LA CORUÑA / Bas Wiegers y Arxis Ensemble hacen de la música carne y resonancias en el Festival RESIS
La Coruña. Paraninfo del Rectorado de la UDC. 25-V-2024. Noa Frenkel y Elisa De Toffol, contraltos. Zacharias Faßhauer, contrabajo. Álvaro Martín, electrónica. Arxis Ensemble. Director: Bas Wiegers. Obras de Saunders, Posadas, Monteverdi y Nono.
Cuando el pasado 26 de abril se presentó el Festival RESIS, dos fines de semana llamaron nuestra atención dentro de su programación, tanto por la altura de las partituras que en ellos se interpretarían como por las actividades paralelas que habrían de iluminar nuestra mirada sobre la figura de quien es el protagonista de la séptima edición de la gran cita coruñesa con la música contemporánea, el compositor italiano Luigi Nono.
Así, desde Venecia llegó la artista y cineasta Serena Nono, segunda hija del compositor, para presentar en la Domus I film di famiglia (2018), un documental en el que recoge fragmentos de las películas rodadas en 8mm por Luigi y Nuria Nono en diversos lugares del mundo: un recorrido desde la ternura y la intimidad hasta lo más tenso de lo político que nos permitió profundizar en la vida y en el pensamiento artístico de Nono, convirtiéndose en el perfecto preludio para el concierto que, un día después, el director neerlandés Bas Wiegers y el ensemble Arxis nos ofrecerían en el Paraninfo de la Universidad de La Coruña; un concierto que alcanzó unos altísimos niveles no sólo interpretativos, sino de vivencia del hecho musical como realidad artística trascendente.
Fue precisamente el director del festival, Hugo Gómez-Chao, quien se encargó de presentar al público un programa por él mismo diseñado, haciendo hincapié en su división en dos partes que incidían, la primera, en la continuidad del gran trazo romántico asociado a una poderosa vivencia física de una música convertida en carne y organismo, mientras que la segunda nos conduciría a un espacio de emociones y resonancias suspendidas, a la contemplación de ese tiempo evanescente que flota y reverbera sobre la laguna de Venecia. Soberbia presentación, la de Hugo Gómez-Chao, que volvió a demostrar la importancia que tiene la palabra para potenciar una receptividad adecuada en el oyente, creando esa disposición espiritual que Francisco Jarauta —presente en RESIS para dialogar con Serena Nono sobre su película— suele asociar a un término alemán tan bello y polisémico como Stimmung.
Tirando de una de las muchas acepciones de dicha palabra, desde luego que afinación precisó Zacharias Faßhauer para atacar, como solista, esa maravilla de concierto para contrabajo y ensemble que es Fury II (2009), partitura de Rebecca Saunders encargada, como la germinal Fury (2005), por una Casa da Música de Oporto cuyo director artístico, António Jorge Pacheco, también asistió al concierto, sumando la presencia de otro protagonista en la intrahistoria de las sucesivas piezas disfrutadas en el programa.
Aunque el abismo del silencio y la vibración del pálpito se dejen escuchar en muchos compases de Fury II, su propia etimología nos recuerda tanto a la ira y a la violencia como a la mitología (evocación tan propia del último Nono), con esa furia que, a su vez, emerge del cuadro homónimo de Francis Bacon Fury (1944). Aquí, esa gran figura del óleo se convierte en un contrabajo cuyos materiales, entre una armonía rarificada y la rugosidad, va expandiendo el ensemble, trasmutando tímbricamente los perfiles de una violencia atávica y primordial. La scordatura del contrabajo, que refuerza sus notas graves, incide en una paleta oscura y cavernosa, cuyos contrastes con los armónicos más agudos activa una gradación de claroscuros esfumada de instrumento a instrumento: Caravaggio de timbres y disonancias musicalmente post-lachenmannianas concebidas por Saunders como una melodía tensada hasta su punto de ruptura, en la que las sombrías resonancias acaban desvelando, finalmente, al silencio.
Aun conociendo mayúsculas interpretaciones de Fury II, como las de António Aguiar (con el Remix Ensemble) o Paul Cannon (con el Ensemble Modern), la de Zacharias Faßhauer me ha perecido antológica, de una perfección técnica y una contundencia sobrecogedoras; algo que Bas Wiegers ha transmitido a un ensemble, Arxis, que ha impresionado, mostrando la enorme calidad y entrega de unos músicos que, aunque todavía jóvenes, poseen una madurez artística e interpretativa admirable.
Esa madurez es crucial para poder mirar de frente a la muerte y abordar una partitura tan sombría y elegiaca como Versa est in luctum (2002), quinteto para saxofón, acordeón, violonchelo, percusión y electrónica de Alberto Posadas encargado por el ensemble Oiasso Novis, cuyo saxofonista, Josetxo Silguero, asimismo estuvo presente en RESIS el pasado sábado 25 de mayo, y no sólo como público, sino aportando su experiencia en los ensayos, como primer intérprete que fue de esta partitura, hace 22 años.
Versa est in luctum es una obra que ya habíamos escuchado a Arxis Ensemble, con los mismos intérpretes, en noviembre de 2022. Su lectura en el Paraninfo de la UDC ha crecido notablemente, gracias a una mayor presencia tanto de los músicos como, en especial, de la electrónica (algo difusa, hace dos años). Ello empasta y compacta más rotundamente este recorrido por unas tinieblas en las que, aunque cargadas de ecos de Tomás Luis de Victoria, priman el desgarro y el lenguaje personal del propio Posadas, con momentos de una intensidad emocional que, por más que se hayan escuchado previamente (como ese abigarrado final en el acordeón de Nicola Tanasković y la percusión de Noè Rodrigo), nos vuelven a hacer estremecer, flanqueados por Iñigo Setuaín y Anna Grenzner en unas thunder sheets algo parcas de agresividad, rubricando una versión marcada por la musicalidad, la exquisitez en el contrapunto y un pathos que confiere a la partitura todo su sentido fúnebre.
