VALLADOLID / OSCyL: Petrenko en su terreno
Valladolid. Auditorio Miguel Delibes. 15-II-2024. Orquesta Sinfónica de Castilla y León. Martín García García, piano; director: Vasily Petrenko. Falla/Coll: Fantasía Bética; Chaikovski: Concierto para piano nº 1; Sibelius: Sinfonia nº 1.
El listado de partituras pianísticas célebres que están pidiendo una orquestación podría tender a infinito. El caso de la Fantasía Bética, que puede ser una de ellas, es el de una textura muy pianística en la que la dificultad para ser traspuesta a la paleta orquestal resulta extrema. La partitura es brillante y funciona, pero el concepto general tal vez resulta un tanto forzado. El problema para el orquestador se presenta en cada compás ante unas figuraciones que no pueden pasarse de piano a orquesta de las formas más habituales. Una excepción es el interludio en 3/8, de sobresaliente resultado, precisamente por la claridad con que se diferencian en él las voces. Francisco Coll respondió en 2022 al encargo de la Filarmónica de la BBC con una excelente obra resultante destacada en brillo y color que, para bien, para mal o para todo lo contrario, es totalmente distinta en carácter y personalidad a la original para piano, al menos en manos de Vasily Petrenko. Con buen criterio, el compositor arreglista elige como principio el destacar el componente melódico, que en la parte para piano queda diluido en la densa textura para diez dedos, e incluye el apoyo de un piano, cosa muy propia del mismo Falla, lo que contribuye a suavizar algunas de esas dificultades de acompañamiento.
El pianista Martín García García se presentó en Castilla y León con buen pie, gracias a la asociación con director y orquesta, a su fraseo inspirado y natural y a un piano equilibrado y bien integrado en el tutti. En el Concierto para piano nº 1 de Chaikovski, Petrenko optó por subrayar las partes melódicas y bajar un poco otras partes de la orquestación para ganar en claridad. En el andantino, los solistas de la OSCyL se unieron al soplo artístico generando un sonido íntimo y una música de cámara de finísima delicadeza. Como contraste a estos sedosos pasajes de la cuerda en sordina, el allegro con fuoco, proporciona la contrapartida de una energía de noble intención hasta conducir a otro efecto maestro por parte de Petrenko en terrenos de Chaikovski: ese crescendo final que aumenta, larguísimo, de forma aritmética y que sólo en sus últimos compases se lanza exponencialmente como rúbrica del autor.
Una vez más se comprobó que las segundas partes de Petrenko no decepcionan. Se dice que, cuando uno domina el tema del que habla, da gusto oírle. En la Primera de Sibelius, el director manejó potencia y energía con gran autoridad frente a la OSCyL, convertida en fiel amigo y dibujó un suntuoso sonido para los juegos de tensión y distensión de ese anhelante y chaikovskiano segundo movimiento. Sacó partido al efecto de los acentos, de los fragmentos a tutti, qué decir de los espectaculares unísonos, para lucir a la OSCyL y presumir él mismo de orquesta. El Sibelius de Petrenko, colorido y melancólico, desdibujó la frontera entre Rusia y Finlandia, como si la música nacional de ambos países fuese una cosa muy similar (ya sabemos que no es así). Dicho de otra forma (no se me ofendan ni se vayan a la política, que es música), Sibelius sonó ayer muy ruso. Y nos encantó.
Enrique García Revilla