ÚBEDA Y BAEZA / Caminos de Italia a Portugal
Úbeda. Auditorio del Hospital de Santiago. 8-XII-2023. Divino Sospiro. Eunice Abranches D’Aguiar, soprano. Rita Filipe, mezzosoprano. Director: Massimo Mazzeo. Obras de Seixas, Bononcini, Martoni, Sousa Carvalho, Almeida, Marcos Portugal, Palomino y Totti.
Esta 27ª edición del Festival de Música Antigua de Úbeda y Baeza (Femaub) se cobijaba bajo el título de Diáspora, en alusión a los caminos y vías de trasvase cultural en las tierras de Occidente. Buena muestra fue el programa preparado ya por la noche por el conjunto portugués Divino Sospiro, con una primera parte alusiva a la presencia de música italiana en el próspero Portugal del siglo XVIII y una segunda en la que se mostraba la influencia italiana en la emergencia de un género tan netamente luso como fue la modinha.
Desde el punto de vista instrumental el grupo sonó con solvencia, conjunción y rapidez de respuesta a las indicaciones del director, muy atento a los contrastes dinámicos. El sonido global no es especialmente brillante, más bien algo mate en las cuerdas. De las dos jovencísimas solistas resaltó más por su sonido la soprano, aunque era la suya una voz más bien pequeña y a su fraseo le faltó mucha mayor implicación expresiva y dramática, especialmente en los fragmentos más dramáticos. En el bello lamento del oratorio de Bononcini La Maddalena al Sepolcro estuvo realmente conmovedora. A la mezzosoprano le faltó intensidad, además de presentar carencias técnicas claras (desigualdad en la emisión, cortedad de fiato). A ambas le faltó el punto de gracia que piden las galanterías de las modinhas, en realidad unas arietas al estilo italiano cantadas en portugués. De sus dúos me quedo con el melancólico Solitario bosco ombroso de Giuseppe Totti.
Baeza. Iglesia de San Andrés. 8-XII-2023. Paolo Oreni, órgano. Obras de Frescobaldi, Gesualdo, Rossi, Scarlatti, Bach e improvisación.
La Iglesia de San Andrés y Santa María del Alcázar de Baeza posee el mejor órgano histórico de la provincia de Jaén. De finales del siglo XVIII y restaurado en 2007 por Gehard Grenzing, posee un sonido especialmente brillante gracias a una soberbia lengüetería y una bella trompetería horizontal. Paolo Oreni supo aprovechar en la mañana del viernes estas características para abrir su recital con una espectacular Quinta toccata sopra i pedali e per l’organo de Frescobaldi en la que jugó con libertad con los tempos y en la destacó especialmente el equilibrio entre la melodía y el bajo. Un clima más recogido fue servido por los flautados de Toccata Chromatica per le elevatione, par rematar el bloque frescobaldiano con una Canzon dopo la Pistola en la que cada glosa fue presentada con una registración diferente. De un manuscrito de la British Library procede una inesperada pieza para órgano de Carlo Gesualdo (Canzon francese del Principe), obra rica en cromatismos y disonancias, casi experimental tal y como la supo explicitar Oreni jugando con los contrastes de los registros. Flautados y lengüetas se alternaron en la Toccata de Michelangelo Rossi, densificando el sonido conforme se acercaba al final de la pieza con un efecto de gran riqueza cromática. Las sonatas de Domenico Scarlatti, especialmente las más rápidas (como la K 492 que abrió el bloque) se adecuan mal a las condiciones mecánicas y físicas de un órgano, pues en las series de rápidas semicorcheas tienden a superponerse los sonidos de las notas creando un clima de confusión. Mucho mejor resultó la más pausada K 466 y la casi militar K 380 con sus redobles apoyados en el registro de corneta, grupo de tubos que obtuvieron un brillante protagonismo en la K 159 (La Caccia). La suma de agilidad, claridad en la articulación y continuidad en el fraseo denotó a la versión del concierto BWV 972 (basado en el RV 230 de Vivaldi), sobre todo en un Larghetto mantenido poéticamente sobre livianos arpegios de la mano izquierda. Como muchos organistas, Oreni es un gran improvisador y así lo demostró con una repentización en la que asomaron destellos de la Salve Regina gregoriana y del famoso Adeste fideles en un discurso lleno de virtuosismo con un crescendo final espectacular en el que brilló el lleno de este espléndido instrumento.
Úbeda. Iglesia de Santa María de los Reales Alcázares. 8-XII-2023. Capella Sanctae Crucis. Tiago Simas Freire, director. “La zagala más hermosa”. Misa de Nuestra Señora de la Natividad, Coimbra, 8 de diciembre de 1646.
En la Biblioteca de la Universidad de Coimbra, procedente del Monasterio de Santa Cruz de la misma ciudad, se conserva una misa anónima fechada en 1646 e interpretada aquel año el 8 de diciembre, fiesta de la Natividad de la Virgen. En la tarde de ese mismo día sonó en la bellísima iglesia de Santa María de Úbeda una reconstrucción de dicha misa, que presenta la peculiaridad de basar todos sus números en un tono profano titulado La zagala más hermosa. De lo humano a lo divino, el grupo portugués Capella Sanctae Crucis alternó las partes del ordinario de la misa con motetes, antífonas y villancicos alusivos al ciclo vital de María. El conjunto vocal se caracteriza por un sonido global rico en matices, pues no busca homogeneizar los timbres, sino respetar los colores individuales sobre una sólida armonía en materia de ataques, articulación, acentos y fraseo. Voces de gran calidad además, que en la misa policoral (a 9 voces en tres coros) se iban dando las réplicas con precisión a un tempo más bien vivo y ágil. La colaboración de los instrumentos (flautas, cornetas, bajones, arpa, vihuela, clave, viola de arco, órgano, gaita y percusión) fue siempre respetuosa con la música y el clima expresivo de cada momento, alcanzando los momentos más protagonistas sólo en los villancicos, especialmente en el festivo villancico de negros “Ola toro zente pleta”, en el que las voces se tiñeron de timbres más claros, naturales, sin apenas impostación. Tiago Simas Freire dirigió con gran atención a las figuras retóricas, como el repentino silencio sobre Invisibilium en el Credo, la línea lánguidamente descendente de Pendebat o el cromatismo sobre Gementem en el Stabat Mater de Pedro de Cristo, una pieza de impresionante belleza cantada a cuatro voces a capella con una expresividad manierista de un efecto anímico impactante. Un detalle de rigor histórico fue que los versos de canto llano fueron cantados con las ornamentaciones habituales del siglo XVII.
Andrés Moreno Mengíbar
(fotos: Jesús Delgado Martínez / FEMAUB)