Nubes de tormenta desde Mundaka a la Francia de Boulez

GABRIEL ERKOREKA: Nubes I & II. Four Ballades. Jaia. Dos Zortzikos. Kaila Kantuz. Mundaka. Alfonso Gómez, piano. KAIROS 0015103 (1 CD)
El pianista Alfonso Gómez está consolidando en Kairos una trayectoria discográfica de cada vez más imponentes hechuras. Desde su inicial monográfico dedicado a Ramón Lazkano luego saltó a dos grandes y aventurados trabajos en torno a las obras de Olivier Messiaen (sus Vingt Regards) y Morton Feldman (triple disco del que hablamos aquí). Con el gancho de pertinencia que supone el Premio Nacional de Música 2021 concedido a Gabriel Erkoreka (1969), Gómez publica ahora un disco que compila toda la obra pianística del compositor vasco.
Grabado en septiembre del pasado año en la Wolfgang-Hoffmann-Saal de Friburgo (Alemania), ciudad en la que reside y enseña el intérprete de la grabación, la audición se abre con dos piezas de abierta gramática modernista cuyo título ya parece retrotraernos a cierta herencia serialista, Nubes I & II, obras de 1994 y 1995 respectivamente permeadas por la sombra de Boulez. La idea de racimos de sonidos suspendidos, resonancias, espacios de vacío y escalas que explotan obsesivamente otorga a este díptico una pátina de creación muy conectada con los referentes de Erkoreka en el ámbito francés. Pero además del virtuosismo inherente a unas partituras como estas la propia imagen visual que evoca el título obtiene un sagaz correlato en la organización del discurso (cúmulos y nimbos que flotan, viento que los arrastra, delgadísimos y extensos cirros, tormentas…) lo que facilita/guía de un modo muy intuitivo la comprensión de los convulsivos fenómenos que expele el piano.
La cuatro Baladas (2017-21) no son en ningún caso obras de circunstancias, juntas acarician la media hora y cada una de ellas nace como dedicatoria a compositores de referencia para el bilbaíno: Pierre Boulez, Edgar Varèse, Olivier Messiaen y Gerard Grisey. Y en todas se esquiva la tentación de la cita; más allá de este recurso cada una de estas obras aspira a ser un intento de acercamiento, de diálogo con los autores precedentes desde la observación y el comentario; también desde luego a partir de la asunción de ideas armónicas, rítmicas o estructurales tomadas de aquellos. Alfonso Gómez es capaz de salir indemne de unas partituras profusas que, mal expresadas, tenderían a tornarse excesivamente marmóreas. Parece haber logrado una individualización de cada una de las baladas, más vistas desde la unicidad de cada una de ellas que desde la configuración de un ciclo. También en la escucha recomendaremos tomarnos algunos segundos más de los que nos dicta el álbum entre el paso de una a otra. La plétora de motivos y técnicas dispuestas por Erkoreka en estas obras podría avasallarnos de otro modo. No es música que redunde o se guste en lo especulativo, en lo exploratorio, lo que incluso facilitaría las cosas porque la única preocupación sería la inmersión en el sonido. Las tripas de estas cuatro Baladas están llenas de mesenterios, de matices y escollos y de una ambición que trasciende lo puramente ornamental.
Son las cuatro piezas que continúan en el disco, de inspiración vasca, más directas en la expresividad que tejen, sin que ello suponga una relajación de las premisas reflexivas que excitan la escritura de Erkoreka. No abandona la idea de comentario Jaia (2000), nacida a partir de la última composición de Isaac Albéniz, Navarra, que dejó inconclusa. Sin que la música abrace ni en un renuncio la expresividad del creador de Iberia, Gómez consigue elevar la misma aplicando una brillantez que raya en la desinhibición cuando abraza la conclusión de la pieza, con una jota descabezada hasta lo irreconocible. Se ha hablado al respecto de Jaia de cierta convergencia con los maleables postulados de la nueva complejidad inglesa (Ferneyhough y sus adláteres) pero no nos parece algo tan evidente, dejémoslo a ulteriores juicios. Parecida violencia rítmica encontramos en los Dos Zortzikos (2000), cuya ordenación es a libre deseo del intérprete. No hay ninguna veleidad etnomusicológica en dos obras que desnudan esta música popular para quedarse y sondear los aspectos más primitivos de la misma. La más amable miniatura Kaila Kantuz (2004) hace de bisagra con la última escala de este viaje por el imaginario en blanco y negro de Erkoreka, Mundaka (2009). De nuevo Albéniz aparece como motor inspirador para crear una página en la que, con empeño, podemos entrever ciertos esquejes descriptivos de la norteña localidad vasca, de cielos grises y aguas a menudo enfadadas. La escritura sigue sin dar alivio a Alfonso Gómez, erigido en la figura española más prominente y visible del repertorio contemporáneo.
Ismael G. Cabral