo y grabaciones discográficas tan querida por John Cage, como la simultaneidad de varias partituras en una misma interpretación. La unión de estas tres capas musicales ha dado una nueva muestra de que, como sugiere su propio nombre, SIGMA nos ha invitado a todo un sumatorio de estímulos y lenguajes hoy en día sin paragón en el campo del cuarteto de saxofones (por SIGMA liderado en Europa): primera estación en un recorrido (de evocaciones ancestrales y chamánicas) que nuevamente iría punteando Manu Gaigne desde la percusión tradicional.
Sin embargo, a partir de la segunda partitura del concierto las interpretaciones no han sido ya acompañadas de otras fuentes acústicas, dada la naturaleza y la sutilidad de cada una de ellas. Swirls (2018), del compositor bilbaíno Gabriel Erkoreka, es un perfecto ejemplo, con su exigente virtuosismo y su abigarrada compilación de técnicas que van, sucesivamente, poniendo de relieve los elementos individuales y grupales del cuarteto: cohesión y dispersión que Erkoreka trabaja con una plétora de recursos que lo enraízan en la estela de compositores que comprenden desde Helmut Lachenmann, en las técnicas extendidas, a György Ligeti, por su trabajo con ritmos discrepantes para conformar estratos superpuestos. De las secuelas espectrales del propio Ligeti llega también a Swirls un trabajo muy refinado de la armonía, con compases de corte más clásico en el ecuador de una partitura de estructura simétrica que va incorporando desde rugosos pasajes de aire a percusión de llaves, pasando por multifónicos y una densa unión de gestualidad y espectros armónicos que, pese a su prolija red de efectos procedentes de tan diversas formas de comprender la composición, alcanzan una fuerte unidad y un trazo que se va metamorfoseando con gran belleza y elegancia.
Fue Gabriel Erkoreka, precisamente, quien encargó (para el Ciclo Fundación BBVA de Bilbao) Milk Spilt on a Stone (2017), cuarteto de la compositora vasca Helga Arias que el pasado mes de mayo definimos en SCHERZO, al ser interpretado por SIGMA Project en el Festival RESIS herculino, como un “universo muy refinado en el que los instrumentos acústicos parecen remedar sonoridades electrónicas, aquí entrelazadas como un fluido en color metal, a pesar de las albares connotaciones que pinta en el título de esta partitura el poema de William Butler Yeats en el que se basa”.
Ahora bien, el distinto volumen de ambos espacios escénicos ha deparado audiciones completamente diferentes, y si en La Coruña primaron el empaste y unas reminiscencias electroacústicas tan queridas por Helga Arias, en San Sebastián este “camino de desintegración hacia la nada” ha sonado más camerístico y microscópico, remarcándose especialmente los sobreagudos, los armónicos y los tan sugerentes pasajes de aire sin tono. Gracias a una percepción más individualizada de cada instrumento, hemos comprendido mejor las capas y los componentes de sonido progresivamente retirados por SIGMA en su lectura, haciendo evidentes los estratos armónicos hilvanados en la prolija red de multifónicos a través de los que Milk Spilt on a Stone resplandece, hasta un delicadísimo final de rumores de aire cuyo eco ha roto, con violencia, la atávica percusión de Manu Gaigne, anticipando la furibunda irrupción de Iannis Xenakis.
Del compositor greco-francés ha querido SIGMA celebrar el primer siglo de su nacimiento, con la dificilísima Xas (1987). Verdadera prueba para nuestros tímpanos, la lectura de SIGMA ha ahondado en los contrastes extremos entre las tesituras del cuarteto, así como en la sucesión de oleadas que conforma su endiablada métrica, a modo de tsunamis rítmicos. Nuevo ejercicio de dispersión dentro de la unidad, en Donostia se ha reforzado el carácter ritual de Xas, su arcaico ejercicio de danza, sin rehuir la sensualidad, los roncos ecos del canto y la violencia implícita a los metales xenakianos: todo un lujo técnico y un ejercicio de apabullante virtuosismo que SIGMA llevará de gira por América en los próximos meses, para festejar al genio heleno.
Con Clairobscur (2022), de la gerundense Núria Giménez Comas, llegamos al estreno de esta noche, fruto de un encargo del INAEM y SIGMA Project, un conjunto que se caracteriza, desde su presentación en agosto de 2008, por una incansable voluntad de investigar y dinamizar el repertorio para saxofón, con sus más de setenta estrenos hasta la fecha. Clairobscur entra en esa lista por la puerta grande, reforzando las tesituras graves al incluir en el cuarteto dos saxos barítonos que confieren esa oscuridad a la que su título se refiere. La ausencia de las boquillas en dos de los saxofones convocará, en su inicio, técnicas y sonoridades ya presentes en este concierto, añadiendo rugosidad y una densidad propia de Xenakis. Sin embargo, a medida que Clairobscur se desarrolla aumentan los ecos de la música francesa, los espectros fluctuantes que Giménez Comas altera y modula con slaps, aire sin tono, sordinas implantadas en los pabellones de los saxofones y una idea del sonido, de nuevo, que debe mucho a la electroacústica; especialmente, en su uso de texturas y multifónicos. El final de este intenso recorrido, confiado a los dos barítonos, es subyugante, rubricando un viaje a través de las densidades del saxofón: un estreno de muy alta y disfrutable calidad.
También algo de final de viaje tenía la partitura que ha cerrado el programa, LdP (2021), obra postrera de ese sabio a quien tanto echamos de menos, como lo fue Luis de Pablo. La presencia del bilbaíno en este homenaje a los Encuentros de Pamplona, por él dirigidos, era obligada, por lo que el broche que han puesto Andrés Gomis, Ángel Soria, Alberto Chaves y Josetxo Silguero resultó de lo más pertinente, algo a lo que hemos de sumar que fue precisamente SIGMA el conjunto que trabajó con Luis de Pablo y estrenó esta partitura, cuyas siglas son las del propio compositor, pues él mismo fue consciente del carácter testamentario de este cuarteto, por lo que en su partitura escuchamos ecos y fantasmagorías de materiales precedentes en su enorme catálogo, algo que confiere a LdP una voluntad de recapitulación, a modo de despedida.
Con la paleta sonora más amplia del concierto, al incorporar Josetxo Silguero el saxofón bajo, LdP muestra un estilo que evoca, precisamente, la música de los años setenta, incidiendo en un trabajo tímbrico y armónico más añejo que las partituras previas, pero con un sabor de época muy afín al de los Encuentros de Pamplona. Sin técnicas extendidas ni búsquedas de esa suerte de metainstrumento que es ya un tópico de la contemporaneidad, LdP tiene sus mejores momentos en los súbitos contrastes entre saxofones soprano y bajo, así como en una evocación de la danza que rescata ese diálogo entre tradición y vanguardia que De Pablo quiso potenciar en Navarra, y que hoy SIGMA ha rescatado en este soberbio concierto de la Quincena Musical.
En los últimos compases de LdP ha vuelto a entrar en escena César Barrio, para finalizar su obra pictórica y saludar, junto con músicos, compositores y escenógrafo, a un público que ha llenado la sala por encima del aforo inicialmente dispuesto, rodeando a nueve creadores que, con su excelente trabajo en San Sebastián, han hecho buenas las palabras del propio Luis de Pablo en su presentación de los Encuentros de Pamplona: “La aventura del arte actual es una aventura colectiva”.
Paco Yáñez
(Fotos: Aitor Izaguirre)