Carlos Mena y Daniel Pinteño: Literes recuperado

Daniel Pinteño, violinista y director de Concerto 1700, y el contratenor Carlos Mena forman una bien avenida sociedad musical. Hace tres años realizaron su primer proyecto conjunto, con música de José de Torres (c. 1670-1738), y ahora han abordado un programa —grabación incluida— dedicado a Antonio de Literes (1673-1747). Son, en concreto, cuatro cantatas al Santísimo del compositor mallorquín, que cambian radicalmente la percepción que se tenía sobre Literes, en particular, y del Barroco español, en general. El programa se estrenó el pasado mes en el Festival de Arte Sacro de la Comunidad de Madrid (FIAS) y el cd se publica este mes, en el que da la circunstancia de que Mena cumple cincuenta años.
Escuchando esta grabación de Literes, la pregunta obligada es por qué no se recuperan más obras suyas.
Daniel Pinteño: Pues seguramente porque se ha preferido recuperar lo que entendemos por el canon musical. Es decir, se ha optado por empezar con un acercamiento a Nebra, ya que tiene un aroma haendeliano en el que estamos todos más a gusto, antes que hacerlo por otros compositores como Torres o Literes, que son un poco más complejos de digerir. Sin embargo, creo que el Literes que hemos hecho en este disco cambia un poco el paradigma y lo aproxima a otros ámbitos. Me refiero a la capacidad que muestra para asimilar corrientes italianas o, incluso, francesas.
Se empezó recuperando el Literes escénico, pero, dado que estuvo muchos años en la Capilla Real, lo lógico sería haber comenzado por ahí.
Carlos Mena: Máxime teniendo en cuenta que trabajó mano o a mano con Torres. Para nosotros ha sido una sorpresa descubrir esta otra música de Literes, por los pasos adelante que da en estas cantatas. Es un salto exponencial en el trato de la voz y del texto, y en la capacidad de escribir de manera virtuosística. Pero no de manera gratuitamente virtuosística, sino siempre atado a la retórica del texto, casi en el canon decimonónico de los italianos. Hay otra cosa que también me ha sorprendido mucho y que no recordaba haber sentido en mi cuerpo: el esfuerzo que, en esta grabación, me han supuesto algunas sucesiones de progresiones dentro de las arias. Me refiero a esfuerzo físico. Cuando las estaba cantando, notaba cómo el cuerpo se me iba torsionando. Eso sí, nunca ahogaba, porque llegaba justo hasta límite que da de sí la voz, no más allá.
Tal vez este Literes tardío lo que ha desarrollado es un mayor conocimiento de la música vocal. Es decir, que sabía hasta dónde podían llegar los cantantes de que disponía, que, en este caso, seguramente sería un castrado.
C.M.: Pero no un castrado normal, sino uno de alto nivel, de esos que estaban muy bien pagados y tenían una gran formación musical. Se constata también ese conocimiento en los recitativos, en la manera de tratar el texto y en la forma de elaborar los da capo. Realmente, sentirse exigido de esta manera es un placer. Literes, aquí, te exprime al máximo. No sé cuántas cadencias para violín tendrá Daniel en el disco, pero yo al menos tengo diez.
Ese cambio drástico en Literes, ¿tendrá que ver con la influencia de algún músico italiano que estuviera en la Capilla Real?
D.P.: Seguro, porque el estilo italiano ya campa a sus anchas en la década de los 30 por todas las capillas españolas, las de aquí y las de América. En estas cuatro cantatas, que se han recuperado en Guatemala, percibo aromas napolitanos, de Scarlatti o de Leo, pero incluso se notan también aromas venecianos, pues la manera de escribir los acompañamientos es muy vivaldiana. Nada de esto se constata en las cantatas anteriores de Literes. (…)
Eduardo Torrico
[Foto: Noah Shaye]
(Comienzo de la entrevista publicada en el nº 372 de Scherzo, de abril de 2021)