Universal compra Hyperion: ¿adiós a un gran sello independiente?
Norman Lebrecht acaba de dar la noticia en exclusiva en Slipped Disc: Universal ha comprado el sello británico Hyperion. El que fuera el sueño de su fundador Ted Perry [en la foto], que lo creó jugándose todo su dinero en 1980, es la última adquisición, por ahora, de uno de los gigantes que se reparten la parte del león del negocio de la música clásica. Todo lo inevitable que queramos, pero una mala noticia para quienes saben hasta dónde llega la independencia cuando esta pasa a engrosar la cuenta de resultados de un gran grupo. ¿Filtrará Universal por el cedazo estrecho de la optimización cada grabación que Hyperion tuviera programada? ¿Revisará los planes de Simon Perry, el hijo de Ted y último propietario de la firma, con la vista puesta en que ahora los criterios son otros? ¿Cambiará de cuadra a los solistas y grupos más rentables —y felices de estar donde estaban— para que engrosen otras etiquetas como DG o Decca? ¿Se deshará del resto? ¿Permitirá que Hyperion siga su línea, esa que le ha dado el prestigio de que goza y, que, asunto nada baladí, por el territorio a que se refiere, le ha hecho ser uno de los líderes en la grabación de música de autores británicos?
En cualquier caso, lo que vuelve a estar en cuestión es esa idea de la música y su difusión, de la cultura como empeño personal, del riesgo en favor del amor al arte que demostró aquella maravillosa aventura de quien dejara de ser taxista en Londres para fundar uno de los mejores sellos de la historia del disco —¿hay algo comparable a su integral de todas las canciones de Franz Schubert?— y que puede convertirse en una pieza más de eso que los financieros llaman facturación por acumulación. Es verdad, ahora tendremos todo Hyperion en plataformas, cosa que hasta ahora no podía ser porque Perry defendía a su casa, a los artistas ligados a ella y al disco físico como objeto de cultura con una intensidad y un valor que finalmente han tenido que ceder ante el poder de una realidad que no acompaña empresas como la suya. Cuántos aficionados lo comprendían y acababan comprándose el disco en cuestión, aunque fuera renegando un poco de tales principios. Ahora, los mismos tienen un motivo más para pensar que nada es lo que era y que fue bonito mientras duró. Bienvenidos a la realidad.
Luis Suñén