LA CORUÑA / Horizontes atlánticos, para enseñar a amar
La Coruña. Teatro Rosalía de Castro. 03-V-2023. OSG Sinfonietta. Director: José Trigueros. Obras de György Ligeti y Juan Vara/Manuel del Río.
El sexto concierto del Festival RESIS nos invitó, el pasado 3 de mayo en el Teatro Rosalía de Castro de La Coruña, a un nuevo diálogo entre lo que ya debemos de calificar como repertorio tradicional del siglo XX y la más rigurosa creación actual, como cuatro días antes lo habían hecho Fabián Panisello y el PluralEnsemble.
En este caso, el diálogo se estableció entre Juan Vara, compositor con una sólida trayectoria musical en Galicia, que comprende encargos y estrenos por parte de formaciones como la Real Filharmonía, la Sinfónica de Galicia o el Grupo Instrumental Siglo XX, y György Ligeti, de quien RESIS celebra en 2023 el centenario de su nacimiento, incluyendo dos partituras del húngaro en su programación: Ramifications (1968) y un Cuarteto de cuerda nº2 (1968) que escucharemos, como clausura del festival, en los arcos del Quatuor Diotima.
Nos quedamos hoy con Ramifications, página para ensemble de cuerdas de una notable dificultad, pues se inscribe en plena etapa micropolifónica de György Ligeti. No es, en absoluto, el repertorio habitual de la OSG: ni el propio Ligeti ni, en concreto, este periodo compositivo, algo que se notó en la gran cautela y contención con las que se abordaron los primeros minutos de Ramifications, aunque la calidad de los instrumentistas ha ido salvando las muchas dificultades que la partitura presenta en cuanto a balance armónico y estructura rítmica, con esa “desestabilización organizada” que Ligeti disemina entre los diferentes grupos en los que se divide el ensemble.
Ha sido la parte final de Ramifications (a partir de la sección T de la partitura) donde más creíble ha sonado la OSG; en especial, un Todd Williamson que, con su molto calmo contrabajo en sul ponticello, ha aportado una densidad y unos armónicos de apariencia microtonal realmente impresionantes. Impulsado por su grave registro, repleto de microscópicas inflexiones y ecos de la música electrónica, el arco armónico se fue hilvanando y expandiendo, de forma más convincente, así como ganando en articulación, carácter, rangos dinámicos y expresividad (con dejes de la escritura para cuerdas de Krzysztof Penderecki, en la secciones V y W), rubricando una lectura de menos a más, que nos confirma que, si este tipo de estéticas fuesen programadas con mayor frecuencia, la propia OSG podría dar buena cuenta de ellas en su temporada.
La segunda parte del programa nos ofreció el estreno absoluto de la película Só hai horizonte (2022-23), en lo que diríamos su “versión de concierto”, al ser interpretada la banda sonora del film en directo por los veintiún instrumentistas de la OSG Sinfonietta bajo la batuta de un José Trigueros que ha vuelto a demostrar, en su segunda aparición en RESIS, su versatilidad como director.
Sólo hay horizonte (traducción al castellano del título original en gallego) es una creación de Juan Vara cuya génesis se remonta al confinamiento primaveral de 2020, momento en el que el compositor herculino selecciona fragmentos poéticos de O Canto da Terra (Sotelo Blanco, 1987), Dársenas do ocaso (Danú, 2002) y Razón del desencanto (Reino de Cordelia, 2021), poemarios del escritor coruñés Xavier Seoane; así como un conjunto de fotografías históricas y contemporáneas de La Coruña (cuyo número final ascendió a treinta) realizadas por Francisco Pillado González, Schmidt de las Heras, José Vázquez Paz, José Villar Martelo, Vari Caramés, José Caruncho, Xoán Piñón, Juan Rodríguez y Xurxo Gómez-Chao (a quien nuevamente agradecemos, desde Scherzo, las fotografías con las que ilustramos nuestras críticas del Festival RESIS).
Con dichos materiales, así como con la banda sonora creada ex profeso por él mismo en 2022 (grabada por la OSG Sinfonietta, con José Trigueros en la dirección y Carlos Álvarez-Ossorio en la narración de los poemas), Juan Vara confió la cinematografía de Só hai horizonte a Manuel del Río, realizador compostelano que se sumó al proyecto en noviembre de 2020, seleccionado por Juan Vara debido a la sensibilidad y a la extrema precisión mostradas por Del Río en su filmografía; en la que destacan, dentro del campo de la música contemporánea, los documentales Correspondencias sonoras (2013) y Enrique X. Macías. A lira do deserto (2020).
Aunque Só hai horizonte es una película esencialmente poética, su trama sería resumible diciendo que nos muestra el regreso por mar a La Coruña, después de una larga ausencia, de un personaje que recorre los que fueron lugares fundamentales de la ciudad en su juventud e infancia. Posteriormente, el mismo personaje emprende un periplo por la Galicia interior, camino de la Costa de la Muerte; para, finalmente, regresar al espacio mítico, «fundacional y eterno» —como lo califica Vara—, de la Torre de Hércules, en busca de una plenitud consoladora, ejerciendo dicha torre como metáfora de lo intemporal, frente a nuestra efímera finitud.
