ÚBEDA / Colores del Cuarteto de Zagreb
Úbeda. Hospital de Santiago. 13-V-2023. Cuarteto de Zagreb (Martin Krpan y Davor Philips, violines; Hrvoje Philips, viola; Martin Jordan, violonchelo). Obras de Turina, Beethoven y Dvorák.
En gira estos días por España, el joven Cuarteto de Zagreb demuestra brillantemente los resultados de un trabajo de conjunto intenso y asiduo que le lleva a ofrecer un empaste excelente y una sobresaliente unanimidad en materia de articulación y fraseo.
El inicio de La oración del torero de Turina, con sus pasajes en sordina, sonó con gran riqueza de matices tímbricos, dando plena sensación de lejanía de ese pasodoble que se deja entreoír tras la puerta de la capilla en la que el diestro reza antes de salir al ruedo. El Zagreb optó por acentuar los perfiles impresionistas de la obra al jugar con los cromatismos antes que marcar con fuerza el ritmo del pasodoble cuando éste emerge ya con nitidez. Consiguieron crear una atmósfera sonora evanescente que traducía en sonidos los pensamientos del torero.
El Cuarteto op. 135 de Beethoven es una obra que nace de la pura mente de Beethoven. Es decir, que Beethoven imagina en su mente, sin posibilidad de comprobarlo con el oído, unas armonías fuera de las reglas aceptadas en su momento. Cromatismos, disonancias, fraseo interrumpido, abruptas transiciones del fortissimo al subito piano, debieron en aquel estreno en marzo de 1828 hacer pensar que el compositor estaba definitivamente loco. Pero el conjunto croata no quiso implicarse al máximo en este universo de contrastes y de violencias sonoras y optó por suavizar el fraseo, por limar las asperezas de la armonía. La versión fue impecable en lo técnico, pero faltó indagar en el carácter visionario de la obra casi expresionista. El mejor momento fue el Lento assai, cantabile e tranquillo, en el que se evidenció el detallado estudio de las dinámicas y se optó por un sonido con poco vibrato, casi desnudo en la sublime sencillez del tema lírico expuesto por el primer violín.
Más afinidad estilística mostró el cuarteto con el Americano de Dvorák, con un sonido transparente y tornasolado en el primer movimiento, abierto por una bella frase de la viola. Los abundantes pasajes en los que Dvorák evoca las danzas campesinas americanas recibieron su apropiado énfasis rítmico, complementado todo ello en el último movimiento por un sonido casi rústico de las dobles cuerdas del violín primero, arropado por los brillantes rebotes de arco de sus compañeros.
Andrés Moreno Mengíbar
(foto: Festival de Úbeda/Alberto Román)