MADRID / ‘Three Tales’; apocalipsis quiere decir revelación

Es cierto que lo moderno envejece con suma rapidez. A menudo, lo moderno es la flor de un día que nos seduce durante ese día más que el jardín que, siendo de siempre, siempre cambia. Las ideas geniales que a veces brotan no como ¡qué idea! sino como ¡qué negocio! (le tomamos prestada este shock a una lectura lejana de Unamuno) suelen tener vida corta. A sus perpetradores no les importa demasiado: que les quiten lo bailao, mientras encantaron con su flauta a los niños crédulos de la aldea.
En el caso de la experiencia de Steve Reich y Beryl Korot con Three Tales hay que considerar algo importante: sigue siendo moderno de hace algún tiempo, y aun así sigue vigente. Le evitaremos la palabra vanguardia, cubierta de lodo, aunque más de un vanguardista, de seguir vivo, pediría reconocimiento o incluso más cosas por algunos hallazgos estéticos de la feliz pareja creativa.
Para el contenido de estos Tres cuentos, consulten la entrevista a Nacho de Paz de esta misma página de Scherzo:
https://scherzo.es/entrevista-nacho-de-paz-entre-fritz-lang-y-steve-reich/
Tres vídeos, tres acontecimientos con aspecto de progreso fallido, de catástrofe buscada, de blasfemia científica: Hindenburg, nombre doble, triplemente siniestro, de creador de la teoría de la puñalada por la espalda a dirigible apocalíptico, pasando por presidente que encarga formar gobierno a cierto cabrón en declive; Bikini, el atolón de aciago destino, en que se desplazó a indígenas y otros residentes, donde se envenenó el hábitat que hoy sigue envenenado, si bien el nombre se blanqueó por el de una simpática prenda para chicas que toman baños; Dolly, la oveja que es antecedente del homúnculo que vendrá. Los desastres que anunciaba el Hindenburg volante ya han sido conocidos, aunque puedan serlo mucho más. Lo que anuncia Bikini ya no es “si eso es posible”, “si eso sucederá”; sino cuándo. Lo que predice Dolly es temible, es ominoso, y no ya porque nos metamos en terrenos y áreas que solo le corresponden a Dios (“el alma solo es de Dios”, ya saben), sino porque lo imprevisible tiene aquí mucho de previsiblemente siniestro, ajeno, opuesto, enemigo. Si se rebelan hoy las élites, ya que no las masas (Christopher Lasch); si se rebeló la máquina de Clarke y Kubelik; si se rebelaron los ingenios bella y falsamente humanas de Philip K. Dick y Ridley Scott; si se agitan algunas computadoras con todavía rudimentarias formas de motín… qué podemos esperar del Golem, del zombi con el que anduve (no con el está de moda), del demonio salido del espejo en que se miró el estudiante de Praga. El doble: Rank, Caligari, Wilde y el Doppelgänger romántico si vamos hacia tras. Con parada en el joven Dostokievski.
De esto creemos que trata la feliz conjunción de imágenes y sonido que se plantean Beryl Korot en imágenes y Steve en sonidos. El minimal no siempre es obra de arte, para qué vamos a andarnos con halagos. El minimal le permite a Philip Glass (uno se repite, pero no tanto como Glass) tomar un acorde, convertirlo en arpegio, apoyarlo en un intervalo…. Y ¡hala!, dos horas de ópera. Solo que sus óperas sí lo son, o suelen serlo. Three Tales no es una ópera, aunque sus creadores así la llamen. Opera es teatro. Opera es un conflicto entre personajes, o entre personajes y dioses, o entre personajes y destino, o entre personajes presentes y personajes ausentes. Un conflicto, eso es teatro. Eso es ópera. Acción dramática. Three Tales es una obra bella, excelente sin duda, con esas imágenes y, en especial, con ese dispositivo instrumental y vocal: coordinarlo todo con las imágenes es un trabajo no solo duro, es trabajo de habilidad, de búsqueda de talles, de encaje; y después requiere una capacidad artística para que aquello suene como algo más que un fruto laborioso. Adelantemos que todo eso lo aporta Nacho de Paz en este espectáculo. Nacho de Paz tiene que descender al detalle, tiene que ser coordinador, tiene que concertar (pocas veces mejor dicho) y tiene que recrear una obra de arte. Esa obra es una pieza minimal que uno diría que tiene más que ver con lo que hace John Adams que con lo que hace Philip Glass. Esta suerte de oratorio en tres partes se corresponde con tres momentos distintos de la obra creativa de Glass y de Korot, pero desde hace años las tres piezas están juntas. No son habituales. Se trata de una obra de arte poco conocida pero de la que se ha oído mucho. Es decir, se oye más lo mucho murmurado que la música por conocer.
El Teatro Real ha aceptado en su programación este espectáculo, pero lo ha llevado a la sala Fernando Arrabal de las Naves del Matadero. ¿Habremos recuperado de veras estas Naves para el teatro después del desliz de dejarlas en manos del charlatán de la obra plástica, apoyado por el coro de los grillos que cantan en la prensa? Ya es tarde para decirles: no maltratéis a las gentes del teatro, son los vuestros.
Es hermosa la devoción, pero tampoco ella garantiza el logro artístico. Aquí, la devoción tenía como agitador esencial a Nacho de Paz, que se rodeó de un equipo de muy alto nivel, las cinco voces de Synergy Vocals, los músicos de la Orquesta del Teatro Real, los operadores Robert Ommer (sonido) y Johannes Bernstein, de Big Cinema GMBH (video). Autoexigencia técnica y además talento artístico. Si no es por Nacho de Paz no se habría dado esta bella experiencia ante el público madrileño que llenó la sala Arniches del Matadero durante las cuatro representaciones. No cabe crítica parcial, detallista. Lo importante era el espectáculo, pese a que no requiere puesta en escena. El diálogo de imágenes y timbres (el color es muy importante en esta obra con insistencias y ostinatos: es más, el ostinato forma parte de su esencia) lo dirigía Nacho de Paz, y le da el sentido artístico que la obra sigue requiriendo. Porque Three Tales todavía vive, y da la impresión de que no es flor de un día.
NB: No confundir Three Tales con la ópera Trois contes, Tres cuentos, de Gérard Pesson, estrenada en Lieja el año pasado. Esos cuentos son muy distntos: Andersen, Poe, Foschini.