Trifonov y la Edad de Plata rusa
DANIIL TRIFONOV:
Silver Age. Obras de Prokofiev, Scriabin y Stravinsky. DG
El segundo concierto para piano de Sergei Prokofiev ha sido tradicionalmente el menos tocado de los cinco hasta que hace más o menos una década Evgeni Kissin demostró que no sólo era perfectamente interpretable, sino también muy disfrutable. En esta etapa todavía temprana de su carrera, Prokofiev tendía más a ser agresivo que complaciente. Pero una vez que Kissin quitó el alambre de púas que rodeaba a la pieza, quedó expuesto un núcleo suave subyacente y otros pianistas se animaron a convertir el otrora disuasorio concierto en una pieza de gran público. La pasada semana la Filarmónica de Viena lo interpretaba en su gira japonesa.
De la media docena de interpretaciones que he escuchado, la de Trifonov es la más atractiva, tanto por su olímpica indiferencia ante las dificultades técnicas como por un cierto carácter que casi podría ser confundido con el sentimentalismo. Sin haber cumplido aún los treinta y acabando de estrenar la paternidad, Trifonov crece en madurez y compromiso emocional con cada sucesiva aparición pública. Esta grabación, en la que está acompañado por la Orquesta del Mariinski dirigida por Valeri Gergiev (quien presidió el jurado del Concurso Chaikovski que ganó Trifonov), es una referencia absoluta, una de las mejores grabaciones de este difícil año.
El Concierto en Fa menor de Alexander Scriabin no alcanza estas alturas. Sentimentaloide allí donde Prokofiev es militante, juguetón allí donde su joven colega es aterrador, este concierto es material de relleno en lugar de fibra dietética, y la lectura de Trifonov como un subproducto chaikovskiano nos deja el cerebro pidiendo a gritos una idea que se pueda masticar.
El resto de las obras de este doble álbum son muy atractivas, como la octava sonata de Prokofiev, cuyo estreno se disputaron en su día Emil Gilels y Sviatoslav Richter, y que Trifonov reinterpreta como una especie de comentario sobre la implicación de Prokofiev en el cine bélico soviético de Sergei Eisenstein. El maravilloso enfoque de Trifonov es muy siglo XXI, a años luz de, por ejemplo, la lectura de un Gilels, y tal vez la señal más clara hasta ahora de lo que este pianista aún en desarrollo puede aportar a nuestra experiencia auditiva en los años venideros. Un disco que necesita al menos dos audiciones consecutivas.
Norman Lebrecht