ÚBEDA / El violonchelo romántico de Capuçon
Úbeda. Hospital de Santiago. 12-V-2023. Festival de Úbeda. Gautier Capuçon, violonchelo. Kim Bernard, piano. Obras de Schumann, Brahms y Rachmaninov.
La edición número 35 del Festival de Úbeda se abrió con un soberbio recital centrado en la dimensión más profundamente romántica del violonchelo, en manos, por añadidura, de un intérprete tan profundamente romántico como Gautier Capuçon. Se abrió el concierto con las tres Fantasiestücken op. 73 que, aunque compuestas para clarinete y piano, el propio Schumann autorizó ser interpretadas por el violonchelo. Capuçon abordó la primera siguiendo fielmente la indicación “Delicadamente y con expresión”, esto es, con un fraseo muy expresivo, con leves portamentos de gran impacto afectivo; con amplio gesto, articulación ligada combinada con una acentuación intensa. La feliz declaración de amor que es la segunda pieza (“Animado, ligero) se caracterizó por una serie de matizaciones dinámicas perfectamente ensambladas con el discurso melódico, para pasar a la tercera (“Rápido y con fuego”) partiendo de unos enérgicos trémolos iniciales y alcanzando con nitidez y brillo el extremos agudo del registro. En esta tercera pieza se manifestó la fogosidad e intensidad del piano de Bernard, un joven pianista procedente de la Fundación del propio Capuçon.
Bernard tuvo ocasión de desplegar su sentido de la expresividad en la Sonata op. 38 de Brahms donde, si bien dio rienda suelta a la pasionalidad (quizá en exceso en algún pasaje, pero la verdad es que la música en sí conduce a ello), también supo frasear con delicadeza, como en la lírica enunciación del segundo tema del primer movimiento. En la arrebatada fuga del tercer tiempo Bernard optó por una articulación picada para otorgarle mayor nitidez al tema principal. Capuçon, por su parte, se instaló en un maravilloso sonido denso, profundo, con un fraseo intenso, como esa manera de deletrear desde los abismos del grave el primer tema del primer tiempo, o la forma de desarrollar las voces de la fuga en la cuerda superior con una luz deslumbrante.
Cerró la velada la Sonata op. 19 de Rachmaninov, obra que permitió que ambos intérpretes dieran rienda suelta a la fogosidad más ultra romántica, como en ese arranque casi con furia del Allegro scherzando con pizziccati en la cuerda grave y ataques del piano sobre la misma región grave del teclado. Pero también supieron plegarse al sentido delicado de las melodías de Rachmaninov en los momentos más recogidos, como en el Lento inicial del primer tiempo, en el que Bernard jugó con los colores del piano. En los varios pasajes a solo, el pianista anunció que estamos ante una figura ya consolidada y en ciernes del éxito. En fin, la noche culminó con los intensos diálogos entre violonchelo y piano del Allegro mosso final, con algunos glissandi muy efectivos en manos de Capuçon.
Andrés Moreno Mengíbar
(foto: Festival de Úbeda/Alberto Román)