Estructurada en tres movimientos, Só hai horizonte no sólo presenta un conjunto de bellísimas fotografías que abarcan más de un siglo de historia herculina, sino que incluye una serie de filmaciones realizadas por Manuel del Río en La Coruña y el rural gallego que ejercen de nexos entre las fotografías, conectando los espacios físicos que recorre el protagonista, así como los temporales; y aquí es inevitable destacar el montaje/fundido final en el que, sobre la fotografía Faro de Hércules (1904), de José Villar Martelo, Manuel del Río progresivamente sustituye la torre de la instantánea más antigua de la película por una filmación de la torre hoy en día: mistérica presencia que superpone los momentos más distantes, históricamente, de la película, creando una sensación hipnótica en la que cuesta discernir si lo que vemos es filmación o fotografía (pues todo ello es): hallazgo que nos remite a pasajes tan subyugantes como el del pestañeo de la protagonista de La Jetée (1962), «photo-roman» de Chris Marker que hemos de considerar como uno de los más directos antecedentes de Só hai horizonte.
Estamos, por tanto, ante una película que se convierte en el magnum opus de Juan Vara, ante una creación coral en la que ha involucrado a un gran número de músicos y artistas, dando forma a su pasión no sólo por la fotografía, el cine, la música y la poesía, de forma independiente, sino por el diálogo interdisciplinario que, en Só hai horizonte y de la mano de Manuel del Río, alcanza una de sus más perfectas muestras en lo que podríamos decir cine como forma de arte musical.
Esa música, tan escrupulosamente subrayada por el montaje de Manuel del Río, sigue las líneas maestras que conocemos en la producción orquestal previa de Juan Vara: ecos impresionistas y un carácter mistérico que casa a la perfección con las imágenes en pantalla, pues fue partiendo de dichas fotografías desde donde el compositor concibió su partitura, buscando acordes entre ambos lenguajes que reforzasen desde su carácter intemporal hasta lo más expresionista (en los momentos de mayor tensión en la película; destacadamente, la filmación Carretera 2). Con gran peso de las cuerdas, la percusión resulta igualmente crucial en Só hai horizonte a la hora de crear ambientes o rubricar las presencias más etéreas o más siniestras, con un protagonismo especial del vibráfono. No es menor en esta partitura, tampoco, la impronta de Béla Bartók: desde los repetidos glissandi en los timbales hasta la organización de los grupos de cuerda y sus distensiones armónicas; influencia que llegaría al propio Ligeti, en los pasajes cinematográficos montados sobre fotografías de Xoán Piñón en el tercer movimiento, con su suspensión microtonal en las cuerdas. Ese punto, tan ligetiano, de suspensión e intemporalidad: la conversión de la altura en masa, incorpora al lenguaje de Vara, asimismo, auras que lo conectan con Henri Dutilleux, un autor cuyas enigmáticas texturas orquestales confieren un carácter muy adecuado a esta banda sonora.
En una inversión de los procesos cinematográficos al uso, Manuel del Río realizó las filmaciones y montó la película sobre la banda sonora ya existente; de ahí, que hablemos de una cinematografía netamente musical, que responde con nuevos acordes (de planos y montaje) a la partitura de Juan Vara. En ello radica la dificultad de poner en escena lo que antes denominamos “versión de concierto” de Só hai horizonte, pues exige que la orquesta respire a tempo con cada inflexión, corte y fundido en el montaje: gran reto de la OSG Sinfonietta y José Trigueros en este sexto concierto de RESIS.
Por descontado, una sincronía total entre música e imagen resulta prácticamente imposible (en los términos que se dan en la película), pero, entre la minuciosa preparación coordinada por Manuel del Río y el trabajo de José Trigueros (supervisado por el compositor), pudimos disfrutar de un espectáculo cautivador, que dotó de mayor presencia y coloratura tímbrica a la banda sonora, mientras que la narración de Carlos Álvarez-Ossorio se mantuvo en off, proyectada a través de altavoces, con la misma toma que escuchamos en el film. Quizás en algunos momentos la OSG Sinfonietta estuvo algo timorata en arrojo expresivo (destacadamente, sus percusionistas); si bien, en global, su versión de la música de un compositor que les resulta más afín, como Juan Vara, ha sido muy notable, con intérpretes que han brillado con nombre propio, como el clarinetista Pere Anguera en sus solos con el bajo dando forma musical, en el segundo movimiento, a las sombras que en pantalla mostraban las fotografías de Francisco Pillado: uno de los momentos más logrados de la banda sonora, en su deambular por el laberinto de piedra que es el casco viejo de La Coruña.
Son instantáneas de una historia congelada que sirven a Juan Vara, asimismo, para poner en valor el peso de la imagen como creación artística significativa, en un tiempo de generalizada banalización de la fotografía: puesta al servicio del egotismo más impúdico y de esa necesidad (cuasi obscena) que hoy se padece de mostrar por las redes cuanto se hace a cualquier hora del día: aberraciones de una sociedad del espectáculo.
En la antítesis de dichas abyecciones aparece, al final de Só hai horizonte, un Caspar David Friedrich al que la película está dedicada. Como el pintor alemán, Juan Vara compone en Só hai horizonte un tiempo paisajístico que respirará trascendiendo al propio tiempo; de forma que, si uno de los deberes del artista es enseñarnos a amar cuanto él mismo ha amado, no cabe duda de que Juan Vara nos ha enseñado, a través de su creación, a amar éstos que son los paisajes de su propia vida.
Paco Yáñez
(Fotos: Xurxo Gómez-Chao / Festival RESI)