Vadim Repin: “Hacer música me hace sentir enamorado”
Pasión, poesía y sensibilidad ha sido el título escogido para presentar el concierto que Vadim Repin, junto a la Orquesta Sinfónica Nacional de Tartaristán, ofrecerá en Madrid el 30 de enero, dentro del recién creado Ciclo Goldberg. El violinista ruso atiende a Scherzo desde Italia, en un día de ensayos con la Orchestra Sinfonica Nazionale della Rai, para hablarnos de ese concierto madrileño con el que comienza su 2020, y en el que interpretará una de las piezas que primero hizo sonar su nombre por todo el panorama europeo: el Concierto para violín op. 35 de Chaikovski.
Comenzó su carrera musical a edad muy temprana, algo que le habrá ayudado a evolucionar y pasar por diferentes etapas a lo largo de estos años. ¿En qué periodo artístico se encuentra actualmente?
Aunque muchas veces me lo planteo, es difícil de contestar a esa pregunta. Hacer música es algo que me hace feliz. Me hace sentir enamorado, como si tuviese mariposas en el estómago. Cada vez que me subo a un escenario, me siento afortunado por poder dedicar mi vida entera a interpretar un repertorio que, sinceramente, es maravilloso. Se podría decir que estoy en una etapa de pleno disfrute, consciente de lo afortunado que soy por poder subirme a un escenario y disfrutar tocando.
Llega a Madrid, junto a la Orquesta Sinfónica Nacional de Tartaristán, para interpretar el Op. 35 de Chaikovski, uno de los conciertos para violín más famosos de la historia y que ha estado presente en su carrera desde sus comienzos —hay grabaciones suyas con 15 años interpretándola, junto a orquestas de primer nivel—. ¿Qué ha significado para usted esta obra?
El Concierto op. 35 de Chaikovski ha sido una obra que ha estado presente de forma intermitente durante toda mi carrera. Podía estar dos años sin tocarla y, de repente, hacerla varias veces en un mismo año. Me la sé de memoria, y ello provoca que, a la hora de profundizar en el estudio de la pieza, realice revisiones completas como si fuese la primera vez que me enfrento a ella. Es una forma de volver a la magia que muchas piezas te brindan cuando las tocas por primera vez. Pero también, con todos los conocimientos que posees tras haberla interpretado decenas de veces, puedes dar un paso más allá y profundizar no solo en la propia pieza, sino en tu propia interpretación. En esta ocasión, ese proceso ha sido bastante más intenso, ya que llevo años sin interpretarla. Siento mucha curiosidad por descubrir qué aires nuevos pueden soplar esta vez.
¿De qué forma el concepto de concierto que tenía usted la primera vez que lo tocó ha ido evolucionando en las sucesivas interpretaciones?
Es difícil apreciar los cambios que van sucediendo en tu interpretación en más de treinta años. Pero sí que es cierto que los pequeños detalles siempre cuentan. Por lo general, en la música se sigue una partitura y los cambios que puedas realizar con los años tienen que estar presentes en esa partitura. Pero la forma en la que subrayas secciones que consideras importantes, los tempi a usar, diferentes formas de resolver pasajes… es algo que solo te da la experiencia.
Pese a que hoy día esté considerado como uno de los grandes conciertos para violín, en su época pasó bastante inadvertido. Incluso, algunos críticos lo consideraron como un concierto mediocre. ¿Por qué cree que la historia ha premiado la valía de este concierto?
El Concierto para violín op. 35 fue una obra que no entendieron en época de Chaikovski, seguramente porque nadie tenía la destreza técnica suficiente como para realizar una interpretación óptima. Es uno de los conciertos para violín más complejos que existen a nivel técnico. La forma en la que Chaikovski escribe la línea del violín es tremendamente moderna. (…)
Nacho Castellanos
[Foto: Gela Megrelidze]
(Comienzo de la entrevista publicada en el nº 358 de SCHERZO, de enero de 2020)