Tras una nueva intervención de Hugo Gómez-Chao, la segunda parte del concierto (a nivel conceptual, pues pausa, en sentido estricto, no la hubo) nos condujo a Venecia y a su tan particular configuración del espacio musical, desde el eco y la policoralidad. De ello son epítome las Vísperas (1610) de Claudio Monteverdi, cuyo Duo Seraphim cantaron las contraltos Elisa De Toffol y Noa Frenkel (desde hace décadas, cantante noniana por antonomasia), junto a un trío de viola, violonchelo y contrabajo, para suspender en el ambiente del Paraninfo ese Suono Monteverdi en el que melodía y armonía se van entretejiendo desde el dúo vocal, cual ángeles girando en su antifonal invocación de la Trinidad, no exenta de alusiones a un «Deus Sabaoth» que prolongaba la estela de ira y violencia emanada de Fury II.
Es por ello que, desde la Venecia de Monteverdi, en el siglo XVII, y hasta la de Nono, a finales del XX, esos ángeles habrán sido reiteradamente torturados y asesinados, habrán pasado por una cámara de gas y se habrán convertido en ceniza (como el pelo de la Sulamith de Paul Celan) en un horno crematorio, renaciendo convertidos en los ángeles de la historia de Walter Benjamin, uno de los filósofos que conforman las bases textuales hilvanadas por Massimo Cacciari en el libreto de Prometeo (1981-85).
En el texto de Guai ai gelidi mostri (1983) Cacciari incluyó fragmentos de Ovidio, Lucrezio, Nietzsche, Pound, Rilke, Rosenzweig, Benn y Michelstaedter, en un estadio que diríamos preparatorio o paralelo a un Prometeo con el que comparte procedimientos electrónicos (más tímidos), el refinamiento armónico microtonal y un trabajo (aunque individualizado por la electroacústica) en coros/grupos/islas que aquí lo son sobre un mismo escenario, con un dúo vocal, un trío de cuerda y un trío de viento.
Así como los abiertos ojos del Angelus Novus (1920) que inspiró a Benjamin, los occhi del propio Nono deseaban, en el periodo en que compuso Guai ai gelidi mostri, intensificar (como la pintura coetánea de Emilio Vedova) su mirada, intersecándola con una escucha aguzada, en toda una potenciación de la sinestesia; de ahí, las palabras del compositor veneciano sobre esta partitura: «attimi-eco di voci ammutolite-silenzi-cristallo colmo di eventi-istanti felici-tremendi-tragici. Guai ai gelidi mostri: altra avventura nostra, di Cacciari di Vedova di Haller di me, sul mare aperto al Prometeo».
Sobre el telón de un mar también abierto tocó Arxis Ensemble, con el bello trasfondo de ese océano que para La Coruña es —como apuntaba Nono— espacio de felicidad y de tragedias: superficie reverberante que tanto lleva castigado (en forma de hundimientos y contaminación) ese huracán del progreso que el ángel de la historia es incapaz de eludir, arrastrado y golpeado por esas embestidas sonoras que periódicamente Nono disemina en Guai ai gelidi mostri. Como nos enseñó André Richard, Nono pretendía, así, evitar que el público se abandonase en las fases más bellas y suspendidas de sus partituras: aquéllas en las que la intemporal poesía del Renacimiento, esencializada por Rilke, hace lírica del canto sospeso. Los ataques (especialmente, del trío de viento) en fortissimo redundan en ese aviso a las conciencias dormidas, espoleando Bas Wiegers y Arxis Ensemble nuestra atención y poniéndola en guardia contra la indiferencia a cuantos monstruos nos rodean, acechando cualquier progreso hacia la Utopía (en una Europa en cuyas sociedades la atomización del grupo utilitario ha sustituido a la idea de comunidad. Así que, en el marco de unas inminentes elecciones que podrían cambiar la deriva de Europa, piezas como Guai ai gelidi mostri siguen siendo plena actualidad).
Golpeo y belleza, en su intercambio de microintervalos, sonidos saturados, fricciones, palabras guturalmente ahogadas y textos que intentan decirse (en un monstruario que podría ser los del Bosco, Brueghel o Goya), tanto Elisa De Toffol y Noa Frenkel como Arxis y Bas Wiegers nos han dejado un Nono de altísima categoría, en una partitura nada fácil de interpretar, pues muchas de las intuiciones que en Prometo serán plenitud (especialmente, en la revisión de 1985) aquí aún funcionan de forma más desarticulada, por lo que la labor del músico es concretar las indicaciones (tantas veces, abiertas) del propio Luigi Nono. Apoyados por Álvaro Martín desde una electrónica que ganó en reverberaciones (cual ecos del canto gregoriano y sinagogal), contraltos y ensemble se han fundido en un espacio redescubierto hasta ese final cuyo giro del sonido alrededor del público prefigura el que será arrebatador Hölderlin de Prometeo.
Ahora bien, tragedia de la escucha no ha sido, en absoluto, el disfrutar de un concierto que, tras casi dos horas de tan profunda como exigente música, terminó con el público (más de 200 personas) en pie y largas conversaciones en las que se incidía en el alto nivel artístico y de resonancia comunitaria al que RESIS se ha elevado en esta edición.
Paco Yáñez
(Fotos: Xurxo Gómez-Chao)