ZAMORA / Pauline Viardot, la ecologista
Zamora. Teatro Principal. 25-VII-2021. Pauline Viardot: Le dernier sorcier. Rachael Stellacci (La Reine), Jessica Poppe (Lelio), Manuel Rodríguez (Perlimpimpin), Laura Cruz Bautista (Stella), William Hernández (Krakamiche), Ángela Herrero (Verbena). Escolanía de Segovia. Director de escena: Davide Garattini. Director musical y piano: Francisco Soriano.
El pasado 18 de julio se cumplieron los doscientos años del nacimiento en París de Pauline García-Viardot, tan española de raíces y alma como europea y cosmopolita de elección vital, como bien lo ha explicado Orlando Figes en su reciente y magnífico libro Los europeos. En coincidencia perfecta con la efeméride, el Festival della Valle d’Itria, en coproducción con el MUSEG segoviano y el Little Opera de Zamora, estrenaba una nueva producción de la opereta de salón Le dernier sorcier, compuesta por Pauline Viardot entre 1860 y 1867 sobre un texto de Ivan Turguenev. El pasado día 25 arribaba la producción al Festival de Ópera de Cámara de Zamora, adaptada al espacio del Teatro Principal en una producción prácticamente nueva, dado que tanto en Martina Franca como en Segovia se representó en un espacio al aire libre.
La historia del último hechicero gruñón, que ha perdido sus poderes y que ha usurpado una parte del bosque donde viven los elfos y su reina, es entendida por Davide Garattini en clave ecologista. La Reina es la Madre Tierra, embarazada de la vida que siempre fluye, pero amenazada por un Krakamiche caracterizado de político corrupto y especulador con el medio ambiente, al que degrada y contamina con su presencia. Los elfos, en consecuencia, son los guardianes de la pureza de la Naturaleza y son presentados como repetidas Greta Thunberg con su reconocible impermeable amarillo. No es una lectura alejada de las intenciones del libreto de Turguenev, uno de los escritores del siglo XIX más atento a la descripción reposada y amorosa de la naturaleza salvaje, como se puede ver en obras suyas como Memorias de un cazador, Aguas primaverales o Tierra virgen. Aderezado con apropiadas notas de humor (Stella, la hija del hechicero, caracterizada como una muñeca) y una escenografía simple pero eficaz, Garattini sacó buen provecho al reducido espacio escénico y consiguió un desarrollo fluido de las escenas.
Francisco Soriano es el autor de la edición de esta partitura a partir del manuscrito original conservado en Harvard y fue el responsable de la recuperación mundial de la versión original en el Teatro Villamarta de Jerez en noviembre de 2018. Por ello, su conocimiento de la música es total y ello se evidenció en su dirección, que supo subrayar el carácter danzable de muchos números, así como la elegancia, muy francesa, de la línea melódica. Atento a los cantantes, consiguió un alto grado de concertación, con momentos brillantes como el cuarteto a capella o el concertante final, en un muy bien regulado crescendo expresivo.
Los elfos fueron encarnados por integrantes de la Escolanía de Segovia, dirigida por María Luisa Martín Antón. Cantaron muy entonadas y bien conjuntadas, sobre todo teniendo en cuenta que la mitad estaba en el escenario y la otra mitad en el último piso del teatro. Los solistas procedían de la Academia de Canto Rodolfo Celletti de Martina Franca. Krakamiche fue interpretado por un William Hernández dueño de una voz baritonal contundente, de amplios medios, de tonos oscuros, flexible y bien manejada gracias a una capacidad actoral más que notable. Su dúo con Stella, su hija simplota enamorada del príncipe Lelio, fue uno de los mejores momentos de la función, ya que junto a él estaba la otra gran voz de la noche, la de Laura Cruz, una soprano de bellísimo timbre, agudos brillantes y muy timbrados, una soprano plenamente lírica con cuerpo y proyección que supo identificarse con el diseño de su personaje como una especie de Olimpia con corazón.
Muy atractiva fue también la voz de Stellacci como Reina, de tonos bellamente oscuros, muy expresiva en el fraseo y de movimientos muy elegantes. Poppe, en cambio, mostró una emisión trasera y engolada que emborronó un timbre de mezzosoprano muy prometedor. Aun así, en su dúo con Stella sacó una emisión más clara y unos acentos líricos muy remarcables. Ni por voz, ni por caracterización del personaje, excesivamente histriónico, convenció el Perlimpimpin de Manuel Rodríguez. Se adivina una interesante voz de tenor, pero no era éste su personaje ideal para mostrarla. Ángela Herrero fue una correcta y apropiada Verbena.
Iniciativas como ésta, a tres bandas y con repercusiones internacionales, servirán para afianzar definitivamente el puesto de Pauline García-Viardot entre los/las grandes compositores/as de la Historia, precisamente en el año de su bicentenario. ¡Muchas felicidades, Paulina!
Andrés Moreno Mengíbar
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