Weinberg: ¿por dónde empezar?

MIECZYSLAW WEINBERG:
Cello Concertino, op.43bis; Fantasía para chelo y orquesta op. 52; Sinfonía de cámara op. 152. Pieter Wispelwey, violonchelo. Jean-Michel Charlier, clarinete. Les Metamorphoses. Director: Raphael Feye. Evil Penguin
MIECZYSLAW WEINBERG:
Sonatas para piano 1-3. Piotr Salaczyk, piano. Polskie Radio.
Cuando conocí la música de Weinberg hace más de treinta años, el compositor figuraba como Vainberg en los diccionarios occidentales y las únicas grabaciones disponibles procedían del sello estatal soviético Melodiya. Hoy en día, casi todo su catálogo se puede encontrar en los principales sellos discográficos, con las máximas calidades técnicas, aunque no siempre interpretativas. Cada vez que alguien me ha preguntado: “¿por dónde empiezo con Weinberg?”, la respuesta por mi parte no ha sido fácil. Hasta ahora.
Las tres primeras sonatas para piano de Weinberg fueron escritas poco después de su huida a Rusia desde la Varsovia ocupada por los alemanes. Las tres me resultan fascinantes: son un batiburrillo de reminiscencias de música de café, Bach, Hindemith, mórbidos valses y liturgia judía, con fuertes y guturales improntas de Prokofiev y Shostakovich.
La tercera sonata, fechada en 1946, transmite de tal forma el pánico estalinista que es muy probable que haya que tomar un par de Valiums después de la primera ingesta. Pero se trata de una música que crece y crece en repetidas escuchas. Los polacos están hoy en día reivindicando a Weinberg -ya era hora- y la grabación de Piotr Salaczyk para la Radio Polaca describe a la perfección la imagen de un compositor que vivió en una tierra de nadie en una situación de precaria supervivencia. Estamos ante interpretaciones realmente reveladoras e instructivas.
Pero espere a escuchar al holandés suspirante. La primera vez que escuché a Weinberg fue a través del violonchelo de Mstislav Rostropovich, tan fogoso como excelente. Pieter Wispelwey, quien se dio a conocer como violonchelista barroco, aporta una tranquila introspección a un par de conciertos (op 43bis y op 52) que Weinberg escribió en los años de máximo terror estalinista (1948-52) cuando su suegro fue asesinado por orden de Stalin y él mismo arrestado por orden de Beria. Weinberg se refugió en su música en temas y melodías polaco-judías, como si buscara consuelo en el mundo de su infancia, un mundo por aquel entonces completamente destruido. El tema principal de la Fantasía opus 52 es un sublime y relajado lamento, una melodía que emana del corazón de un violonchelista profundamente empático.
La tercera pieza de este álbum es una sinfonía de cámara tardía, la opus 153, repleta de exuberantes melodías klezmer para clarinete solista, entre otras travesuras. El solista es Jean-Michel Charlier, el conjunto es Les Metamorphoses, el director es Raphael Feye y el embalaje de Evil Penguin es voluminoso y confuso. No se desanime. Si quiere un punto de entrada a Weinberg, aquí lo tiene: se trata posiblemente del Weinberg más arrollador, envolvente y perfecto que he escuchado nunca. En estas inquietantes semanas de brutalidad bélica, esta música le aportará algo de consuelo e incluso un poco de alegría.
Norman Lebrecht
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