VALDEGOVÍA / Konstantin Krimmel en el invierno de Schubert
Valdegovía. Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción de Tuesta. 8-VII-2023. Konstantin Krimmel, barítono. Daniel Heide, piano. Schubert: Viaje de invierno.
Seis ediciones celebra la Schubertíada de Valdegovía y sigue resultando excepcional que este bello y escasamente poblado enclave alavés se convierta cada verano en una de las capitales de la música clásica en el norte. La destacada presencia del compositor austríaco se renovaba en este recital dedicado al más famoso de sus ciclos, Winterreise, cuyos lieder hablan de un paisaje de invierno y ponen en contraste los momentos felices del pasado con la tristeza del presente. Todo cuanto floreció se vuelve distante y frío, y el caminante que relata sus pasos se prepara para emprender el último viaje.
Que Schubert muriese joven no impide ver una atmósfera invernal en la etapa final de su vida, a la que su delicada salud y sus pensamientos sobre la muerte han dotado de cierta aura romàntica. Incluso hubo en su momento quien sugirió que Winterreise aceleró su final dado “el estado de excitación” (Spaun) en el que lo compuso. Lo innegable es que en la música de esta etapa penetra ocasionalmente una violencia amarga y perturbadora que refuerza la imagen de una existencia trágica. Se encuentra en los movimientos lentos de sus últimas sonatas, en el de su Quinteto o en distintos pasajes de Winterreise en los que Konstantin Krimmel fue especialmente incisivo: en la tercera estrofa del lied inicial, Gute Nacht, una expresividad dura, intensa y violenta dejó una marca profunda que reaparecería después en lieder como Wasserflut, Auf dem Flusse o Die Krähe.
Esa intensidad fue solo un rasgo más de la importante interpretación que Krimmel hizo del ciclo en su conjunto, pues a las cualidades naturales de su voz (extensa, homogénea y relativamente clara) suma un estilo noble que recuerda la prestancia de los maestros del pasado. En la pequeña iglesia de Tuesta su canto lo llenaba todo. A veces, como en Der Lindenbaum o Der Leiermann, adoptaba un porte hierático, con la vista fija en un punto lejano, como si el relato hubiese de asumir lentamente su desenlace. Otras, como en Frühlingstraum, convertía el susurro en un clamor: la vida es mejor en el mundo de los sueños. Krimmel tiene casi la misma edad de Schubert cuando compuso Winterreise, es un hombre joven, pero es probable que el ciclo le acompañe toda su vida y que le desvele nuevos matices con el paso del tiempo. Cada mirada sobre Winterreise es evidentemente única.
Las texturas frías y las melodías sutiles hasta el límite de lo posible que se encomiendan al piano fueron traducidas por Daniel Heide con una austeridad tan eficaz que permanecía la impresión de que nada más allá de lo humano podía suceder. Tanto sentido tenía todo, tan desolador era el ambiente que el zanfonista iba dejando a su paso, tan misteriosa esa cadencia final que “dada su indeterminación, nos ofrece la libertad de elegir nuestra propia conclusión” (Bostridge), que fue sorprendente la inclusión de un nuevo lied fuera de programa, el muy hermoso An den Mond.
Asier Vallejo Ugarte