VILABERTRÁN / Hartmut Höll y Gabriel Rollinson, maestro y joven promesa juntos en la Schubertíada
Vilabertrán. Canónica de Santa María de Vilabertrán. 22-VIII-2024. Gabriel Rollinson, barítono. Hartmut Höll, piano. Obras de Schubert, Grant Still .
La Schubertíada de Vilabertrán presentaba en el recital de la noche del jueves un doble debut. Siempre atenta a las futuras promesas que pueden despuntar en el repertorio liederístico, los programadores pusieron su punto de mira en el joven barítono británico Gabriel Rollinson. Al piano el gran Hartmut Höll, el célebre pianista acompañante vinculado a los nombres de Fischer-Dieskau, Hermann Prey o Renée Fleming, quien desde su amplia sabiduría concerniente al lied, está apostando en sus recitales por jóvenes cantantes, entre ellos el propio Gabriel Rollinson; curiosamente la Schubertíada, con sus treinta y dos años de historia, todavía no había contado con la presencia del gran pianista alemán.
El concierto tuvo dos bloques diferenciados, dedicados respectivamente a Schubert y al compositor afroamericano William Grant Still, con resultados dispares a lo que concierne a nivel interpretativo. Gabriel Rollinson desde que abordó los tres lieder reunidos en el Op.7 de Schubert ya nos descubrió sus pros y contras como cantante. Su instrumento posee una voz indudablemente bella en cuanto a color, que atiende a las cuestiones dinámicas con pulcritud y que busca la vertiente expresiva como principal recurso para afrontar los distintos lieder. Una voz todavía joven y falta de proyección y volumen para superar parte del repertorio y poder alcanzar aquella sublimidad lograda mediante una mayor gama de matices para congeniar música y palabra. Tiempo al tiempo.
Rollinson jugaba inteligentemente con los aspectos que más se adecuaban a su voz de barítono: sensibilidad en el canto en Der tod und das Mädchen, matices sonoros bien definidos en el lied Todesmusik o acomodando su voz al ritmo de barcarola de Der Flug der Zeit, evocación al inexorable paso del tiempo. Si su centro vocal resulta impecable, adolece todavía de mayor aplomo para afrontar con mayor claridad tanto las notas más agudas como otorgar fortaleza y amplitud en el registro bajo de su tesitura. El piano de Hartmut Höll no escatimó rotundidad y volumen en sus intervenciones, magistral en lo expresivo, y a momentos todavía excesivo para la voz del barítono.
Rollinson y Höll junto a la mezzo Yajie Zhang han dedicado una grabación a la música de William Grant Still (1895-1978), el compositor que, como recuerda Antoni Colomer en las notas del programa, es considerado el “decano de los compositores afroamericanos”. Fue el primer afroamericano en dirigir una gran orquesta sinfónica (Filarmónica de Los Ángeles) o el primero en ver estrenada una sinfonía por una gran orquesta, en unas décadas plenamente segregacionistas. Las canciones seleccionadas para el recital bebían estilísticamente del góspel y el blues y fue aquí donde Rollinson ofreció versiones de indudable atractivo, haciéndose incluso con el dominio escénico. Sin que su voz nos terminara por cautivar, entró en la rítmica, en la delicada lentitud –con un acompañamiento pianístico de nuevo excepcional servido por Höll– para hacer revivir una música en la línea de Gershwin. La riqueza rítmica y armónica de canciones tan sugerentes como Bayou home o Mississippi, constituían un sustento idóneo para una voz, que hoy por hoy se amolda más a este repertorio que al lied schubertiano.
La música de William Grant Still sufrió desde inicios de los años cincuenta y durante más de treinta años, un boicot por parte de discográficas, orquestas y la propia comunidad negra. Grant Still, como recuerda Elizabeth Schwartz, fue un anticomunista declarado y durante los años del macartismo denunció a Paul Robertson, distanciándose así de la comunidad negra y de los blancos liberales. Un compositor excepcional pero con una vida llena de controversias que ha sido biografiada por Catherine Parsons Smith. Con música de Strauss y la canción Among the Fuchsias del ciclo Five Songs on Poems by Laurence Hope del compositor Harry Burleigh –quien fuera nieto de esclavos– concluyó un recital con luces y sombras.
Lluís Trullén
(foto: Silvia Pujalte)