TOULOUSE / Un ‘Mefistofele’ triunfal en el Théâtre National du Capitole
Toulouse. Théâtre National du Capitole. 27-VI-2023. Nicolas Courjal, Chiara Isotton, Jean-François Borras, Béatrice Uria-Monzon, Marie-Ange Todorovitch, Andres Sulbaran. Chœur, Maîtrise et Orchestre de l’Opéra National du Capitole. Dirección musical: Francesco Angelico. Dirección de escena: Jean-Louis Grinda. Boito: Mefistofele.
Estrenada en la Ópera Real de Valonia en 2007, y después de haber recorrido casi todos los escenarios, como Montpellier, Monte-Carlo o las Chorégies d’Orange, la célebre producción de Mefistofele de Boito, con dirección escénica de Jean-Louis Grinda, termina su andadura a orillas del Garona, en un brillante y triunfal final de temporada.
Inmensamente popular en Italia desde su estreno en La Scala en marzo de 1868 bajo la dirección del compositor, Mefistofele marcó un hito en la historia de la Scapigliatura, movimiento literario del que se convirtió en uno de los símbolos. Única partitura de su autor (junto con la laboriosa Nerone, que quedó inacabada), Mefistofele permitió al libretista de Ponchielli (La Gioconda) y Verdi (Otello, Falstaff) alcanzar una fama inmortal, sin duda más por su extraordinario papel principal, que fascinó a los más grandes bajos de la historia, que por el valor intrínseco de la inspiración musical. En efecto, junto a algunas páginas de bella factura –el coro del Prólogo, las dos arias de tenor y, sobre todo, la sublime aria de Margherita “L’altra notte in fondo al mare”–, la partitura de Boito adolece de evidentes lagunas de inspiración y defectos dramatúrgicos. Esta es sin duda una de las razones por las que esta obra ha caído en desgracia en los teatros de ópera, aparte del hecho de que requiere un gran coro, una orquesta de primer orden y, sobre todo, un bajo capaz de devolver el carisma vocal y escénico de ese extraordinario personaje que es Mefistófeles.
Y Nicolas Courjal, que ha interpretado con éxito todos los “diablos” de la literatura operística (Les Contes d’Hoffmann de Offenbach, Faust de Gounod, La Damnation de Faust de Berlioz y Robert le Diable de Meyerbeer), se atiene admirablemente a la espectacular y grandiosa vocalidad que requiere el papel. El bajo francés también deleitó con su voz suntuosamente timbrada, su fraseo incisivo y su impecable musicalidad, con una línea escrupulosamente controlada. El actor está magistral, deslumbrando en una producción que parece haber sido diseñada pensando en él. Diablo extrovertido, saltarín, inquietante, amenazador, Courjal posee aquí un carisma y una animalidad maravillosos, a los que se añade un sentido del humor devastador.
La revelación de la noche, la soprano italiana Chiara Isotton tiene ya todas las cualidades de una gran soprano, combinando el raro talento de poseer un registro grave tan rico y sonoro como un registro agudo deslumbrante, ¡como lava fundida lanzada por un volcán furioso! Su aria “L’altra notte” muestra sus cualidades como músico, y su voz suntuosa y carnosa le infunde el dramatismo y la emoción que requiere. ¡Una cantante a seguir muy de cerca!
El Faust de Jean-François Borras es bien conocido, y una vez más se muestra ideal en los pasajes elegíacos, gracias a la belleza de su timbre, su perfecto legato, y una sensibilidad en el fraseo particularmente maravillosa en su gran aria “Giunto sul passo extremo”. Por último, pero no por ello menos importante, los comprimarios son excelentes, como Béatrice Uria-Monzon, tan bella de ver como de oír (aquí en el papel de Elena), y la siempre deslumbrante Marie-Ange Todorovitch (en el papel de Marta).
En cuanto a la puesta en escena, hay que decir que escenificar esta ópera es casi un reto, con sus imponentes masas corales, sus numerosos personajes y sus numerosos cambios de escena, donde se alternan escenas multitudinarias con escenas íntimas. El prólogo adopta la forma de un oratorio con su coro celestial, una cohorte de ángeles que parecen Pierrots alineados uno detrás de otro, delante de un cielo pesado de colores fluctuantes. Concebido por Laurent Castaingt (que también diseñó la magnífica iluminación), el primer acto se abre con la feria de Fráncfort, en la que bulle una multitud abigarrada y colorista (muy buen vestuario de Buki Shiff), como la de los cuadros de James Ensor. También son magníficos el vestuario y el maquillaje en blanco y negro de las fuerzas del mal durante la frenética escena del Sabbat en el Monte Calvo. El cuadro que evoca a Helena de Troya parece menos logrado, bastante kitsch a decir verdad, pero se ve ampliamente compensado por otras imágenes tan poderosas como evocadoras, a través de las imágenes de vídeo de Arnaud Pottier que dejan entrever, a su vez, los rosetones gigantes de varias catedrales góticas, las ramificaciones de un árbol al final de su vida, las venas sanguíneas de un feto, o incluso la inmensidad de la Vía Láctea…
Al frente de la Orchestre National du Capitole, el joven director italiano Francesco Angelico dirige a todas sus huestes con una energía endemoniada. Con una precisión infalible, tan admirable en los largos crescendi de la partitura como en los detalles instrumentales, su dirección demuestra una verdadera comprensión de esta música. El coro de la Ópera Nacional del Capitolio, apoyado por la Maîtrise Maison, no merece más que elogios y ha contribuido en gran medida al éxito de esta velada memorable.
Emmanuel Andrieu
(fotos: Mirco Magliocca)