VILABERTRAN / Una estelar Erika Baikoff abre la Schubertíada de Vilabertran
Canoníca de Santa María. Vilabertran. 16-VIII-2023. Erika Baikoff, soprano. James Baillieu, piano. Obras de Schubert, Korngold, Marx, Rimski-Korsakov, Chaikovski y Rachmaninov.
La joven soprano norteamericana de origen ruso Erika Baikoff, acompañada al piano por James Baillieu, inauguró una nueva edición de la Schubertíada de Vilabertran. La Canónica estaba llena a rebosar, con un público fiel dispuesto a admirar una de las voces más prometedoras del género. Con un programa dedicado a lieder de Schubert, Korngold y Marx, y romanzas de Rimski-Korsakov, Chaikovski y Rachmaninov (prácticamente idéntico al recital que un año atrás ofreció acompañada por Kunal Lahiry en la Schubertíada de Valdegoivía), Baikoff persuadió tanto por su voz dúctil como por su apasionamiento interpretativo.
Su carrera artística podría haberse decantado por el ballet clásico, pero Baikoff finalmente optó por la lírica; su perfecto dominio del espacio escénico, su elegancia y sugerente expresividad facial, se compaginan con una voz fluida que se desenvuelve con naturalidad a lo largo de su tesitura.
Desde que Baikoff inició el recital con los lieder Atys, D. 585 y Der Zwerg D.711, desplegó una gama de recursos vocales admirables: amplia proyección, firme en su centro vocal, seguridad en la afinación de los saltos interválicos, fluidez en el registro agudo y un temperamento expresivo que en contados momentos pecaba de excesiva sobreactuación.
La inteligencia de escoger en su programa lieder de autores poco programados como Korngold y Joseph Marx –cuyos conciertos para piano, entre otras obras, merecerían mayor presencia en salas de concierto–, corrobora su inteligencia para desplegar su arsenal de cualidades artísticas. En cuatro de los Sechs einfache Lieder, un joven Korngold establece un amplio abanico de contrastes tonales para recrear un sinfín de atmosferas sugestivas; La Serenata, Verano o Las campanitas de nieve presentan inocentes narraciones que Baikoff cantó una naturalidad encantadora bajo un acompañamiento pianístico que Baillieu desplegó admirablemente.
La soprano americana se había ganado plenamente al público y más aún cuando cantó la incisiva música de los cinco lieder de Joseph Marx escritos en los albores del siglo XX. La poesía de Rilke (Traumekrönt), o la de Ernst Heinz Hess (Nachtgebet) y el complejo acompañamiento pianístico que atesora toda la tradición romántica, exigían a Baikoff un sinfín de retos expresivos. Superó con creces los escollos líricos y contrastes de dinámicas con una dulzura e intimidad que atestiguaban su capacidad para cantar sutilmente a mezza voce.
Baikoff y un excelente James Baillieu –pianista que mostró un control absoluto de la resonancia con una pulsación siempre nítida y un mesurado dominio en la colocación de los pedales– plantearon un giro de guion estilístico en la segunda parte del concierto, ahora íntegramente dedicado a diversas romanzas rusas. La nostalgia de las canciones Sueño de una noche de verano de Rimski o la Canción de cuna de Chaikovski revelaron lo mejor de la sensibilidad y madurez artística que atesora esta joven soprano, con un canto sinónimo de exquisitez, intimismo y dulzura.
El magnetismo escénico de Baikoff iba in crescendo hasta llegar a la cúspide con las seis romanzas de Rachmaninov. Voz que ahondaba en texturas aterciopeladas y a su vez podía exponer una sutil gama de colores siempre adecuadas para desgranar el sentido de melodías como Un sueño o Margaritas. El derroche de sensibilidad ante un repertorio que conoce a las mil maravillas y una capacidad camaleónica para ahondar en diversidad de estilos, auguran a Baikoff una carrera colmada de éxitos.
Galardonada con el premio de Lied en la última edición del Concurso Viñas, con futuras actuaciones tanto en Madrid –ciclo de lied de la Zarzuela– como en el Palau de la Música Catalana –con un programa que dedicará entre otros autores a Wolf, Schoenberg y Zemlinsky–, su andadura sobre los escenarios tiene un futuro del todo prometedor.
Lluís Trullén