BOGOTÁ / Una visión mítica desde el Nuevo Mundo

Bogotá. Teatro Colón. 14-IX-2019. Purcell, Dido and Aeneas. Mónica Danilov, Andrés Silva, Carolina Plata, Claudia Grenier. Dirección musical: Rondy Torres. Dirección escénica: Pedro Salazar.
Eneas durante su travesía por el Mediterráneo llega a la célebre y mítica ciudad de Cartago, y allí, la reina Dido se enamora perdidamente del héroe. Este argumento, extraído de La Eneida es el tema principal de la ópera de Purcell, una obra que apenas dura una hora. En sesenta minutos, el público contempla la tragedia amorosa de la soberana por medio de las lamentaciones, los madrigales, las cancioncillas y las danzas, géneros característicos del Renacimiento y del primer periodo Barroco.
Pedro Salazar, el director escénico, hizo una gran labor en la parte teatral, con la presencia de los coros casi en todas las escenas, de este modo, recordó a los corifeos de las tragedias grecolatinas, los cuales constituían parte del drama al crear la tensión argumental al anunciar los destinos trágicos de los protagonistas. En la representación, hubo una interesante referencia a la Cartago Nova de América, pues con ayuda de la videoproyección, se veían los torreones, las almenas, los pasadizos y los laberínticos pabellones de las murallas de Cartagena de Indias. Esta combinación entre el mundo antiguo y los soleados aires del Caribe colombiano rememora el origen del nombre de la ciudad, muy deseada como codiciada por los corsarios, piratas y bucaneros durante la colonia española.
De gran nivel estuvo el conjunto barroco que acompañó a los cantantes y al coro. Todos los integrantes son miembros de diversas facultades de música del país, en especial de la Universidad de los Andes de Bogotá. Además de interpretar la partitura original, incluyeron algunos ayres que hicieron más agradable la lacónica y melancólica partitura de Purcell. Fue muy ameno escuchar las intervenciones de los Julián Navarro en la guitarra barroca, Armando Fuentes en archilaúd y Sebastián Vega en la tiorba. Sin dejar de lado que, si bien los violines eran modernos, utilizaron el arco propio del siglo XVII. Además, en el grupo de cuerda había una viola da gamba interpretada por Alfonso Correa.
Rondy Torres el director musical comenta que los intérpretes tomaron en cuenta “la forma de canto barroca, más contenida que la tradicional proyección vocal, propia de la expresividad moderna”. El maestro comenta que la edición de Dido y Eneas en el Colón es semiprofesional, pero al observar las hojas de vida de los cantantes, de los instrumentistas, de la dirección de dramaturgia, del diseño de vestuario, se puede decir que esta representación la realizaron personas conocedoras del tema. No había novatos. La parte amateur contó con algunos miembros de la orquesta, los jóvenes solistas y el coro. En realidad, esta producción supera más de lo esperado de un simple conjunto de aficionados al arte.
Mónica Danilov tuvo a su cargo el papel de la reina Dido y en la introducción reflejó intensa melancolía, pero a la vez, logró el dramatismo cuando es abandonada por su amante al final de la obra. Eneas lo cantó Andrés Silva y tuvo una actuación un tanto plana porque hay la tendencia en pensar que los héroes míticos son acartonados. En cuanto a la interpretación dramática vocal le faltó un poquito de salero, parecía entonando música de iglesia en vez de una tragedia barroca.
Belinda la interpretó Carolina Plata y lo hizo de manera correcta, también de una manera plácida más cercana al género eclesiástico y poco al teatral. En cambio, Claudia Grenier hizo una Hechicera fabulosa, con una gran caracterización tanto vocal como actoral, llena de vivacidad, gracia y, cómo no, de malevolencia. El coro tuvo una buena interpretación, con mucho respeto a la partitura de Purcell, pero hubo un desbalance por la gran sonoridad de las voces femeninas, mientras los hombres apenas se escuchaban y, en varias ocasiones cuando intervenía el grupo, no se sentía del todo el espectro armónico.
La edición de Dido y Eneas superó las expectativas. La audiencia del Teatro Colón solo esperaba una edición universitaria y académica de la obra de Purcell. Sin embargo, la buena perspectiva dramática de la puesta en escena, la orquesta barroca de gran calidad y los solistas con buen conocimiento de la interpretación de época realzaron la ópera y, de este modo, el público pudo acercarse, conocer y disfrutar de las sonoridades barrocas tan peculiares del siglo XVII.
Ricardo Visbal Sierra