Un tesoro para quienes aún aman su colección de audios (antes, llamados discos)
Integral de grabaciones de Géza Anda para Deutsche Grammophon. (nº 1: Mozart).
El año pasado, con motivo del centenario del nacimiento del pianista húngaro y suizo Géza Anda, Deutsche Grammophon recopiló en un solo estuche todas las grabaciones del artista para su sello. Son 17 CD, y ahora me referiré a los ocho que forman la integral de los conciertos para piano y orquesta de Mozart. Dentro de unos días veremos los otros registros (Bartók, Beethoven, Chopin, Schumann, Brahms…)
No hace ni un mes que dábamos breve crónica de un interesante fenómeno, y puede volverse a leer en nuestra edición en papel de octubre. En Lucerna, la Fundación Géza Anda organizaba, en colaboración con la orquesta de la ciudad, un curso de dirección desde el piano. Es decir, en la ciudad en la que Géza Anda impartió sus clases magistrales. Cuatro pianistas jóvenes, pero ya con su primer grado de veteranía, tocaban y dirigían desde el piano conciertos de Mozart y Beethoven. Puede leerse una variante de ese escrito en la revista Scherzo del mes de octubre. El curso lo impartía el pianista y director ruso Mikhail Pletnev. El final, lógicamente, se daba en forma de conciertos públicos, uno en Lucerna y otro en Zúrich (sala de cámara de la Tonhalle). Había mucho de evocación de Géza Anda en ese curso. De manera latente, cuando no manifiesta, quien estaba presente era Géza Anda como director y pianista de una serie de conciertos que llevó al registro de la insuperable integral Mozart.
Algo que sorprende, y mucho, al cabo de los años, es el nivel de conciencia sonora clasicista que tiene la integral de conciertos de Mozart de Géza Anda. Grabados todos los conciertos a lo largo de la década de 1960, el director y solista lograba todo un universo plagado de grandes o enormes planetas, todos con una figura apolínea, tanto en la gracia de muchos Allegros (fíjense en el Allegro aperto del Octavo, en Do mayor, K 246, por poner un ejemplo) como en la gravedad de episodios o movimientos enteros. Pensemos tan solo en cómo resolvió Anda los movimientos lentos de los dos últimos, en Re mayor y Mi bemol mayor, K 537 y 595; sin faltar, por favor, el desde hace unas cuantas décadas conocidísimo y entrañable Andante del Concierto en Do mayor K 467, el nº 21. No sé si hay una cumbre en esta integral Mozart, pero después de sospechar que ese pináculo puede estar en alguno de los últimos ocho conciertos, descendamos a la realidad y escuchemos la hermosísima lectura del Noveno, mi bemol mayor, K 271, “Jeunehomm”. Tienes la impresión de que eso no se puede superar. Y sin embargo…
Todo ello está lejos de la tendencia a la ensoñación romántica que era tradición en el momento. Es un equilibrio elegante, sin pose, pero sin concesión, de manera que puede hablarse de una ruptura de Géza Anda con la tradición inmediata para alcanzar un nivel de conciencia sonora diferente, que se adelanta a la boga a que ahora me referiré.
Y es que todo esto lo llevó a cabo Anda con una orquesta que no era de las de relumbrón, pero sí era por su nombre y por su tradición de un rigor mozartiano indiscutible, la Camerata Acadmica del Mozarteum de Salzburgo. Y fue antes de la gran boga de los instrumentos originales para el Barroco, primero; y para el Clasicismo, después. Esto es, mucho antes de integrales como la de Malcolm Bilson y John Eliot Gardiner para Archiv (1984-1989), con los English Baroque Soloists, de sonoridad tan diferente, sobre todo en lo que se refiere al color, al timbre. La hazaña mozartiana de Géza Anda la seguirían otros pianistas destacados, como fue el caso de Murray Perahia, con la English Chamber Orchestra, también en la década de 1980 (CBS, más tarde Sony).
Durante muchos años el correspondiente álbum de LP de Deutsche Grammophon fue imprescindible, y lo encontrabas en casa de cualquier melómano. Más tarde, durante bastantes años, las prioridades cambiaron y la última época del LP y los primeros años del CD parecieron olvidar registros clásicos como este Mozart de Géza Anda, que sin embargo se resistía a ese olvido. La memoria es selectiva, pero a veces la poética de la realidad se impone a los caprichos de la memoria. A principios de la década de 1990, al socaire de la reconversión de las discotecas de los aficionados y coleccionistas privados al nuevo formato, reapareció la integral Mozart que ahora comentamos, y fue todo un éxito, un negocio imprevisto (no fue el único, ni mucho menos) que brindaban los archivos ya amortizados a las casas discográficas. Todo ello, claro está, antes de llegarse a la situación actual, en la que el CD o el LP solo tienen valor para aquellos que de veras saben apreciarlo. En ese sentido, de esta integral Géza Anda puede decirse: no para cualquiera, pero cualquiera lo disfrutará como lo que es, un amplio viaje artístico, un placer en que visitaremos la cara amable del siglo XVIII. La otra, no. Nuestro siglo, tan cortito todavía, ya nos ha dado suficientes caras hoscas, tenemos bastante. Acudir a este Mozart de Géza Anda es evitar las caras agrias; no evadirse, porque el placer mozartiano no hace olvidar lo inmediato, ni siquiera el hedor de las bellas casacas del siglo de las Luces en que culminó trágicamente el Antiguo Régimen. Es que la realidad es Mozart, lo otro es traición a la verdad.
Santiago Martín Bermúdez