Iván Fischer: ‘Si tuviera que empezar de nuevo, haría exactamente lo mismo’
La Orquesta del Festival de Budapest cumple este año sus primeros cuarenta años de existencia, y lo hace en plena forma artística. Creada en 1983 por quien sigue siendo su titular y alma mater, el director húngaro Iván Fischer, la OFB ha trazado en estas cuatro décadas una imparable trayectoria que la ha situado en la élite de las orquestas internacionales, como recientemente ha podido comprobar el público español en las dos escalas (Alicante y Madrid) que la orquesta y su fundador han realizado en nuestro país (véase la crítica de Rafael Ortega Basagoiti) durante una extensa gira europea. Nuestro colega Dávid Zsoldos, del medio húngaro Papageno, ha conversado con Fischer acerca del ayer y el hoy de una formación cuyo sonido sigue conservando, según algunos connaisseurs, las añejas esencias magiares (‘aunque la brecha se va estrechando’, según confiesa el propio Fischer).
¿Recuerda cómo sonaba la Orquesta del Festival en su primera temporada?
A veces trabajo con orquestas juveniles y me vienen recuerdos, me doy cuenta de que así sonaba la OFB en sus primeros años. Hay algo encantador y profundamente cautivador en el entusiasmo juvenil, pero al mismo tiempo, por supuesto, es rebelde, y a veces irrefrenablemente veloz. Quizá la mayor diferencia esté en la manera en que tratamos el tiempo. En aquella época, la orquesta era como un vehículo con motor turbo, o un caballo de carreras, era como galopar todo el tiempo. Ahora es como un delicado y sensible corcel, que detecta y reacciona a cada movimiento, y sabe leer las mentes.
¿Hasta qué punto siguen prevaleciendo las tradiciones nacionales y locales en un panorama musical cada vez más internacional? ¿Se oye la mundialmente famosa escuela húngara de cuerda en el sonido de la OFB?
Creo que sí. Aunque existe una diferencia significativa entre la escuela de violín de Transilvania y la tradición de Budapest, la OFB es una combinación de ambas. Y no lo olvidemos: nuestra escuela de violín está emparentada con la rusa, creada en San Petersburgo por Lipót Auer. Muchos profesores de música -Loránd Fenyves, Zoltán Székely, János Starker y otros- llevaron la experiencia de esta escuela incluso a América. La escuela de cuerda húngara sigue siendo la más claramente diferenciable, pero es cierto que la brecha se va estrechando.
¿Quiénes son los solistas y directores invitados que más han influido en el desarrollo de la orquesta?
A lo largo de los cuarenta años de existencia de la OFB, las visitas de algunos artistas invitados han dejado una huella especialmente profunda. Me gustaría empezar la lista con Sándor Végh, quien prácticamente abrió los ojos a una generación de músicos de cuerda. Entre los solistas, Zoltán Kocsis, György Pauk, András Schiff, Leonidas Kavakos, y entre los cantantes Christine Brewer y László Polgár han sido los que más han influido en nuestros músicos. Pero Gábor Takács-Nagy, Jordi Savall, Reinhard Goebel y muchos otros han desempeñado también un papel importante en nuestro desarrollo.
¿Cómo ha cambiado el repertorio de la orquesta a lo largo de cuatro décadas y qué es lo que más ha influido en él?
En realidad, la selección del repertorio tiene dos vertientes. Por un lado, el objetivo es cultivar constantemente las obras maestras de Bach, Mozart, Brahms, Mahler, Bartók y otros, pulir las interpretaciones y ofrecer al público unas lecturas de alta calidad del repertorio básico. La otra vertiente es la ampliación del repertorio, que estamos desarrollando en varias direcciones. Saltamos hacia atrás y hacia delante en el tiempo, de modo que a veces interpretamos obras de Monteverdi y a veces de Philip Glass. Pero también nos interesa explorar rarezas o piezas poco frecuentadas, como, por ejemplo, La leyenda de José, de Richard Strauss, o la ópera El Emperador de la Atlántida, de Viktor Ullmann, obras que me siguen causando una profunda impresión. Somos nosotros, no aquellos que nos invitan, quienes construimos el repertorio. Por suerte, por lo general se quedan muy contentos con el variopinto repertorio de la OFB.
En cuatro décadas, el mundo ha cambiado mucho: cayó el Muro de Berlín, la digitalización cambió nuestra vida cotidiana y el año pasado estalló una guerra en nuestro vecindario. La orquesta sinfónica fue una de las primeras instituciones importantes de la burguesía en el siglo XIX y ha sobrevivido con éxito al XX, pero ¿cuál será su papel en el XXI?
Permítame añadir el siglo XVIII, porque fue entonces cuando surgieron realmente nuestras antepasadas, las orquestas de corte. Algunos reyes y aristócratas se rodeaban de músicos, y cuanto más grande era el gobernante más trompetistas contrataba. Más tarde, la burguesía heredó las orquestas de la aristocracia y, por supuesto, en la época de Beethoven creció un entusiasmo revolucionario por tocar música en gran número. Para la burguesía, la orquesta era ante todo un vehículo de educación, y la gente culta acudía de forma natural a los conciertos y a la ópera. Ahora, en una sociedad sin clases, el papel de la educación se está diluyendo, y la cuestión es qué tipo de demanda satisfará una orquesta sinfónica en el futuro. Creo que definitivamente necesitamos reformas; necesitamos transformarnos para poder tocar e interpretar el abigarrado repertorio que es el lenguaje de nuestros días.
Si tuviera que empezar otra vez de cero con una orquesta ¿qué haría de forma diferente?
En el noventa y nueve por ciento de los casos haría lo mismo, con tan solo algunos cambios. Por ejemplo, suprimiría el concepto de dirección de sección e introduciría la rotación total. Ahora sería difícil, porque todos estamos demasiado acostumbrados. Pero al menos he dado un consejo a mi sucesor.
Dávid Zsoldos
Foto: Ákos Stiller / Budapest Festival Orchestra