GRANADA / Segundo concierto de la Filarmónica de Luxemburgo y Gustavo Gimeno: de la levedad al peso
Granada. Palacio de Carlos V. 7-VII-2023. Orquesta Filarmónica de Luxemburgo. Director: Gustavo Gimeno. Obras de Marco y Mahler.
Segundo concierto de la Filarmónica de Luxemburgo bajo la dirección de su titular, Gustavo Gimeno, en el Festival de Granada. Por emplear la dicotomía de Milan Kundera, si en el concierto anterior, según dimos cuenta ya, ofreció un programa variado, brillante y caracterizado por la levedad, su segundo concierto resultó un perfecto complemento para mostrar la amplitud de registro de la orquesta y del director: compacto e intelectual, apostó esta vez por el peso e incluyó, sin intermedio, la obra de Tomás Marco [en la foto, en el centro] (compositor residente en la edición del Festival de este año) Angelus Novus, subtitulada significativamente Mahleriana I, estrenada en 1971, y la Sinfonía nº 6 en la menor, «Trágica» de Gustav Mahler —que nació, por cierto, un 7 de julio—; con esta obra, además, se inicia en el festival una trilogía mahleriana que se completará con las sinfonías nº 7 y 5 interpretadas en estos próximos días, respectivamente, por la ONE dirigida por David Afkham y la OJA dirigida por Víctor Pablo Pérez.
Es inevitable reiterarnos en esta crítica sobre las cualidades de Gimeno: su seguridad en la dirección (casi siempre erguido, con pocas inclinaciones del cuerpo a grupos específicos, los movimientos amplios, ligados y elegantes), y su capacidad para controlar el discurso musical y extraer matices y sonoridades sin perder de vista la estructura de la obra. Y, de nuevo, la claridad de su lectura y la citada capacidad para el matiz supieron acercar una obra a priori aún compleja para el público general como esta de Marco, inspirada en el fundamental topos cultural del siglo XX del ángel de la historia de Benjamin-Klee, y transmitir su capacidad de fascinación sonora, con momentos de efímera epifanía, como aquel en el que la sutileza de las trompas (excelentes durante todo el concierto) se superponen a la intervención del piano, o impresionante del momento del clímax donde toda la orquesta se suma por fin en un crescendo tras un discurso eminentemente fragmentario de refracción entre instrumentos.
La interpretación de la sinfonía de Mahler resultó implacable en su sonoridades sombrías y en los ritmos obstinados, vibrante y generosa en los momentos luminosos — por ejemplo, el segundo tema, el llamado «Tema de Alma»— y, en general, atenta y asombrada ante el contraste y la continua invención, que parecen bordear cierto desafuero (es sabido que Mahler decía que componer una sinfonía era construir un mundo con todos los medios a su alcance, y que la sinfonía «debe abarcarlo todo»). Todo ese peso, esa complejidad consciente, estuvieron presentes en la interpretación de anoche, donde de nuevo caracterizó a la orquesta un sonido claro, terso, preciso y atentísimo a los detalles y timbres mahlerianos que, acostumbrados a las grabaciones, suenan casi inverosímiles en vivo —qué verdadera belleza el recurso de las esquilas con la celesta, y qué bien balanceados con las cuerdas—. Hubo de todo, porque de todo hay en la sinfonía: momentos de un virtuosismo sobrecogedor como, por ejemplo, la coda del primer movimiento (impresionantes los violoncelos en su despliegue), y otros de introspección lírica —en el andante—, y aun irónicos, como el subrayado del tercer tema del scherzo. Y nueva concertino, en sustitución del de ayer, pero igualmente brillante en su ejecución y en sus momentos solistas.
En definitiva, un debut brillante de la orquesta de Luxemburgo y de su director, cuya presencia ha marcado otro hito, no menor, en la historia del Festival y que esperamos que vuelva pronto.
José Manuel Ruiz Martínez
(foto: Fermín Rodríguez)