VILLAFRANCA DEL BIERZO / Juan Carlos Garvayo rinde homenaje a Tomás Marco
Villafranca del Bierzo, Iglesia de San Nicolás. 6-VIII-2022. Juan Carlos Garvayo, piano. Obras de Marco, Debussy, Falla y Garvayo.
Este año, el festival Música en Villafranca que dirige Pedro Halffter Caro ha dado un importante salto en calidad y cantidad de sus conciertos, con quince citas de gran interés, entre las que se cuenta un homenaje a Tomás Marco, quien tantas veces acudiera a Villafranca del Bierzo para participar en los cursos y en los conciertos junto a los recordados Marita Caro y Cristóbal Halffter. Para la ocasión se ha contado con Juan Carlos Garvayo, posiblemente el pianista más inquieto e imaginativo del actual panorama español, quien diseñó un programa que giraba alrededor de la evocación de la ciudad de Granada. La obra central era la Sonata en forma de cármenes de Marco, un brillante homenaje a Falla que oculta numerosas referencias y citas al mundo del flamenco. Garvayo arrancó Profundo carmen con un toque percutivo, en staccato muy regulado. Secreto carmen sonó en sus manos con riqueza de síncopas enérgicamente marcadas, energía casi violenta que se transmitió a las acciacature y los mordentes, para finalizar con unos sutilísimos arpegios. Garvayo dio muestra de su sentido del ritmo y su control del tempo en el mundo de dinámicas cambiantes de Ardiente carmen, en los que también supo establecer un apropiado balance entre los acordes acuciantes y los pequeños núcleos melódicos sincopados.
El Tomás Marco de Soleá no pudo tener mejor intérprete que Garvayo, pianista que ha hecho del mundo del flamenco su terreno predilecto de incursiones musicales, por todo lo cual los juegos de contratiempos y las alternancias entre ritmos binarios y ternarios de la partitura sirvieron para una interpretación brillante y llena de duende.
Garvayo arropó estas obras “granadinas” de Marco con otras de similar inspiración, como La puerta del vino y Lindaraja de Debussy. El ritmo de habanera que habita bajo ellas sonó de forma nítida y bien marcada, especialmente en la primera de las piezas citadas, dando sentido a las exigencias del compositor de interpretarla con “extrema violencia y dulzura apasionada”. En ambas Garvayo dictó una lección de cómo usar el pedal para conseguir una paleta de colores muy expresiva. Aún más nítido sonó el ostinato de habanera/tango en el Tombeau de Claude Debussy de Falla, en el que cabe señalar la claridad en la disposición de las texturas en la lectura de Garvayo. También el propio pianista se unió al homenaje a su tierra con su propia composición Granaína del secreto, una bella muestra de su finura poética como creador y de la delicadeza de su toque, un toque que mira a la guitarra flamenca pero que se asienta sobre el teclado de forma plenamente idiomática.
Como colofón, la soberbia y enigmática Fantasía bética de Falla. No fue la de Garvayo la interpretación exhibicionista, con glissandi exagerados y gesticulación de cara a la galería tan al uso, sino una mirada hacia el corazón de la obra, hacia sus exploraciones tonales y rítmicas, a la poesía delicada de la cita de la nana mediante un delicado uso del rubato, aunque sin dejar de lado los pasajes de chisporroteo sonoro más complejos, que de sus manos salieron plenamente integrados en una visión global coherente y orgánica.
Andrés Moreno Mengíbar
(Foto: Federico Mantecón)