VALDEGOVÍA / Tehoval en casa de Schubert
Valdegovía. Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción de Tuesta. 17-VII-2021. Sheva Tehoval, soprano. Daniel Heide, piano. Obras de Mendelssohn, Debussy, Rihm, Ravel y Schubert.
En la preciosa iglesia románica de Tuesta, una de las tres sedes de la Schubertíada de Valdegovía, Sheva Tehoval se presentó con un largo y variado recital en el que mostró la alegría de ser cantante, una felicidad que se palpaba en el aire aun cuando la música se volvía oscura y sombría. Estuvo lleno de historias (brujas volando hacia las danzas, la sombra de un árbol desvaneciéndose, cisnes sumergiéndose en aguas sagradas, Margarita hilando en la rueca…) que acabaron configurando una historia propia y personal, un retrato musical de sus treinta años. Más que su voz, joven y cercana pero sin cualidades excepcionales, lo que destacó fue su versatilidad, su capacidad para recorrer diversos estilos adaptándose al tono y al ambiente de cada uno de ellos, tan lejano Mendelssohn de Debussy como Schubert de Ravel, o cualquiera de los cuatro de un Rihm inteligentemente situado en el centro del programa.
Mendelssohn fue un maestro de la música instrumental que cultivó el lied con casi idÉntica maestría, como buen hijo del romanticismo, y la efusividad de su carácter tuvo fiel reflejo en el canto de Tehoval, que hizo de cada canción una encantadora miniatura. Las Ariettes oublièes de Debussy adquirieron un ambiente más sensual e hiptnótico, y la voz, siendo la misma, parecía también más profunda, abriendo el camino hacia los Tres poemas de Hölderlin de Rihm, lentamente paladeados y plagados de sutilezas. En Shéhérazade de Ravel tuvo su gran momento Heide, tan buen acompañante como creador de atmósferas, y si a veces la música parecía demandar una voz más densa que la de Tehoval, ella respondía con matices y capacidad de sugerencia, con el irrebatible argumento de la expresividad. De vuelta al XIX, en Schubert hizo que lo esencial quedase a la vista de todos, convirtiendo en ligero lo profundo, desvistiéndolo de solemnidad y manteniendo la voz prácticamente intacta hasta el final.
Asier Vallejo Ugarte