VALLADOLID / Iván Martín, el pianista completo
Valladolid. Auditorio Miguel Delibes. 27-V-2019. Orquesta Sinfónica de Castilla y León. Iván Martín, piano; Director: Reinhard Goebel. Haydn: Sinfonía nº 95; Mozart: Conciertos para piano nº 13 y nº 15; J. C. Bach: Amadís de Gaula. Aforo: 95%.
Reinhard Goebel, el director de la pajarita roja, redujo la sección de cuerda de la OSCyL a la extraña proporción de tan solo cuatro violas, cuatro violonchelos y dos contrabajos, para concertar nada menos que con unos veintidós violines. La música ciertamente funcionó bien y consiguió poner la interpretación al servicio de las frecuencias agudas, es decir, de la melodía clásica. Verdaderamente, la pérdida de peso por abajo no supuso un problema de expresión, pero se puede intuir que la partitura de Haydn guarda detalles de no poca importancia en determinados lugares de las líneas graves que de este modo pasan casi desapercibidos. Con todo, puesto que Goebel ha demostrado no tener precisamente mal criterio en dirección, suponemos que la idea no obedece a un capricho, sino a su fe en los violinistas de la OSCyL, en su capacidad de afinación, expresión y potencial cantabile, para hacer de la melodía la reina del concierto.
Dirección pura y precisa de la sinfonía La reina de Haydn en la que el sonido característico de la OSCyL se vio transformado en música de cámara, algo similar en cuanto a personalidad musical a la suite de Amadís de Gaula de J. C. Bach de la segunda parte. Ahora bien, si de pureza queremos hablar, allí estaba Iván Martín para convertir el sonido en un finísimo cristal. Sus interpretaciones de Mozart ofrecen una idea apasionante del Clasicismo, sin lugar para el relax del oyente ni para la complacencia en lo amable. La delicadeza y la expresividad nunca son predecibles en sus manos, al contrario de lo que pueda pensarse de este estilo. Al escucharle tocar ‒de memoria, por descontado‒ dos conciertos para piano (K. 415 y K.450), uno tiene la sensación de que Mozart es uno de los compositores más difíciles de interpretar, precisamente por lo lógico que resulta un bien hilado discurso musical: un Mozart fresco, nuevo, natural, sincero, expresivo y, por todo ello, sencillo. Se llevó para él todos los “bravos” del público del Delibes que la semana anterior no pudo arrancar Pogorelich con Chopin.