VALLADOLID / Leonskaja y el Beethoven de antes

Valladolid. Auditorio Miguel Delibes. 3-VI-2022. Elisabeth Leonskaja, piano. Orquesta Sinfónica de Castilla y León. Director: Moritz Gnann. Obras de Beethoven.
Un nuevo buen concierto de la OSCyL en manos de Elisabeth Leonskaja y del alemán Moritz Gnann con el Quinto de Beethoven y la Eroica en los atriles. El concepto sobre el sordo de Bonn que comparten pianista y director tiene hoy algo de inesperado. Cuando el Beethoven que se ha impuesto en los días actuales por la evolución del criterio historicista es el que golpea la orquesta a hachazo limpio, el de los matices bruscos y el de los acentos secos en parte débil, un Beethoven tan exaltado como heroico, la versión que nos ofrecieron anoche tiende más a parecerse a la pintura de un elegante general a caballo de los tiempos románticos, en la que los tempi se moderan y lo áspero se suaviza, buscando lo heroico en el carácter de aquellas interpretaciones históricas de la escuela alemana.
Leonskaja permanece fiel a su propia manera de comprender la música, la que aprendió de sus maestros, y no parece necesitar adscribirse o imitar a las corrientes en las que no se encontraría a gusto. Bien por ella. Su musicalidad en el fraseo y su relación con la orquesta reflejan verdad. Eliminan lo exageradamente áspero del Beethoven que impera hoy en las salas de concierto, en favor de esa pureza con que se interpretaba en el siglo XX. Parece que, en este sentido, su relación con el director no debió de entrar en conflicto durante los ensayos, pues ambos parecen sentirse cómodos en ese tipo de interpretación ‘pre-historicista’, en la que, todo hay que decirlo, es preciso cuidar mucho que no decaiga la tensión, como pareció ocurrir al comienzo del tercer movimiento, en el cual la solista, en su intervención, tuvo que aligerar para que aquello no se ralentizase.
La Eroica de ayer, que hoy consideraríamos ‘académica’, propia de un discípulo de Thielemann, para entendernos, comprende acentos y golpes de arco sin morder la cuerda y unos tempi menos fieles a las rapidísimas indicaciones originales del compositor. De lo primero resulta una orquesta menos ‘macarra’ y ‘navajera’ de lo habitual (que también está muy bien y además nos encanta), pero más noble a la antigua e igualmente heroica. De lo segundo se extrae mayor claridad para comprender procesos armónicos y movimientos internos de las voces que, en ocasiones, se pierden como imperceptibles en los tempi muy vivos. A pesar de esos tempi menos vivos en los movimientos iniciales, el finale fue rápido, brillante y vigoroso, con un bonito sentido camerístico muy logrado en los diálogos de solistas y subrayado por la reducción a cuarteto de cuerda de la primera variación de violas, cosa original y muy bien traída. La marcha fúnebre mostró una profunda densidad de sonido (como a Brahms le habría gustado escucharla) y, por su parte, el Scherzo sonó chispeante (como le hubiera gustado al Berlioz de la Reina Mab), con un trío de trompas franco en su introducción al Trio.
No podemos asegurar cómo se interpretará Beethoven dentro de medio siglo, pero sí que este es el tipo de versión que no pasará de moda y que seguirá siendo perfectamente válida para entonces.
Enrique García Revilla