VALENCIA / ‘Cendrillon’, operetita de andar por casa
Valencia. Palau de les Arts (Teatre Martin i Soler). 9-II-2023. Viardot: Cendrillon. Rosa Dávila, Mariana Sofia, Iria Goti, Pilar Garrido, Marcelo Solís, Álvaro Diana, Maximiliano Spósito. Piano: Ignacio Aparisi. Director de escena: Joan Fons.
Insiste el Palau de les Arts en su loable empeño de recuperar óperas y operitas pasadas, particularmente del valenciano Martín y Soler y del sevillano Manuel García. En esta ocasión, le ha llegado el turno a Cendrillon, ‘opereta de salón en tres cuadros’ de Pauline Viardot, estrenada en París, en el salón de Mademoiselle de Nogueiras, el 23 de abril de 1904. Pero más que una ‘opereta de salón’, Cendrillon, con letra y música de la Viardot, es una operetita de andar por casa.
Apenas una hora de duración incluidos los cien y un postizos incorporados en la producción estrenada el pasado jueves en el Palau de les Arts, firmada escénicamente por el veterano Joan Font, de la mano sabia de Anselmo Alonso y escenografía de Manuel Zuriaga. El resultado es un batiburrillo en forma de gazpacho, vistoso y bien salpimentado, en el que el espectador se pierde: imposible distinguir qué es de Pauline Viardot y cuáles estos añadidos intercalados y de tan diversos pelajes. Musicológicamente, el resultado es cero patatero. Como espectáculo, funciona sin alharacas. Setenta ininterrumpidos minutos que rememoran la sobada historia de Cenicienta y su zapatito, el Príncipe, las hermanas cotorras, el Hada, la carroza… Se pasa bien.
Pero más allá del divertimento que han inventado Font, Zuriaga y Alonso para esta cenicienta casera, subyace la autoría de la Viardot, mezzosoprano de relieve, compositora discreta y, en cualquier caso, una de las personalidades más fascinantes y polifacéticas de su tiempo. Hija del cantante y compositor sevillano Manuel García y hermana de María Malibrán, fue íntima de Chopin, Berlioz y de lo más granado de su época romántica. Figura esencial y cosmopolita de su tiempo romántico, entre otras obras, estrenó la Rapsodia para contralto de Brahms, y fue la primera Fidès (El profeta, Meyerbeer) de la historia.
Cendrillon, al menos en la versión ahora representada, es, en boca de Anselmo Alonso, “un viaje del salón al café cantante […] una opereta de genio amable y mundano, hedonista, que evoluciona entre valses y cuplés, mazurcas y polcas”. Y acorde con esta visión son la vistosa y coloreada escenografía y la muy déjà vu dirección escénica. Simpático y apropiado vestuario de José María Adame. Bonito.
Vocalmente, los personajes llegaron defendidos por miembros del Centre de Perfeccionament del propio Palau de les Arts, que prepara y lidera María Bayo. Tesituras a veces comprometidas y arriesgadas, de las que los jóvenes cantantes casi siempre salieron airosos. Unos más que otros. Brilló el tenor valenciano Álvaro Diana con El príncipe Charmant. También la soprano mexicana Rosa Dávila como ajustada y flexible Cendrillon, y sus vanidosas hermanas Armelinde (Mariana Sofía) y Maguelonne (Iria Goti). Bien caracterizados y entonados Marcelo Solís (Barón de Pictordu), y Maximiliano Spósito como Conde Barigoule. La soprano chilena Pilar Garrido fue pertinente y delicada Hada. Competente y siempre a punto el pianista (y ‘campanero’ ocasional: ¡las doce de la noche, a casita!) Ignacio Aparisi.
Una lástima que la escenografía y la escena impusieran un, a todas luces, insuficiente piano vertical. El Teatre Martin i Soler, del Palau de les Arts, a rebosar. Éxito. Con todos los más y menos que se quieran, merece la pena conocer este heterodoxo espectáculo basado en la Viardot. Nacido quizá sin más ambición que divertir. No es asunto baladí en los tiempos que corren.
Justo Romero
(Foto: Miguel Lorenzo / Palau de les Arts)
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