VILABERTRAN / El genio de Kit Armstrong hace brillar la música de Byrd, Bull y Bach
Vilabertran. Canónica de Santa María. 25-VIII-2021. Schubertiada. Kit Armstrong, piano. Obras de Byrd, Bull y J.S. Bach.
Al escuchar a Kit Armstrong interpretar al piano la música de Byrd, Bull y Bach no podemos sentirnos indiferentes ante tamaño derroche de talento técnico y ante la abrumadora musicalidad que la mente prodigiosa del pianista norteamericano ha ido construyendo a lo largo de los años. Armstrong, de origen británico y taiwanés, volvía a nuestro país para actuar por primera vez en la románica Canónica de Santa María de Vilabertran, en un recital que en un principio debería haber ofrecido Nicholas Angelich, pero que se canceló por problemas de desplazamiento derivados de la pandemia.
Solamente queremos apuntar unos datos biográficos sobre Armstrong para entender la dimensión de su talento. Nacido en 1992, a los nueve años ya estudiaba Biología, Física, Matemática y Música en la Universidad de Utah, para luego seguir en Pensilvania su formación en Matemáticas y Química. Con 12 años, hasta 2008, estudió Matemáticas Puras en el Imperial College de Londres, culminando dicha formación en 2012 en la Universidad Curie de París. A todo ello hay que añadir sus sólidos estudios musicales, que le llevaron a debutar con orquesta a los 8 años, para luego estudiar en el Curtis Institute y en la Royal Academy of Music de Londres, convirtiéndose en el único alumno a tiempo completo de Alfred Brendel.
Armstrong pone al servicio de sus interpretaciones su sólida y analítica visión constructiva de la forma musical, apoyándose en una técnica pianística en la que no hay cabida para un desliz o para el más ínfimo error, pese a las diabluras ornamentales a las que se enfrenta o a los tempi vertiginosos por los que opta. En este caso, se trataba de obras de los virginalistas William Byrd y John Bull, como antesala de las complejísimas Variaciones Goldberg bachinas que completaban el recital de Vilabertran.
Armstrong empezó a cautivarnos con sus versiones de estos autores de la época isabelina, por el brillo de su articulación, por su precisión límpida en las florituras ornamentales y por su gusto por afrontar unas dinámicas que le llevan a una gradación del sonido que recorre desde recónditos pianísimos hasta elocuentes forte dentro de una misma frase.
Su uso permanente del pedal es siempre atento a ese punto justo de reverberación, para no emborronar la maravillosa música que se encierra en la Melancholy Pavan, MB. 19/67 de Bull o las variaciones que integran Les Buffons del propio Bull, así como las sonoridades majestuosas de The Bells de Byrd, con las cuales abrió el recital. Es este un recurso sonoro que el pianista americano siempre mide con exacta precisión.
Armstrong ya sintió desde niño devoción por la música de Bull y Byrd, que siempre han sido una constante en sus recitales, como el que realizó en el Concertgebouw de Ámsterdam el 3 de marzo de 2016, en el cual también incluyó las Variaciones Goldberg (el resultado fue un exitoso DVD). “Para mis oídos no hay nada más sorprendente que el contraste entre la personalidad de Byrd y Bull”, comenta Armstrong en el que supone el CD de su debut con DG, aparecido el pasado mes de julio y dedicado íntegramente a ambos compositores. Escuchándole en Vilabertran, se pudo constatar esa devoción que siente por una música que desgrana con una asombrosa gama multicolor de sonidos.
En cuanto a las Goldberg, Armstrong evitó hacer una versión canónica, tendiendo a la elección de unos tempi elevados y a desprenderse de las repeticiones temáticas preestablecidas en cada variación, algo que entraña una tremenda personalidad artística. El pianista americano buscó una lectura más elocuente que interiorizada, proclive a los contrastes y a los efectos que particularmente se encierran cada uno de los cánones y pasajes contrapuntísticos. Su versión deslumbró por la elección de un tempo más rápido respecto a las versiones más canónicas, y atendió más a la particularidad de cada variación que a una visión global de la obra. Todo ello, sin obviar los aspectos reflexivos. En suma, Armstrong optó por una visión en que la elocuencia, la claridad, la fluidez basada en unos tempi vertiginosos abrió una visión atrevida y personal de esta obra sublime.
Grandes aplausos para un Armstrong que, ya fuera de programa, nos regaló una excepcional versión del primer preludio y fuga del libro primero del Clave bien temperado de Bach y una triunfal y brillante marcha de Byrd, como colofón a un recital que a nadie pudo dejar indiferente.
Lluís Trullén
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