VALLADOLID / Una orquesta crecida
Valladolid. Auditorio Miguel Delibes. 10-I-2020. Orquesta Sinfónica de Castilla y León. Director: Leonard Slatkin. Obras de Berlioz, Copland, Hindemith y Elgar. Aforo: 1700. Asitencia: 95%
Leonard Slatkin fue ovacionado en el Delibes porque el público entendió que vino a la OSCyL a trabajar con la orquesta como lo hubiera hecho un joven que aún tiene todo por demostrar. Comprendió el sentido de lo festivo de El carnaval romano y, sin renunciar al sentido de lo desmesurado en Berlioz equilibró lo que en él hay de hiperbólico para que ninguna línea orquestal quedase sin escucharse en una versión que priorizó el avance de la música a través de sus capítulos, en sentido narrativo. En ello tuvo que ver el empuje de los cinco percusionistas, cuya labor fue destacable todo el concierto.
Quiet city de Copland permitió un merecidísimo homenaje a los excelentes solistas de viento Juan M. Urbán y Roberto Bodí (corno y trompeta respectivamente), dos veteranos de la formación muy queridos y apreciados por su público, que dialogaron sobre el cimiento de la cuerda con la soltura de dos viejos amigos.
El genio de la orquestación de Hindemith se puso de manifiesto en sus Metamorfosis sinfónicas sobre temas de Weber porque la orquesta y el director leyeron, trabajaron e interpretaron su brillante juego de tensiones y diálogos. Tal vez el único punto oscuro ⸺que en nada oscurece la interpretación⸺ pudo ser una descompensación de energía, de más a menos, de delante a atrás, en los atriles de violines primeros en alguna intervención en que la sección queda expuesta a solo (me inclino a que fue debido más a falta de ensayo del fragmento que a sobreactuación del concertino).
Tanto en Berlioz como en Hindemith y como en las Variaciones Enigma de Elgar, tres partituras de exigente trabajo de conjunto, la OSCyL fue en manos de Slatkin un solo instrumento bien ensamblado. En pasajes de tutti, las trompas y los metales en general, permitieron el color, el ajuste de todo el mecanismo y la potencia en la expresión. La percusión, en su sitio apoyando la intensidad y la direccionalidad; la madera, como siempre perfectamente afinada y empastada con intervenciones sobresalientes de sus solistas; las cuerdas graves espectaculares, con unos solos de sección de violas plenos de color y sutiles toques de magia en el chelo de Lorenzo Meseguer.
Cuando la OSCyL reconoce una personalidad musical en el podio y se deja llevar por su trabajo de ensayo obtiene resultados como estos: interpretaciones emocionantes que buscan con ahínco la no lejana perfección en el ensamblaje técnico de todos sus mecanismos.
Foto: Donald Dietz
Enrique García Revilla