Un filón inagotable llamado Farinelli

Farinelli sigue siendo un filón inagotable. Ann Hallenberg le dedica otro monográfico discográfico al que ha sido el cantante más célebre de la historia: el castrato Carlo Broschi. Asentado ya en Madrid (más concretamente, en los reales sitios: Aranjuez, La Granja, El Escorial y El Pardo), a donde llegaría en 1737 y donde pasaría veintitrés años de su vida cantando únicamente para curar los episodios ciclotímicos de Felipe V de Borbón, a quien cantaba cada noche en su cámara las mismas arias (ocho o nueve), Farinelli no olvidó nunca su paso por Viena, ciudad en la que debutó en 1725. Por ello, estando ya al servicio de los borbones españoles (y quizá pensando en un cambio de aires, que, como es obvio, no acabaría produciéndose), envía a María Teresa I una serie de arias, extraordinariamente ornamentadas por el mismo, para que la emperatriz aprecie las cualidades de su voz.
El ofrecimiento de Farinelli (si es que en verdad fue un ofrecimiento) no deja de tener su intríngulis histórico: María Teresa era hija de Carlos VI y de Isabel Cristina de Brunswick-Wolfenbüttel, dos grandes amantes de la música. Pero Carlos VI era, por encima de todo, el gran rival político de Felipe V, su patrón. Los dos se enfrentaron, en su intento de ocupar el trono español, en la Guerra de Sucesión, que desangró a lo largo de doce años a España y a buena parte de Europa.
Nada se sabía estas arias, depositadas en el Manuscrito nº 1911 de la Biblioteca Nacional de Viena y que ahora han sido recuperadas por Hallenberg y por el musicólogo Stefano Aresi, director del ensemble Stile Galante, que acompaña a la mezzosoprano sueca en esta grabación del sello Glossa, cuya aparición se anuncia para el próximo mes de septiembre. En el manuscrito hay arias de compositores que trabajaron en la corte de Madrid, como Niccolo Conforto y Giovanni Battista Mele, así como del propio Farinelli, además de otras de Antonio Giay, Gaetano Latilla y Geminiano Giacomelli. Lo que las hace realmente especiales es que, al llevar los embellecimientos del propio Farinelli, suenan de manera bastante diferente a las arias barrocas que estamos acostumbrados a escuchar en nuestros días.