TRES CANTOS / El oficio perdido de organista-arpista
Tres Cantos. Auditorio Municipal. 26-II-2020. Laura puerto, órgano positivo y arpa de dos órdenes. Obras de Santa María, De Módena, Narváez, Gombert, Cabezón y anónimas.
Durante el Renacimiento era habitual que los organistas que obtenían puesto en las capillas reales tocaran también el arpa. Y no solo es que fuera habitual, sino que en no pocos casos también era requisito sine qua non. Pero esa doble condición de teclista-arpista se fue perdiendo durante el Barroco. Hoy día, se cuentan con los dedos de una mano (y sobran) los músicos que tocan indistintamente instrumentos de tecla y tañen el arpa. Me viene ahora a la cabeza el nombre de la japonesa Marie Nishiyama, que lleva más de dos décadas alternando el clave con el arpa y dando muestras de su notable conocimiento de la música ibérica. Otro caso excepcional es de Laura Puerto, clavecinista y organista que se ha especializado desde hace unos años en el arpa de dos órdenes, tanto en su faceta de intérprete como en la de investigadora (en compañía esta segunda de Javier Reyes de León, artesano canario dedicado a la recuperación y construcción de arpas históricas).
Bajó el título de Malheur me bat, Laura Puerto ofreció un concierto de órgano y arpa en lo que supuso el inicio de un nuevo ciclo, esta vez en la localidad madrileña de Tres Cantos (“Domingos Musicales”). La intérprete tarraconense elaboró un programa con canciones (más concretamente, con arreglos de canciones, según la práctica de la época) y tientos de la España del siglo XVI. Un programa que bien podría haber firmado el propio Antonio de Cabezón, pues fue el músico ciego de Castrillo de Matajudíos quien más destacó en esa dualidad de organista y arpista. Junto a un buen número de piezas de Cabezón (entre ellas, el tiento sobre Malheur me bat, por supuesto), Puerto incluyó algunos de los grandes hits de la música renacentista en la península ibérica, empezando por la Canción del Emperador, que no es sino una transcripción realizada por Luis de Narváez para cuatro voces de la celebérrima Mille regretz de Josquin des Prez. Tanto le gustó a Carlos I que quedó bautizada para la posteridad con el nombre antes mencionado.
Para confeccionar este personalísimo programa, Puerto ha acudido a varias fuentes: el Arte de tañer Fantasía de Tomas de Santa María (1565), el Libro de cifra nueva para tecla, arpa y vihuela de Luis Venegas de Henestrosa (1557) y la Obra de música para tecla, arpa y vihuela de Hernando de Cabezón (1578) y, claro está, los Seys libros del Delphin de música de cifra para tañer vihuela de Narváez (1538), que es donde precisamente se encuentra recogida la Canción del Emperador.
Resulta fascinante el contraste sonoro entre el órgano (en este caso, un órgano positivo) y el arpa. Y resulta aún más fascinante comprobar que un intérprete es capaz de manejarse con idéntica soltura en dos instrumentos morfológicamente tan distintos. Pasando de uno a otro (el programa estaba dividido en cuatro bloques), Puerto logró desde el primer momento subyugar al público que se había dado cita en el coqueto auditorio de la localidad serrana madrileña. No se trata solo de poner en valor (término muy en boga ahora en la clase política) unas obras que rara vez se interpretan (sobre todo en concierto), ni de recuperar ese oficio ya perdido del teclista-arpista… Se trata de hacer justicia a esta música maravillosa que brotó en uno de los periodos culturales más floridos de la historia de España.
Eduardo Torrico