VALLADOLID / Christoph Koncz y Alicia Amo provocan el entusiasmo en Castilla y León
Valladolid. Auditorio Miguel Delibes. 8-III-2024. Orquesta Sinfónica de Castilla y León. Alicia Amo, soprano; Ulrike Haller, soprano; Tuomas Katajala, tenor; Coro de la OSCyL; Jordi Casas, director del coro; Christoph Koncz, director. Obras de Mahler y Mendelssohn.
Tras la espectacular visita de Christoph Koncz la temporada pasada con música de Beethoven y Strauss, el público de la OSCyL esperaba lo mejor para una obra tan poco usual como es la Sinfonía nº 2 de Mendelssohn. Ciertamente se vio música de primer nivel en esta monumental partitura, y las mayores ovaciones de la temporada se escucharon al final del concierto, pero fue en la primera parte cuando se vio el oro más puro con Totenfeier de Mahler.
Arrancó el concierto con densidad de sonido y respeto a todas las líneas melódicas. Como indicador significativo, cuando los diminuendos provocan tanto efecto como los crescendos se ve que hay un director que ejerce un control total tanto sobre la partitura como sobre la orquesta. Koncz es capaz de proyectar su muy marcada personalidad y su intuición artística a través de sus indicaciones precisas. La perfección analítica alcanza tal punto de detalle que da que pensar que, o bien han necesitado más horas de ensayo de lo habitual, o bien la capacidad de comunicación y persuasión del alemán verdaderamente hace mejores a sus excelentes músicos. Por no otorgarle todo el mérito en la búsqueda de exactitud, habría que citar asimismo la labor de asistencia sabia y prudente de uno de los favoritos entre los concertinos invitados, Paçalin Pavaci.
El de Castilla y León fue un Mahler auténtico en su expresión y puro en su construcción con una OSCyL en su máximo nivel, que ayer poseía un sonido distinto, casi como si fuera otra orquesta, curiosidad esta que ignoro hasta qué punto se debe exclusivamente a motivos de índole musical o bien a la personal disposición de la plantilla sobre el escenario con la que «tan bien desordena» siempre Koncz a la OSCyL.
Difícil mantener ese nivel de excelencia por encima de lo simplemente excelente, que es como fue la interpretación de Mendelssohn. El mismo grado de exactitud en los detalles, de longitud en los arcos, de duraciones en los vientos, parecía querer continuar. Pero Koncz ya no dirigía de memoria la música y la letra de la monumental partitura, como sí hizo en Mahler, y un punto de relajación se instaló en cada uno de las voluntades individuales de la orquesta. La OSCyL dio voz de madurez a un Mendelssohn juvenil que está aprendiendo de los maestros a los que admira, y, cuando Koncz consideró conveniente, la hizo sonar a su propio Beethoven y a Schubert con unos excepcionales solistas en las maderas. El Coro de la OSCyL realizó una entrada espectacular, compacto y sin estridencia, como un solo instrumento múltiple poseedor de la misma marca comercial de cuerdas tanto para los registros graves como para los agudos. Muy concienciado en su papel de ese «Bach romántico», intelectual, religioso y expresivo que hay en Mendelssohn, supo mantenerse timbrado y en equilibrio con la orquesta hasta casi el final. Entonces, Koncz no quiso renunciar a las posibilidades de esas cien voces, y quizá se pasó en generosidad de volumen dejando inaudibles varias secciones de la orquesta, a pesar de que estuvieran tocando en forte. Algunas secciones del coro apuntaron cierta fatiga final traducible en la afinación, una cuestión que debe gestionarse con prudencia.
Con todo, el efecto global y la calidad musical general de la orquesta, compensan este y otros detalles que suelen hacer imposible la perfección interpretativa de esta sinfonía, en especial cuando tres voces solistas han tenido un papel destacado. De manera evidente entre los tres sobresale la soprano Alicia Amo, quien ha ganado en armónicos con los años, dato que, unido a su capacidad expresiva, la naturalidad del fiato y la homogeneidad en los registros, hace de ella una de las voces más completas y versátiles del rico panorama español.
Enrique García Revilla